La cita estaba programada. Ese mediodía se encontraría con su hermano. Christopher no podía dejar de caminar de un lado a otro de la habitación.
Raven lo miraba mientras tomaba el té tranquilamente.— Harás un agujero en el piso. — Murmuró mientras miraba la bandeja tratando de elegir una galleta que le guste.
— No entiendo cómo estás tan tranquila sabiendo lo que haremos.
Ella clavó sus ojos celestes en los suyos y levantó las cejas.
— ¿Acaso iremos a matar a tu hermano? No. — Se contestó ella y levantó su galleta elegida con ademán triunfante. — Tendremos una cita de negocios. Deja de ser tan dramático, Christopher.
Él soltó una risa y se sentó.
— Es verdad. Estoy sacando todo de contexto. — admitió respirando hondo.
Ella se acercó y le puso una mano en el pecho.
— Si tuviéramos tiempo te besaría hasta dejarte sin sentido.
El volteo la cabeza rápidamente.
— ¿Dónde? — Preguntó mordiéndose los labios encantado.
— En donde más te guste.
— Sabes dónde me gusta. — Él se acercó y ella se alejó.
— Una cosa a la vez.
— Puedo hacer varias cosas simultáneamente.
— Discúlpame si yo no. — Susurro levantándose. — Es hora.
— Ahora iré empalmado. — ella escuchó su queja y se carcajeó.
— Mejor empalmado y no blanco como un papel.
Pasar por las puertas de vidrio lo transportó a su juventud, a su niñez. Miles de recuerdos se sucedieron uno tras otro, tantos que sintió que sus oídos pitaban y sus manos sudaban. Ella pasó el brazo por el suyo y él continuó el camino guiado por ella, tratando de no ver a nadie. No era posible que antiguos empleados lo reconocieran, pero la descendencia Van den Hurk compartía sus rasgos. Sus ojos oscuros y su cabello eran igual al de sus hermanos, la altura y porte eran los de su padre y eso no se podía negar. Cuando finalmente entraron a la oficina los recibió un joven atareado y Christopher agradeció que no les prestara tanta atención, a él al menos. Raven al contrario recibió una sonrisa galante y piropos. El no podía negar que no estaba hermosa, se había esmerado en vestirse. El vestido rojo resaltaban sus ojos celestes y sus pecas como una lluvia de motitas alrededor de su nariz, se había aplicado un suave color en los labios ¿De dónde sacaba esas cosas? Para él eran un misterio, pero esa mañana había acabado con los labios coloreados y con sabor a cereza y ella limpiandolo entre risas. Cuando la puerta se abrió su corazón comenzó a latir tan fuerte que él temió que se saliera de su pecho.
Al entrar Raven habría jurado que veía doble. Samuel Van den Hurk era la copia de su Christopher, más maduro, más serio y de rostro adusto. Pero eso era solo la primera impresión, al verlo mejor podía notar que tenía las mejillas más llenas, su frente estaba más alta y su nariz estaba ligeramente doblada a un lado. Sus ojos eran igual de oscuros y penetrantes que su hermano. Ella sabía que en su escaneo de ella, él había notado el cabello que se había escapado de su peinado, su brillo labial y hasta podía jurar que al terminar la reunión ese hombre sabría hasta las cantidad de pecas que ella tenía en su nariz y pómulos. Extendió la mano cortésmente para saludarla mientras miraba detrás de ella y en ese momento ella supo que quizá, ese inteligente hombre no recordaría si tendría pecas o no. Su mano colgó a su costado y clavó la mirada en Christopher.
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Mentiras Negras ✓
RomanceRaven Anderson no sabía muchas cosas de la vida, lo que si sabía era hacer un buen pan, atender su panadería y amar a su padre. Cuando un misterioso hombre llega a su posada herido e inconsciente, decide ayudarlo y curarlo. Y a medida que conoce a s...