Capitulo 30

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   Christopher suspiró y se frotó los ojos cansados, miró a Raven, no se había dado cuenta de que ella lo había dejado hacía rato en la mesa. Se había pasado demasiado tiempo haciendo cuentas e investigando para invertir en algún negocio. La posición preferida de Raven para leer o escribir en la cama era boca abajo y las piernas balanceándose en su espalda, el camisón era un revoltijo en sus muslos. Christopher sabía que el pudor no le permitía estar desnuda, aunque sabía que eso no le importaba cuando estaba excitada. También sabía que podía ser tan atrevida como para murmurarle que había escondido galletas entre sus pechos, para tratar de distraerlo.

  Ella lo sorprendía siempre, había masticado a su padre como una galleta salada con caviar, tal como había dicho. Él sabía que la reunión con su padre había marchado bien gracias a ella y esa tarta que había logrado hacer caer de culo a Edmond Van den Hurk.
 
Su tono seguro, sus palabras y la forma en que se defendió a sí misma le dio la oportunidad de calmarse lo suficiente para poder decir lo que quería, porque en el mismo momento en que le había hablado de esa forma, deseo levantarse y no volver a verlo nunca más. No podía, decidió, y tampoco quería una relación con él, había dejado de necesitar su aprobación y amor desde hacía años. Su padre no era el culpable de sus decisiones, era lo suficientemente maduro para aceptarlo, había sido él mismo y sus decisiones, motivado por su furia y enojo, por su frustración y rechazo. No necesitaba volver a esas emociones que no le reportaban ningún beneficio. Tenía más de lo que alguna vez había soñado, se sentía pleno y seguro y él sabía que era por esa mujer regordeta que estaba leyendo con una sonrisa. Lo excitaba incluso así, simplemente leyendo con un insulso y práctico camisón blanco. La tela estaba estirada sobre su voluptuoso trasero y un lado se le había caído descansando sobre la mitad de su brazo, dejando a la vista un pecoso hombro. Se acercó despacio y se sentó a su lado. Pasó las yemas de sus dedos por su espalda mientras ella leía boca abajo.

— Me preguntó porque usas estos camisones tan castos. — Dijo él tomándolo en un puñado y tirando hasta que sintió el leve ruido de las costuras al ceder.

Ella le dio un manotazo y siguió la lectura. Volvió a hacer lo mismo hasta que ella lo miró inexpresiva.

— Vas a romperlo.

— ¿Y que si lo hago?

— Te castigaré. — dijo volviendo a su lectura.

Se puso duro al instante.

— ¿Cómo?

— No te veo tan nervioso por lo de esta noche.

Ella se volteó aceptando que él no la dejaría leer, dejó el libro sobre su cabeza y cruzó sus piernas lentamente, sabiendo que él no dejaba de mirarla.

— Lo único que podría pasar es que mí hermano descubra que soy ese pirata que busca.

— ¿Y qué pasaría si se entera? — Ella se alzó sobre los codos.

— Esperemos que nunca tengamos que saberlo. — Respondió bajándole con un dedo un lado del camisón.

— ¿Crees que te enviaría a prisión?

— Estoy seguro de que Daniel Van denHurk tiene un lugar especial para Baumman en Borough Gaol*.

Ella se puso pálida.

— Eso no va a pasar. — Musito en un Susurro.

Él clavo sus ojos en los suyos, detectando el miedo en sus ojos celestes, paso las yemas de los dedos sobre sus mejillas.

— Si yo creyera que eso pasaría ya nos habríamos ido de aquí. — Su voz tranquilizadora calmó su corazón acelerado. — Si él siquiera llegara a sospechar de mí, te tomaría en medio de la noche y te llevaría lo más lejos posible.

Mentiras Negras ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora