Capitulo 8

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Camino hasta perderse en el jardín y se sentó debajo de la sombra de un gran árbol. Se limpió una lágrima con rabia; pero no pudo parar las demás. Una mano apareció en su campo de visión y ella tomó el pañuelo que la mano le ofrecía.

— Vienes a regodearte ¿Verdad?

— Era mi idea. — Murmuró él agachándose a su altura. Le limpió una lágrima y la miró con lástima. — Pero debo decir que no me da alegría verte así.

— Dilo. — Ella suspiró y miró a Christopher sarcásticamente.

— Te lo dije. — Murmuro y le tendió las manos levantándose.

Ella se las tomó y se levantó.

— Será mejor que vuelva a casa.

— Te acompaño.

— Está bien, no te preocupes se llegar a casa. Además debemos quedarnos.

— No seas obtusa, Raven. — Él puso los ojos en blanco. — Vámonos de aquí. A nadie le importará si estamos o no.

Él le limpió una lágrima con cariño y luego puso su brazo sobre el suyo.

— No te vas a morir por esa mierda.

— ¿Cómo puedes saberlo?

— No has sido la única que te han roto el corazón. — Respondió levantando los hombros.

— ¿También te han roto el corazón?

— Aunque supongo que te diviertes con esa noticia no pienso compartirla.

— Eres un embustero.

— No puedes saberlo con exactitud.

— Lo sé porque no lo recuerdas.

— Punto a tu favor. — Dijo él con una risa. — Ya te dije que estás depositando tu amor en alguien que ni siquiera te estima.

— Debería haberte hecho caso.

— No vas a llorar por ese imbécil ¿Verdad? Nos cobraremos por esto.

— Eres malo ¿Verdad? — Ella le dedicó una sonrisa de lado.

— Es claro que sí, Pajarita. Ahora la pregunta es si te cobrarás por esto o lo sufrirás en silencio.

— Vamos a ponerlo en su lugar. — Dijo enojada.

— Por supuesto que sí.

Por primera vez en su vida, Raven sintió el deseo de vengarse por lo que le habían hecho

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Por primera vez en su vida, Raven sintió el deseo de vengarse por lo que le habían hecho. Jamás, en toda su corta vida había sentido ese dolor de ser usada. Conocía lo que era la burla, el desprecio y los comentarios humillantes, había podido con eso. Pero la humillación que Milton le había hecho era una afrenta que no iba a permitir ni dejar pasar. La había usado sin molestarse en ningún momento por sus sentimientos y eso era inaceptable. Supuso que era una ventaja tener de amigo a una persona que no le importaba nada en lo más mínimo de nadie. Si Sterling creía que se iba a salir con la suya, ella le demostraría lo que podía hacer con solo unas palabras a las personas correctas. Christopher había sido claro con ella en cuanto al plan, fácil y sencillo, comentar su forma de revisar a sus pacientes y listo, la fama que se había hecho en el pueblo sería legendaria después de ella, sería la maldita tormenta como le había dicho Christopher en una risa malvada.
  Llevar a cabo su plan no fue difícil, ella podía llegar a las mujeres más cotillas del pueblo con solo estar sentada en la panadería y charlar mientras las atendía, si su padre sospecho algo sobre el cambio de atender, no dijo nada. Solo una semana bastó para ver el mundo de Milton Sterling arder y lo disfrutó en primera fila. Los cotilleos incesantes la hacían bailar internamente cuando todas las mujeres que atendía le preguntaban o cotilleaba con ella sobre lo que habían oído por ahí. Y ahí, en ese momento descubrió como un simple comentario de "He oído de tal que el doctor Sterling…" podría acabar con la reputación de alguien en solo una simple frase.
Quince días después, cuando Milton Sterling entró como una tromba en la casa, ella se quedó sentada mientras su padre se levantaba sorprendido por su interrupción. Pudo observar la sonrisa de complacencia de Christopher cuando Milton clavó sus ojos furiosos en él y luego en ella.

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