Observó la ropa limpia y se sintió molesto por esos trapos viejos. No usaría eso ni aunque le pagarán, pensó poniéndose el pantalón de color caqui. La camisa tenía tremendo tajo en el costado sin contar con el hecho de que era color marrón aunque él supuso que en algún momento de su vida útil había sido blanca y con todos los botones. El saco estaba deshilachado y viejo. Los bolsillos estaban rotos y los zapatos aunque le quedaban cómodos estaban viejos y necesitaba un cambio. Cuando se levantó se sintió un poco mareado pero caminó hasta el buro y tomó el espejo que ahí había. La persona que le devolvía la mirada no la reconocía. Tenía los ojos marrones oscuros, tanto que no se distinguía la pupila, con los párpados marcados, eso era lo único que podía ver, pues la mitad de su rostro estaba tapado por esa tupida barba, su cabello era otra cosa que no podía entender. Era demasiado largo, le llegaba hasta la cintura, ni siquiera la joven que cantaba lo tenía así de largo. Su aspecto lo confundía pero lo que más lo tenía confundido era su cabeza. Ni siquiera sabía cuál era su nombre, quién era, de donde era. Su mente estaba en blanco y en silencio. No había nada, no recordaba nada. Se armó de valor y salió de la habitación.
La casa era bastante grande, con varias habitaciones vacías y una escalera bastante descuidada. Al llegar abajo entro a lo que supuso era el comedor. La mesa grande estaba preparada y se sentó a la izquierda de la cabecera dónde estaba el dueño de casa y la joven del otro lado.— Disculpen si tarde mucho. — Susurro avergonzado.
— No se preocupe. — Murmuró la joven con una sonrisa y le sirvió el plato. — Mí nombre es Raven ¿El suyo?
— No lo sé. — Murmuró mirándolos. — Tenía la esperanza que me lo digan ustedes, quién soy, cómo llegué aquí…
Ambos cruzaron miradas y luego la joven se puso a cortar la carne de su plato.
— Te trajo un joven en la noche. — dijo David con un suspiro. — No nos dijo mucho, estabas muy herido.
— ¿Hace cuánto tiempo… ?
— Hace una semana y tres días que estás aquí.
— Entiendo. — Murmuró él comiendo un poco de lo que había en el plato.
— Buscamos al joven al otro día. — Le dijo Raven. — Pero había desaparecido, aunque en realidad no quisimos preguntar mucho porque en el corto tiempo que estuvo aquí nos dejó muy claro que era imperativo que nadie sepa que usted está aquí.
— Yo… no sé cómo pagar lo que han hecho por mí… — Dijo avergonzado.
— Ya nos pagó el que te trajo aquí. — Le respondió David.
Él lo miró sorprendido.
— Será mejor que comamos, todavía tenemos muchos quehaceres. — Continuó David
— ¿De que trabajan?
— Tenemos una panadería y también la casa funciona como posada. Aunque no hay mucho trabajo, a veces llega algún que otro viajero.
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Mentiras Negras ✓
عاطفيةRaven Anderson no sabía muchas cosas de la vida, lo que si sabía era hacer un buen pan, atender su panadería y amar a su padre. Cuando un misterioso hombre llega a su posada herido e inconsciente, decide ayudarlo y curarlo. Y a medida que conoce a s...