Si estás enamorado, ¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar?
Si te escondes de ti mismo, ¿cómo tienes una vida propia?
Si cometes un error, ¿cómo serías capaz de sobrellevarlo?
Si no te amas a ti mismo, ¿qué tanto te destruirías?
Aceptarte y mo...
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—No lo sé —concluye Jean.
—Ni siquiera la pensaste —responde Armin, algo divertido. Su paciencia para enseñarle a alguien como Jean era un don.
—Porque sé que no lo sé.
—Qué gracioso —comenta, sarcástico, aunque en una sonrisa—. Te lo dije hace poco.
—Lo sé, pero es difícil concentrarse cuando estás en mi cama —él responde.
—¿Solo piensas en sexo?
—Claro que sí —La honestidad era lo suyo.
—¿Quieres que me siente en otro lado?
—¿Qué? No, definitivamente quiero verte en mi cama.
—Pero no cuando estudiamos.
—Quiero decir, estoy disfrutando una cosa más que la otra.
—Jean, ¿sabes qué cosa realmente disfrutarías? Aprobar tus últimos exámenes de historia y nunca más volver a tener esa asignatura en tu vida. Te estudias esto y lo consigues, un último esfuerzo.
—Ya, pero mi profesor es tan sexy —se queja.
—Si esto te desconcentra pudimos haber ido a estudiar a algún café.
—Sí pero, como ya dije, yo realmente te quiero ver en mi cama.
—Eres demasiado pervertido —Niega con la cabeza, mientras revisa sus tarjetas de estudio.
—Me elegiste así —destaca.
—No exactamente una de las cualidades por las que lo hice —bromea un poco, aunque era cierto.
—Me siento ofendido —dramatiza.
—Jean, eres sumamente inteligente, de los mejores de tu clase. ¿Por qué no pones solo un poco de empeño en esto?
—Porque es historia.
—Odias matemáticas y eres increíble en ellas.
—Odio ir a matemáticas porque me aburren, son conceptos aburridos, y se la pasan horas y horas explicando cosas que uno puede sacar por deducción.
—La mayoría no puede sacarlas por deducción, Jean, es solo que eres muy listo.
—No con historia.
—Definitivamente no con historia, tu cerebro la rechaza —ríe.
—¡Es aburrida!
—Entonces escúchame a mí. Si puedes oírme hablar por horas sin parar y no aburrirte...
—No cuando hablas de guerras mundiales.
—Las guerras mundiales son tan fáciles —tararea.
—Para la mayoría no, solo eres muy listo —lo imita, haciéndolo reír—. No es justo que seas bueno en todo.
