Prohibido ilusionarse
Al día siguiente, Harry se despertó con una sonrisa, había continuado soñando con Snape, no recordaba cada detalle de su sueño pero aún persistía la sensación de placer en su cuerpo. Además, tenía la impresión de que todo había sido muy real, casi como si el Conde hubiese estado ahí esa noche, incluso podía oler su aroma en el cuarto.
— Parece que has amanecido de buen humor.
Harry se giró a mirar a su amigo, Ron ya se había bañado y terminaba de arreglarse para salir.
— Un poco, no lo niego. —respondió abandonando la cama—. ¿Has madrugado, o ya es tarde?
— Desperté más temprano, Draco quiere hacer unas diligencias por la mañana. Bueno, debo irme ya, nos vemos más tarde.
— ¿Desayunaste ya?
— No tengo hambre.
— ¿Te sientes mal?
— No, todo bien, solo no tengo apetito.
Ron se marchó antes de que Harry continuara insistiendo pero en realidad sí sentía el estómago muy revuelto y la cabeza le dolía bastante, sin embargo no podía quejarse, estaba en periodo de prueba y necesitaba hacer bien su trabajo. Por su parte, Harry decidió creerle y se apresuró a bañarse y arreglarse para empezar sus deberes de ese día.
Entró en la habitación de Lucius después de tocar un par de ocasiones y obtener su permiso. Su sorpresa no tuvo límites al descubrir que no estaba solo.
El rubio ya se había levantado y se encontraba sentado en un sillón al lado de la cama mientras disfrutaba de una bebida caliente. Ese día el clima era más frío que de costumbre, seguramente por la fuerte tormenta ocurrida en la noche. Lucius aún llevaba un albornoz de seda sobre su ropa de dormir, e hizo un ademán a Harry para que fuera hacia el armario a escogerle el atuendo de ese día.
El chico obedeció sin protestar y fingió no haber visto a Remus quien continuaba recostado sobre la cama, cubierto tan solo por una manta hasta la cintura y con una sonrisa que no ocultaba lo bien que la habían pasado.
— Supongo que recordarás las sugerencias del Conde durante la cena. —le dijo Lucius cuando el chico colocaba las prendas sobre la cama, Harry asintió en silencio—. He tenido consideraciones contigo en honor a la prometida de Draco, pero creo que el Conde tiene razón, de ahora en adelante tendrás que olvidarte de tus privilegios, tú y tu hermano deberán mudarse a una de las habitaciones de la servidumbre, ya me encargaré después de elegir cuál es la más conveniente.
— Sí, Milord.
— No puedes levantar la mirada en mi presencia a menos que yo lo ordene, y recibirás siempre al Conde con una reverencia formal, no quiero enterarme que vuelves a responderle tan altanero o tú y tu hermano saldrán de esta casa para siempre ¿entendiste?
— Sí, Milord.
Harry obedeció con la mirada fija en el piso pero tenía que apretar la mandíbula para no responder como quería, odiaba sentirse humillado y volvía a creer que la culpa de todo era del Conde. Sin embargo, no podía darse media vuelta y salir de esa casa mandándolos a todos al demonio, por más que lo deseara, antes que su orgullo estaba la salud de Ronald.
— Y finalmente, no volverás a infringir reglas de protocolo con mi hijo, le tratarás como el Señor que es, y te referirás a él de esa forma ¿lo has entendido?
— Sí, Milord.
— Milord —intervino Remus apenado, había estado observando y no creía que Harry fuera un aldeano común y corriente, tenía algo que los demás no presumían, amor propio—. Creo que el chico podría entender mejor las reglas si las aprende poco a poco ¿para qué abrumarlo ahora?
— Porque es orden del Conde. Pero tienes razón, creo que es suficiente por hoy.
— ¿Empiezo a vestirle, Milord? —preguntó Harry, ansioso por salir de esa conversación.
— Después, ahora quiero dejar en claro que no puedes comentar a nadie sobre la presencia de Remus en esta casa, mucho menos en mis habitaciones. Ayúdale a salir sin que nadie le vea, esa será tu responsabilidad, si no cumples, tendrás un severo castigo, en tus manos debe resguardarse mi reputación.
Harry no pudo evitarlo y levantó la mirada hacia Remus, aquella última orden le parecía más humillante para el ojimiel que para él, pero para su sorpresa, el hombre le sonrió amablemente, parecía que no le importaba haberse convertido en el amante oculto del Barón.
Tuvo que asentir obediente, si el ojimiel no protestaba, no era de su incumbencia.
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Demonios con corazón de azúcar
FanfictionEran dos almas solitarias buscando embaucarse el uno al otro. Sin embargo, sus artimañas quizá no sean tan eficaces cuando el corazón decide entrometerse. Snarry