Infamia

415 47 4
                                    



Infamia





Harry llegó a tiempo a la Estación para localizar al padre de Mariah y darle el paquete antes de que abordara el tren, por fortuna no tuvo problema en dar con él, aunque mientras se movía entre las personas que pensaban viajar tuvo la extraña sensación de que era observado.


"Debe regresar enseguida a la Mansión, joven" Le dijo apremiado el empleado de Lucius Malfoy, incluso miraba a su alrededor como si temiera algo o a alguien.


Harry supuso que le preocupaba que le culparan por haber abandonado la Mansión así que casi le juró que regresaría sin demora.


Sin embargo, al salir de la Estación miró a todos lados sonriendo, le gustaba ver la movilización de la gente, y estaba mucho más relajado después de la larga cabalgata. No tenía nada de ganas de regresar a encerrarse otra vez.


Tomó al caballo por las riendas y empezó a caminar sobre la calle principal. Era día de tianguis, y aunque los comerciantes ya se empezaban a retirar, Harry disfrutó curioseando las novedades en algunos de los puestos.


— ¿Harry? —le llamó alguien mientras cogía una manzana de un canasto, tenía hambre y pensó que quizá podía comerla mientras volvía a la Mansión.


Al volverse, descubrió a un hombre que ya conocía, le sonrió cortésmente al saludarlo.


— Que honor volver a verlo, Señor Lupin.

— Por favor, llámame solo Remus, me gustaría que fuésemos amigos.

— De acuerdo, Remus. —aceptó enfatizando su sonrisa, ahora se sentía mucho más identificado con el ojimiel, y hasta podía entenderle cuando no se enfadó por el hecho de que Lucius decidiera mantener su relación en secreto.

— ¿Y qué haces aquí?... Es muy tarde ¿no deberías estar en la Mansión?

— Por favor, no le diga al Señor Malfoy que me ha visto, ahora mismo regreso.

— Mejor ven a mi casa, Lucius vendrá más tarde y te acompañará, no es buena idea que regreses solo.

— No pasará nada, y preferiría que no me vea.

— No seas tonto, ven conmigo, y así aprovechamos para platicar un poco.


Harry dudó en quedarse, no quería recibir un castigo por haber ido al pueblo, pero Remus se apresuró a pasarle un brazo por sobre sus hombros empujándole para que caminara. El ojiverde decidió aceptar la invitación, él también tenía deseos de conversar con alguien después de tantos días encerrado en aquella enorme y solitaria casa.


Remus no vivía demasiado lejos, pero Harry notó que el hombre caminaba muy rápido asegurándose a cada momento de que no estuviesen llamando demasiado la atención.


En cuanto llegaron a casa, el rostro del ojimiel se relajó tan notablemente que Harry empezó a preocuparse, más aún cuando Remus colocó una enorme tranca en la puerta y apagó las luces de la primera estancia llevándolo hasta la sala donde encendió una pequeña vela después de asegurarse que las puertas y cortinas se encontraban bien cerradas.


— ¿Sucede algo? —preguntó Harry sentándose en uno de los sillones, no quería mostrarse demasiado exaltado pero tampoco podía evitar preguntar.

— ¿Nadie te lo ha dicho, verdad?

— ¿Qué cosa?


Remus titubeó deseando hablar, pero al final solo sonrió haciendo un ademán para restarle importancia al asunto, fue a la cocina de la cual regresó con un par de cervezas de malta.


— Espero que te guste, es una bebida especial que tomé de mi trabajo... nos la dan gratis a veces, no la robé. —aclaró ante la mirada suspicaz de Harry—. ¿Y dime, Harry, qué hacías en el pueblo?

— La hija de uno de los trabajadores de la Mansión olvidó darle algo a su padre que partía esta noche en el tren. Fui a la estación a dárselo.

— Muy noble de tu parte, pero también algo imprudente.

— ¿Qué es lo que les pasa a todos que me quieren tener encerrado?


Remus volvió a concretarse a sonreír sin responder. Miró de reojo la puerta esperando que Lucius no demorara en llegar, a cada momento empezaba a sentirse más y más nervioso. Y como no quería que Harry lo notara, se le ocurrió que debía cambiar de conversación a algo que al chico sí le entusiasmaría hablar.


— Supe que el Conde te tiene aprecio, Harry. Me lo dijo Lucius, así que no te molestes en negarlo. —aseguró divertido por el brillo de luz en los ojos verdes.

— Nunca me molestaría en hacerlo, me siento feliz y orgulloso de ser su amante.

— El Conde es un hombre especial, nunca había tenido en su cama a alguien que siguiera viendo durante el día... Me refiero a que parece que eres algo más que eso.

— ¿En serio lo piensas? —cuestionó ilusionado.

— Si no, no te lo diría. Y no me asombra en realidad, eres un joven muy atractivo y con algo muy especial que no puedes disimular... la gente no puede evitar notarlo, Harry.

— Lo único que me importa es que él piense que soy especial, lo sea o no. Los demás pueden decir lo que quieran, sé que probablemente no estén felices de que el Conde haya elegido a un simple aldeano pero me siento tan fortalecido por mi amor por Milord que no me importaría enfrentarme a la mismísima Corona si se enteran.

— Ojalá no sea necesario llegar a eso. —comentó con una fugaz sombra en su mirada.

— ¿Y tú, Remus, te va bien con el Señor Malfoy?

— Maravillosamente, sobre todo ahora que el Príncipe ha partido de viaje y no tiene que guardar las apariencias, va a verme a mi trabajo y luego pasamos el resto de la noche aquí... no puedo pedir más.

— Podrías, si quisieras.

— No me atrevería a exigirle algo que no puede darme. El dinero y los títulos nobiliarios no me interesan, lo único que quiero en una relación es afecto y fidelidad y Lucius me los da.

— ¿No te molesta en nada tener que esconderte como si hicieras algo malo?

— Quizá un poco, pero es un precio muy bajo para lo que recibo a cambio. Soy afortunado, Harry, amo a alguien que me ama, no quiero torturarle pidiéndole lo que no está en sus manos. Sé que Lucius desea también formar una vida a mi lado sin tener que dar cuentas a nadie, y si en mí está el poder de regalarle la tranquilidad de no angustiarse por eso, lo haré, así tenga que vivir en las sombras hasta el día de mi muerte.

— Yo también lo haría por el Conde, pero a veces quiero que el mundo entero lo sepa... sobre todo porque no quiero que lo piensen libre, me irrita la idea de que alguien más se crea con derecho a acercársele, o que sus amigos le organicen alguna de esas desenfrenadas bacanales donde las mujeres se le ofrezcan, o los hombres lo toquen... o peor aún, que Su Alteza le exija descendencia.

— Por las fiestas no te preocupes, él no ha organizado ninguna ni tampoco acude ya a esas reuniones y no tenemos que ser adivinos para saber el porqué. Sin embargo, la última opción es muy posible y el Conde ha jurado lealtad y obediencia a la Corona... ¿puedo preguntar qué harías en ese caso?

— No tengo idea. —confesó preocupado—. No me siento con valor de alejarme de él... tal vez tendría que cerrar la boca y tragarme mi dolor para soportarlo. Pero a veces creo que preferiría tirarme al río antes que verlo con alguien más.


Remus le estrechó la mano en señal de solidaridad, a pesar de que aparentemente se encontraban en la misma situación como amantes de gente importante, el lugar de Harry era mucho más complicado. El ojimiel se compadecía al verlo tener que enfrentarse a problemas que no debía tener alguien de la edad de Harry.


Sin embargo, eso no sería el mayor de todos ellos. Los abruptos golpes en la puerta se lo recordaron.


Remus se puso de pie de inmediato ordenando a Harry que no se moviera de su lugar.


— ¿Qué pasa? —preguntó Harry angustiado, tras la puerta se escuchaba mucho ruido y gritos.

— Dios nos ampare, Harry, ojalá Lucius llegara ya.


Harry se asustó más al verlo tan abrumado, obedeció y se quedó en su lugar mientras Remus se dirigía a la primera estancia. Desde donde estaba pudo verlo respirar hondo antes de hablar.


— ¿Qué es lo que quieren? —cuestionó logrando que el tono de su voz fuese de molestia y no atemorizada—. ¡Lárguense y dejen de importunar a las personas en su descanso!

— ¡Entréganos al muchacho, Lupin! —dijo una voz desde afuera—. ¡Sabemos que está ahí y si no abres tumbaremos la puerta!

— ¡Guarda silencio, Pettigrew, siempre has de provocar a la gente con tus supersticiones, vete de aquí antes de que te arrepientas!

— ¡Ni siquiera tu amante podrá ayudar ahora, Lupin, y sabemos que el Conde está de viaje, así que entréganos al asesino o tú correrás su misma suerte!


Harry se había acercado al quicio de la puerta que le separaba de Remus, escuchó el intercambio de palabras y cada vez se sentía más confundido y asustado, afuera se escuchaba demasiado alboroto, tal vez no podía ver pero estaba seguro de que eran muchas personas las que gritaban.


— ¿Qué quieren, Remus? —preguntó temeroso—. ¿De qué asesino hablan?


Remus se giró a mirar a Harry, su mirada revelaba su enorme preocupación pero Harry no entendía aún lo que pasaba. Vio como Remus no le respondía y corría hacia un baúl buscando algo pero solo encontró un viejo martillo de bronce que no le serviría de nada.


La multitud empezó a empujar contra la puerta. Harry miró hacia atrás buscando otra salida pero las ventanas traseras también estaban siendo vapuleadas, no tenían escapatoria.


— ¡Diles que no hay ningún asesino aquí, Remus! —le pidió asustado, las maderas empezaban a crujir y romperse.

— Harry, ven acá y escóndete dentro del baúl.

— ¿Yo, pero yo porqué?


A Remus ya no le dio tiempo de explicar nada, la puerta cedió y una muchedumbre entró portando antorchas para iluminarse. Rápidamente el ojimiel corrió intentando interponerse en el camino de aquel que llamaba Pettigrew y Harry.


— ¡Él no ha hecho nada! ¡Váyanse o el Conde se vengará si le tocan uno solo de sus cabellos!

— ¡Muévete Lupin, ya nos encargaremos del Conde en su momento!


Remus retrocedió junto con Harry hacia la pared más cercana, no le quedaba más que orar para que Lucius apareciera pronto y dispersara a toda esa bola de ignorantes. Sin embargo, no les fue demasiado difícil apartarlo del camino y sujetar por la fuerza a un incrédulo Harry.


— ¡Suéltenme, yo no hice nada, ustedes se equivocan!

— ¡Eres un cínico, perro, yo mismo te vi asesinando al Lord! —le acusó Peter.

— ¡Yo no he matado a nadie, no sé de qué hablan!


Harry fue obligado a salir de esa casa, la gente le empujaba con furia hacia la calle. Remus se apresuró a ir tras de él, estaba aterrado, las personas se interponían en su camino impidiéndole llegar fácilmente, pero él no estaba dispuesto a dejarle solo.


No recorrieron muchas calles, llegaron hasta un granero de madera. Dos hombres se encargaron de encadenar a Harry a una de las vigas. El chico forcejeaba un poco, estaba aún demasiado asombrado mirando todo aquello, estaba seguro de que debían estarle confundiendo con alguien más pero no parecían dispuestos a escucharle.


Notó que eran unas cuarenta o cincuenta personas pero por los gritos e improperios que le dirigían parecían ser mucho más, no tenía idea de qué los había puesto tan furiosos.


Los dos hombres que le sujetaron se apartaron uniéndose a los demás, justo en ese momento Remus lograba abrirse paso e interponerse en el espacio que habían dejado entre ellos y Harry.


— ¡Les advierto que están cometiendo un grave error! ¡Harry Potter no es lo que ustedes piensan! —aseguró valientemente, sin importarle estar arriesgándose tanto.

— ¡No intentes engañarnos, no tiene caso! —le respondió Peter para luego dirigirse a la multitud—. ¡Yo lo vi! ¡Este chico, siendo un pueblerino, sin instrucción mágica, y sin siquiera hacer uso de una varita, asesinó a Tom Riddle!

— ¡Yo no he matado a nadie! —gritó Harry, ni siquiera recordaba haber conocido a alguien llamado así.

— ¡Mentiroso! —le gritó Peter—. ¡Fue en el río, recibiste la maldición asesina más poderosa existente y no te pasó nada, usaste magia para regresarla y así matar un Noble!

— Pero... yo no hice magia. —titubeó Harry recordando el momento en el río, estaba asustado, él no sabía que el otro hombre había muerto.

— ¡Entonces debes tener pacto con el demonio! ¡Por eso sobreviviste al rayo que cayó en tu vivienda, por eso has logrado engatusar al Conde, eres un ser maligno! ¡Tus malas artes recayeron hasta en el Príncipe, ya se ha corrido el rumor de que él y el Conde se comparten el derecho de saciar sus necesidades en tu lujurioso cuerpo!

— ¡Basta! —gritó Remus harto de aquello.


Se hizo un silencio por unos segundos, todos miraban a Harry con terror, asustados por la narración de Peter Pettigrew, y además, asombrados de ver gritar al siempre silencioso Remus Lupin.


Por un momento, el ojimiel tuvo la esperanza de hacerlos comprender y respiró hondo, no podía permitir que se llevara a cabo una injusticia tan vil.


— Liberen al chico, esto es un error y el Conde se encargará de explicárselos y compensar su generosidad a su regreso.

— ¡El Conde nos premiará por haberlo liberado del yugo que le ha sometido este seductor endemoniado! —respondió Peter.

— Yo puedo confirmarlo. —dijo otra voz apareciendo desde el fondo de la multitud hasta llegar al frente. Harry se sobrecogió al verlo y más cuando notó la mirada de odio de Argus Filch—. Harry Potter también usó sus artes seductoras en mí para que le regalara cuanto quisiera y fue solo una trampa ¡me robó y por su culpa el Conde casi me mata!... Aún recuerdo cómo se lo ordenaba, como le pedía a Milord que usara su varita en mi contra prometiéndole a cambio todos los placeres de la carne.

— N-no es cierto. —gimió Harry rogando estar en una pesadilla.

— ¡Claro que no es cierto! —le defendió Remus—. ¡Por Dios, es un niño solamente, no pueden ser tan ciegos de creer lo que dicen dos hombres llenos de odio!

— ¿Y tú porqué le encubres, Lupin? —increpó Argus Filch—. ¿Acaso te ha dado sus favores también?... Esa es una noticia muy interesante para el Conde.

— Estás podrido, Argus. —siseó el ojimiel, asqueado por tanta corrupción—. Vas a pagar muy caro cada una de tus palabras.

— ¡Basta de tanta palabrería! —interrumpió Peter—. Ya todo ha quedado claro, Harry Potter debe morir.


Peter fue el primero en tomar una piedra y levantarla, los demás hicieron lo mismo con cualquier cosa que encontraran a su alrededor, todos lucían dispuestos a lapidar al ojiverde. Remus retrocedió protegiendo a Harry con su propio cuerpo y fue él quien recibió el primer golpe.


— No. —gimió Harry sin poder contener el llanto, le asustaba que Remus muriera por su culpa—. Por favor, vete.

— Tendrán que pasar sobre mí para tocarte. —le susurró soportando el golpe de otro objeto en su espalda.

— Remus...


Harry sollozaba conmovido por la lealtad de quien apenas le conocía, pero no podía permitirle tal sacrificio y se esforzó por mostrarse fuerte.


— Escucha, Remus, ve a buscar al Señor Malfoy... yo soportaré, te lo prometo, pero corre por él.

— ¿Estás seguro?

— Siempre cumplo mis promesas... si quieres ayudarme, sal de aquí y ve por el Barón.

— Por favor resiste. —suplicó Remus con la angustia en sus ojos, sabía que la única posibilidad de salvarlo era hacer lo que le pedía—. Eres muy valiente, Harry, yo te prometo que no llegaré tarde.


Harry asintió demostrándola su confianza. A Remus le costó demasiado poder dar un paso en retroceso, tuvo que cerrar los ojos y correr para no mirar atrás o de lo contrario jamás lograría irse en busca de Lucius. Los Aldeanos presentes le creyeron un cobarde y se rieron de él mientras huía para salvarse.


Las piedras siguieron cayendo, Harry sentía los golpes en su cuerpo sin emitir ni un sonido de dolor. Una le golpeó en la frente provocando que un hilo de sangre resbalara por su rostro, todo a su alrededor se nubló y las piernas le temblaban pero ni así volvió a suplicar ni a demostrar debilidad.


De pronto, Argus Filch levantó las manos ordenando el cese de la agresión. Aunque un poco molestos por la interrupción, obedecieron, curiosos por saber qué más tenía que decir el tendero del pueblo.


— Antes de que muera exijo que este muchacho me pague lo que me debe.


Harry levantó la mirada sin comprender, no sabía qué esperaba ese hombre que le diera. La gente tampoco parecía entender las palabras de Argus Filch, pero cuando lo vieron caminar hacia el chico, ya no tuvieron que preguntar más.


Harry tampoco lo dudó, casi se incrustaba en la pared intentando retroceder, aquello era algo que no podría soportar. Prefería las pedradas... sí, definitivamente las prefería.


— ¿Argus, qué haces? —preguntó Peter con asco—. ¿Cómo te atreves a querer tocarle? ¿Es que no has oído que está maldito?

— ¡Yo pagué por él, y si no les gusta se aguantan!


Unas pocas personas retrocedieron, aquello les parecía más inmoral que lapidar a un criminal. Argus no le dio importancia a ese hecho, llegó hasta Harry sujetándole agresivamente por el rostro, sus ojos reflejaban lujuria y satisfacción por el temblor en el cuerpo de su presa.


— Ahora sí, Harry Potter, te toca ser buenito conmigo si no quieres que tu muerte sea más lenta.

— No me toque. —gruñó enfurecido—. Ese es un derecho que sólo le pertenece al Conde.

— Idiota. ¡como si me importara el Conde!... seré muy feliz cuando sepa que he probado su mercancía, ¡la mercancía que él me robó!

— ¡Le juro que si se atreve a propasarse conmigo se va a arrepentir! ¡Mi vida y mi cuerpo son para Severus Snape, no permitiré que nadie disponga de ellos!

— ¿Y qué vas a hacer? ¿Matarme? —cuestionó burlón.


Argus acercó su rostro besando al chico mientras que su mano se deslizaba a su entrepierna apretándosela furioso. Harry se removía intentando liberarse pero las cadenas estaban muy apretadas, entonces dobló su rodilla logrando golpear al hombre en sus genitales. Argus se separó por el dolor, pero ni bien se hubo recuperado volvió a apoderarse de los labios de Harry sin importarle que éste casi vomitara sobre él.


La furia e indignación de Harry llegó a límites que nunca antes había sentido.


Los demás que presenciaban la escena no daban crédito a lo que veían, su atención estaba puesta en las cadenas que explotaron liberando al condenado. Harry sintió sus manos libres y empujó a Argus con toda su fuerza y repulsión antes de caer al suelo de rodillas.


Entre nubes de confusión vio como el hombre salía despedido varios metros y cayó sobre un arado que le atravesó el pecho consiguiendo una muerte instantánea.


Pero la furia de Harry no terminaba ahí, volteó a mirar a los demás, todos retrocedieron intentando huir del demonio que ahora estaba libre y con rabia asesina en los ojos.


— ¡Ninguno de ustedes volverá a difamar a nadie! —gritó impetuoso.


Las puertas del granero se cerraron con trancas impidiendo que las personas lograran salir. Harry escuchó sus gritos de terror y sonrió sin ganas, una gran luz se proyectó hacia toda la muchedumbre y poco a poco fueron cayendo al suelo como moscas.


Harry apenas podía respirar, las fuerzas se le iban pero se mantuvo consciente hasta que la última persona hubiese caído. La luz entonces se apagó y Harry Potter exhaló profundamente antes de dejarse caer sobre la paja que cubría el suelo. Cerró los ojos mientras una última lágrima escapaba silenciosa y triste entre sus párpados.



0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0

Demonios con corazón de azúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora