CAPITULO III

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CAPITULO III


L'IMPEGNO

Antonella

Mi mente es un torbellino en estos momentos. No suelo comportarme de esta manera, y no es que me enorgullezca lo que pasó, pero su beso fue como un bloqueo a todas mis razones. De repente, todo se volvió insignificante. Éramos solo él y yo, en medio de un océano de emociones, con "All I Want" de fondo, creando una galaxia en la que ni siquiera era capaz de sentir ni pensar.

No había experimentado este tipo de sentimiento en años. Me sentía completa en todos los aspectos, segura junto a Marcos. Un beso nunca había significado mucho para mí; solía ser solo un gesto más, nunca había trascendido más allá de simples caricias. Pero con él, todo cambió. Puso mi mundo patas arriba y me odio a mí misma por ser tan débil ante él. A pesar de que hay tantas otras personas a mi alrededor, estoy cayendo por un imbécil.

Es arrogante y se cree superior. Detesto esa actitud en los hombres que menosprecian a los demás solo porque poseen un imperio. Sé que él no tiene conocimiento de mi origen y espero sinceramente que nunca llegue a descubrirlo.

Los minutos se convirtieron en horas, las miradas incómodas, el aire asfixiante. El señor Tomás nos observaba. Me sentía cada vez más diminuta. Normalmente no permitiría que alguien me intimidara, pero demonios, él lo hacía y no precisamente de la mejor manera posible.

— Bueno, chicos, un beso impresionante, pero ¿alguien me puede explicar por qué? —preguntó. Su tono, aunque aparentemente calmado, tenía un deje de tensión que me hacía preguntarme si debería temerle o salir corriendo y no volver nunca más.

— Lo que viste, padre, fue un beso —la respuesta de Alessandro fue simple. Por Dios, este hombre me iba a matar.

— Un beso —respondí con ironía, llevando mis manos a mi cabeza. Estaba furiosa, pero intentaba contenerme, sabiendo que explotar sería un desastre. — Maldita sea, primero esa chica loca me abofetea y ahora tú me besas. ¿Qué diablos está pasando en este país?

— Tranquila, Antonella —el señor me abrazó, pasando sus manos por mi espalda.

— ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —exclamé—. Dijo que era su prometida, lo cual es una mentira. Su hijo es un idiota —lo miré, notando su leve molestia, pero que rápidamente trató de ocultar.

— Para ser tan bonita, tienes una boca de camionero, linda —respondió el idiota con arrogancia

— Tu opinión me importa poco, sabes. No debiste tratar así a esa mujer; eso fue humillante.

— Sí, claro. Mientras te besaba, no decías lo mismo —se acerca más, y siento su aliento en cada palabra que pronuncia.

— Pues... eres un idiota, en verdad.

— ¿Te dejé sin argumentos? Y ahora dices que soy idiota. Eres rara, de verdad. ¿De qué pueblito vienes?

— Vengo de uno donde enseñan cómo tratar a los demás y no ser arrogante, porque tener todo esto solo son apariencias, querido. Ve y dile a esa mujer que no soy tu prometida, porque soy demasiado para un hombre como tú.

Me observa con una sonrisa. Maldición, esa sonrisa me matará, pero eso me enfurece aún más.

— Ok, chicos, creo que eso no podrá ser. Alicia ya abrió su boca. Te dije, Alessandro, que no te la llevaras a la cama; es un estorbo.

— ¿De qué habla? ¿De qué habla?

— El compromiso, lo dijo a la prensa amarilla —muestra su teléfono.

La Esposa Del Magnate© {BORRADOR}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora