La moda inglesa cambiaba como el tiempo de la isla. Claro que la moda y los cambios de vestidos podían permitírselo las mujeres de clase alta. En lo que respectaba a Raven a ella le quedaba usar lo que podía permitirse y lo que le entraba. Hubo un tiempo en que su talla era vista como saludable e incluso bello, ahora solo era una gorda. Inequivocadamente se creía que ella comía hasta hartarse, aunque la realidad es que por más que se matara de hambre no podía bajar de peso. A su modo de ver no era gorda, solo tenía cuerpo grande. Ella no tenía la culpa de medir un metro cincuenta y cinco y más peso del que era supuestamente aceptable.
Ella pensaba que ser hija de un panadero y posadero del pueblo la ayudaría en la búsqueda de un marido; pero contrariamente ni siquiera era invitada a una fiesta de cumpleaños.
Al ser criada solo por su padre podía permitirse algo de libertad, eso quería decir que podía aceptar ir a una fiesta en calidad de criada y mínimamente observar otras caras que no eran las de los clientes que iban a la tienda a comprar.
Trabajaba en la posada y atendía la panadería junto a su padre, estaban un pueblo antes del puerto y Raven creía que eso les perjudicaba bastante porque eran pocos los huéspedes que llegaban al pueblo, pero a veces tenían suerte y algún carruaje se averiaba de camino a Gloucester o Somerset y las habitaciones se llenaban.
Esa mañana estaba especialmente emocionada, no sólo por el hecho de que era domingo sino porque él entraría por la puerta en cualquier momento.
Se quitó el delantal y se arregló el cabello enrulado acomodándolo sobre los hombros. Por lo general era liso, pero esa mañana se había esmerado haciéndose unos bucles. Cuando la puerta se abrió ella suspiró encantada y continuó lo que estaba haciendo sin mirar deliberadamente.
Milton Sterling movió las campanas como siempre haciendo ruido Y volvió a moverlas para llamar su atención. Raven levantó la vista y sonrió al verlo.
— Hola doctor Milton ¿Cómo está?
— Muy bien ¿Y tú?
— Muy bien. — Dijo sonrojándose.
— Vine por mi pedido de los domingos.
— ¿Día libre? — preguntó ella mientras volvía a su lugar y comenzaba a preparar su pedido.
— Hoy estoy libre en la mañana. ¿Tu padre?
— Está atrás, en el horno. - Dijo ella. — ¿Qué hará hoy? — preguntó dándole la compra.
— Debo atender a mis pacientes. — Él sonrió y saludando se marchó.
Raven suspiro enamorada. Eran vecinos cercanos y desde que tenía memoria estaba enamorada de él, claro que él no se daba cuenta; pero ella le encantaba verlo siempreCuando estuvo más tranquilo después de las compras para el té, se fue a cocinar y mientras cortaba los vegetales cantaba.
— Tu falda de sendle blanco. Con bordado de oro magníficamente; Tu falda de seda y blanco. Y estos que compré con mucho gusto...
— Mi bella hija con voz de ángel. — Murmuró su padre entrando por la puerta
— Dudo que sea eso verdad. — Respondió con una sonrisa mientras revolvía la comida. — Hoy comeremos pescado con guisantes.
— Mi favorito. — Le dijo su padre mientras se sentaba en la mesa. — Estuve haciendo cuentas anoche.
— ¿Estamos bien? — Le pregunto sirviéndole.
— Si; pero no creo que este mes pueda darte para que te compres vestidos.
— Está bien papá. — Le dijo sentándose. — Hoy vino la señora Vivian y me dijo que necesitaba una doncella para su fiesta de cumpleaños, me ofrecí para ayudarla y con lo que me pague podré comprarme algunas telas.
— Lo siento Rae. — Dijo su padre tomándole la mano con cariño.
— No pasa nada papá. George me dijo que se marchaba la otra semana. — Recordó mientras cortaba su pescado.
— Consiguió algo en el puerto. — Su padre negó suavemente. — Claramente es más de lo que puedo pagarle. Resentiremos un par de manos menos.
— Nos arreglaremos bien hasta encontrar a alguien que necesite trabajo.
— Esperemos que sí. Esta semana tenemos un gran pedido en la panadería. — Si. La señora Vivian nos hizo un gran pedido.
Repasaron juntos el pedido y luego de arreglar los horarios para no desatender el negocio ambos se retiraron a dormir.
Mientras tomaba un té sola en su habitación, comenzó a coser y remendar algunos vestidos. Le hacía falta comprarse tela nueva para confeccionarse algunos vestidos nuevos, los que tenía ya estaban viejos o desgastados. El dinero no le alcanzaba para ir a una modista así que ella misma hacía sus vestidos. Era más barato y más trabajoso; pero no había otra opción. Dejó de lado su costura y mientras arreglaba la cama pensó en lo gallardo que se veía Milton. Siempre había soñado con ser el doctor del pueblo y ella estaba segura de que lo conseguiría, sólo debía tener paciencia y perseverar para hacerse un nombre.
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Mentiras Negras ✓
RomanceRaven Anderson no sabía muchas cosas de la vida, lo que si sabía era hacer un buen pan, atender su panadería y amar a su padre. Cuando un misterioso hombre llega a su posada herido e inconsciente, decide ayudarlo y curarlo. Y a medida que conoce a s...