Capitulo 29

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Christopher respiro hondo para darse valor. Miro a Raven que estaba a su lado impasible. Estaban en la puerta de la propiedad de su familia, ella con un delicado vestido bordo, una trenza coronandola y una tarta en las manos.

— ¿Estás listo?

— Mí padre puede ser peor que mí madre.

— Ya lo repetiste diez veces Christopher. Tu madre me tomó desprevenida, masticare a ese hombre como una galleta con caviar. — Dijo con la decisión en su rostro orgulloso. — Levanta la barbilla, porque no necesitamos nada. Les hacemos un favor.

— Ahí vamos.

Dijo inseguro y golpeó la puerta. Su madre los recibió con una sonrisa y los hizo pasar. Abrazo a ambos y Raven miro a Christopher por encima del hombro de su madre sardónica. Cuando pasaron al comedor el temido hombre estaba sentado leyendo impávido un periódico. Los ojos oscuros y cabello abundante eran un rasgo familiar, pensó ella. Miro a la mujer y supuso que la nariz era la herencia pasada a sus hijos. Cuando ellos llegaron enfrente, dejó el periódico con suavidad a su lado y los miro.

— Así que… volviste. — Dijo Edmund Van den Hurk.

Nada de calidez familiar había en su tono. Aún así, Christopher no dio muestra de incomodidad.

— Es un placer verte de nuevo para mí también.

El hombre se levantó y le ofreció la mano. El no vaciló y le dio un firme apretón. Christopher sabía que eso era lo único que obtendría de él, dio un paso atrás y puso una mano en la espalda baja de Raven y miró a su padre.

— Esta es Raven, mí esposa.

— Aún no estás casado, habla con propiedad.

Ella suspiró largamente y se acercó un paso.

— Encantada de conocerlo señor. Mí nombre es Raven Anderson. Puede decirme señorita Raven. Le traje una tarta de ruibarbo, he oído por ahí que es su favorita.

Christopher intentó, con mucha fuerza intentó no reírse ni que sus labios se curvaran en una sonrisa. Raven le había hablado despacio, como si hablara con un niño enfurruñado. La sorpresa en el rostro estoico de su padre le complació.

— Gracias señorita. — Dijo su padre. — Pero no me gustan las tartas compradas.

— Esta es muy especial. ¿Nos podemos sentar? — Ella se sentó sin esperar confirmación. — Porque no la he comprado en ningún lado, la hice yo misma.

Su padre se sentó y levantó una ceja mirando el plato que ella sostenía sobre sus piernas.

— ¿Que me lo garantiza?

Christopher cerró los ojos y se preparó para lo peor, esa dulce sonrisa que ella le dedicó era mortífera, él lo sabía muy bien.

— El veneno que le puse.

Theodore jadeo sorprendida. Pero Raven no quitó los ojos del hombre que tenía enfrente, ambos estaban en un claro desafío de miradas y el orgullo que anidaba en su pecho se hinchó aún más cuando ella no permitió que la dura mirada de su padre la acobardara.

— Al final tendrá que esperar para ver si hace efecto o no.

— ¿Me está amenazando señorita Raven? — Christopher podía jurar que había un deje de diversión en el tono de su padre.

— Para nada. Solo dejó clara nuestras intenciones en esta cándida reunión familiar.

— ¿Y cuales son esas intenciones?

— Un trato justo. Este hombre que aún no es mí marido ha venido con buena voluntad. No queremos nada, no necesitamos nada.

— ¿Y entonces qué hacen aquí?

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