Así no estaba planeado

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Así no estaba planeado





Estando a punto de dar la vuelta y asomarse hacia el recibidor, Harry sintió que alguien le jalaba del brazo con brusquedad impidiéndole su propósito.


— ¡¿Qué demonios haces tú aquí, muchacho?! —le reprendió uno de los empleados más antiguos de la finca.

— Nada, yo solo iba a...

— ¡Regrese inmediatamente al Solario con la niña Hermione o ahora mismo le llevaré con los Amos para decirles que le sorprendí robando!

— ¡Eso no es verdad!

— ¡No me importa si es verdad o no, algún día ellos me agradecerán tener un pretexto para impedir que gente tan inmunda se mezcle en la aristocracia!


El hombre empujó a Harry hacia el lado contrario, por un momento el chico se quedó ahí, mirándole indignado por la amenaza, pero no podía hacer otra cosa más que obedecer, ese empleado era de alta confianza y no seguir sus órdenes ponía en riesgo su amistad con Hermione.


Lentamente giró sobre sus talones y regresó al Solario sin lograr averiguar quién había llegado a la finca.


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Severus se quedó mirando el corredor a su izquierda, le pareció haber escuchado voces.


— Amigo, nos están esperando. —le apremió Lucius, el mayordomo les señalaba el camino a la estancia principal.


El ojinegro asintió y fue tras de ellos, después de todo seguramente había sido la servidumbre quien discutiera por algún problema sin importancia.


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Al llegar al Solario, Harry ya no se sentó, no tenía ánimo de continuar ahí sentado cuando acababa de ser insultado.


— Es tarde, creo que Ron y yo debemos irnos.

— Pero, hay una cena ahora con el padre de Draco. —protestó Hermione, había esperado que sus amigos le acompañaran.

— No es buena idea que nos quedemos, no estamos presentables para algo tan importante. Te veremos en otra ocasión.


Harry se despidió con una rápida reverencia y caminó apresurado hacia la salida. Ron se tomó un poco más de tiempo para despedirse, Hermione y Draco le sonrieron apenados por el abrupto término dela reunión. Incluso el rubio se ofreció a llevarlo en su carruaje si él si aceptaba quedarse a cenar pero Ronald dimitió gentilmente, tenía que alcanzar a Harry cuanto antes.


El ojiverde ya le estaba esperando recargado sobre el muro que bordeaba la finca.


— ¿Estás bien? —preguntó Ronald.

— Creo que sí. —responde retomando la caminata a una velocidad menor para que su amigo no se fatigara demasiado—. Pero no me sentí muy cómodo hoy aquí, siento que este mundo aún no nos pertenece.

— Nunca será así, Harry, hemos nacido como plebeyos y eso no se puede cambiar.

— Cambiará cuando el Conde Snape se despose conmigo. —aseguró sonriendo ilusionado—. Entonces nos mudaremos a su castillo, tendremos sirvientes a nuestra disposición, todos cuidarán mucho de ti, y además, el Conde seguramente te conseguirá esas pociones mágicas que recuperarán tu salud por completo.

— Eres un soñador empedernido. —rió Ronald.

— Pero mis sueños no lo serán por siempre, un día, la gente se inclinará ante ti y te dirá "Milord Ronald"


Harry se adelantó haciendo una marcada reverencia a su amigo. Ron rió más fuerte, no creía que eso fuera posible pero era divertido imaginarlo.


Siguieron su camino en el campo bromeando sobre cómo sería su vida si fueran ricos.


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Al día siguiente, Severus despertó bastante tarde, la velada en casa de los Granger resultó más entretenida de lo que pensó. Aunque el matrimonio era muy gentil y hospitalario, lo que realmente le gustó fue charlar con la prometida de su ahijado.


Hermione Granger era una chica bastante culta, conversó por horas con ella, parecía que tenían los mismos gustos por los libros y eso era sorprendente, su opinión de la joven se modificó por completo, antes creía que solo era una rica heredera criada para obtener el mejor de los matrimonios, pero ahora sabía que eso no era cierto. Su ahijado realmente había hecho la mejor elección.


Después de almorzar en su cama, tomó sus catalejos y salió al balcón. Ahí estaba el muchacho que últimamente ocupaba sus pensamientos, pero en esa ocasión no se sentía muy animado. Mucho menos después de haber disfrutado tanto de la velada con los Granger.


— ¿Qué hablaría con él? —se preguntó fastidiado—. ¿De cabras y hortalizas? Seguramente nunca en su vida ha tenido un libro en la mano, debe ser un maleducado que no sabe ni hablar.


Snape se inclinó sobre la baranda y dejó caer los catalejos al vacío.


— Este es el primer paso para alejarme de esta estúpida obsesión.


Miró a lo lejos con sus propios ojos, Harry era solo una pequeña figura en la distancia. Sonrió para sí mismo, así no representaba ninguna tentación.


Sin embargo, Severus no tenía idea de cuando algo está escrito en el libro de la vida, nada ni nadie lo puede borrar.


Demonios con corazón de azúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora