Capitulo 21

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Cuando llegaron a la cabaña ambos se acurrucaron en la chimenea y entraron en calor abrazados. Cuando él abrió el cofre ella sonrió cuando él pasó las manos por las alhajas.

— Este tiene aún más el anterior.

— ¡Somos ricos! — Exclamó él abrazándola.

Estampo un beso sonoro en sus labios y se levantó.

— Haré té y la cena. ¡Muero de hambre!

Para ella era incómodo compartir habitación con él después del beso que él le había dado en medio del salón, como si fueran verdaderos esposos. Sin contar con su propuesta de matrimonio. Aunque no quería pensar en ella, la cabeza le daba vueltas cuando lo recordaba.
Después de cenar y cuando ambos estaban bañados y acostados. Iba a apagar la lámpara pero ella finalmente tomó el valor de hablar con él. Bajo la mirada hacía el que estaba acostado a su lado, parecía que estaba dormido, pero habían pasado  varias noches juntos para darse cuenta de que él estaba igual de despierto que ella.

— Me sentí incómoda después del beso.— Dijo rompiendo el silencio de la habitación. — No me esperaba que dijeras eso de que nos casemos

— ¿Solo es eso? - Susurro él aun con el  brazo sobre el rostro.

Ella se incorporó sobre sus codos para verlo mejor.

— ¿a qué te refieres?

— Digo que quizá te sorprendió que te lo pidiera tan abiertamente porque así no puedes negar que lo quieres.

— Nunca te pedí nada más que el trato que hicimos.

— Podríamos ser esposos de verdad si así lo quisieras. - Él se quitó la mano y se incorporó imitandola, apoyándose en sus codos.

— No seas idiota.

— ¿Por qué? Yo fui muy sincero en el bosque, tu me gustas y no tengo porque negartelo.

— Lo dijiste porque sé demasiados secretos tuyos.

Christopher se sentó rápidamente.

— Voy a hacer de cuenta de que no dijiste lo que acabo de oír. - Lo dijo de una manera suave, pero a ella se le puso la piel de gallina. conocía demasiado bien a su falso esposo como para saber que el hielo en su voz era la antesala a la furia que hervía en su interior.

— Es la verdad y ambos lo sabemos. - Contestó llanamente.

— No es verdad y lo sabes. La verdad es que si realmente quiero deshacerme de ti puedo tranquilamente dejarte en esta inmunda posada, con solo unos cuantos peniques y largarme. Sabes tan bien como yo que si quisiera hacerlo lo habría hecho hace mucho tiempo. No me importa cuantos secretos sabes de mi, desaparecería y jamás podrías encontrarme.

— Sé tus próximos destinos.

—¿Y? Tenemos suficiente dinero como para vivir una cómoda vida en cualquier parte del mundo, podemos detenernos aquí mismo y jamás pasaremos hambre, o pasaría hambre si fuese un hijo de puta y te abandonaria aquí. Pero no tengo porque seguir fingiendo que no me gustas. Me canse de este jueguito tonto. Yo te dije la verdad hace unos días y está mañana. No me gusta tener que andar fingiendo algo que podríamos ser sin problemas.

— ¿Y qué podríamos ser? - se atrevió a preguntar a pesar de saber la respuesta.

— Te pedí que te casaras conmigo. - Contestó con un suave ademán, como quitándole importancia.

— Lo dijiste como una sugerencia  y me presentaste un plan muy conveniente…

— Para ambos. - La interrumpió él.

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