Tocando fondo

533 75 5
                                    


Tocando fondo





Ron dejó a medio preparar la sopa que cocinaba y salió corriendo en cuanto escuchó el lamento de Harry. Se asustó al verlo de pie mirando angustiado hacia la vereda.


— ¿Harry, qué sucedió? —le pregunta después de cerciorarse que no había nada peligroso a su alrededor.

— Lo eché todo a perder.


La voz de Harry se escuchó hueca, Ron se le acercó con miedo, nunca le había visto así, casi a punto del llanto. Le tomó de la mano para llevarlo hacia el interior de la humilde vivienda, el ojiverde se dejó conducir hasta que ambos se sentaron en la pequeña mesa que les servía para comer.


— ¿Qué pasa, Harry, porqué estás así?

— Todo lo arruiné, Ron. —le respondió mirándole a los ojos, fue en ese momento que las primeras lágrimas aparecieron, Ron se estremeció al verlo, Harry nunca lloraba por nada así que lo que le estaba pasando tenía que ser grave.

— ¿Pero qué arruinaste?

— Lo del Conde... fue horrible, es un tirano maldito. Lo vi en la colina y todo salió mal... ahora no querrá verme nunca.


Harry relató brevemente a su amigo lo ocurrido en la colina, éste le escuchó en silencio, ahora entendía porqué su exaltación.


— ¿Pero estás bien? —preguntó preocupado—. ¿De verdad que ese hombre no te hizo daño?

— Sí, estoy bien, pero eso no importa ahora. —dijo limpiándose las lágrimas, aún le dolía su muñeca y el golpe en la cara pero era lo de menos, lo que más le lastimaba era el resultado final—. Todo salió mal, se supone que mi primer encuentro con el Conde tenía que ser especial, él debía verme como alguien intachable y ahora me piensa como un asqueroso manipulador.

— Pero tú mismo lo has dicho, ahora sabes que es un mal hombre, un tirano prepotente capaz de matar... Harry, yo me alegro que lo hayas descubierto a tiempo.

— ¡Pero Ronald! —exclamó desesperado—. ¡¿Es que no te das cuenta que perdí la única oportunidad que tenía de sacarte de esta miseria?!... y ahora para colmo, ya ni siquiera podré obtener víveres con Filch.

— Por mí no te preocupes, hemos logrado sobrevivir y así seguirá siendo, yo ya me siento mejor y pronto podré ayudarte.


Harry intentó sonreír pero le era demasiado difícil, no podía creer que su destino y el de Ronald era seguir en esa vieja choza. Su amigo se puso de pie para servirle un poco de la sopa, estaba ansioso por animar a Harry.


Harry aceptó el alimento pero apenas podía tragarlo, le dolía en el alma tener que atenerse a esa sopa insípida, y pronto quizá ni siquiera podrían conseguir ni un pedazo de pan. Ya no tenían dinero para nada.


Llevó su mano a uno de sus bolsillos, sintió el bulto de la cocoa, era la víspera del cumpleaños de Ron, y se prometió que si tenía que robar leche para prepararle su sorpresa, lo haría.


0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0=0





Lucius arribó a casa de su amigo sin tener idea con lo que se iba a encontrar. Uno de los empleados le recibió nervioso en la puerta, le tomó su sombrero y su bastón sin estar seguro de si debía permitirle la entrada.


— Creo que no es un buen momento, Milord. —expuso titubeante—. El Conde no se encuentra en condiciones de recibir a nadie.

— ¿Qué es lo que pasa, Ethan?

— No lo sé con exactitud. —respondió confundido, en ese momento se escuchó un gran estruendo en uno de los pisos superiores, ambos miraron hacia arriba al mismo tiempo—. Ha estado así desde que llegó y no permite que nadie entre a sus habitaciones.

— Iré a hablar con él.


Lucius se apresuró a subir las elegantes escaleras de mármol que conducían a las habitaciones superiores. Le sorprendió encontrarse con las puertas cerradas en los aposentos de su amigo, generalmente siempre estaban abiertas para él.


— ¿Severus? —le llamó tocando a la puerta.


Los ruidos seguían escuchándose del interior y por un segundo pensó que no sería atendido, sin embargo, pronto escuchó las pisadas del Conde dirigiéndose a la puerta, y después de jalar a su amigo hacia el interior volvió a correr los cerrojos.


Lucius dio un rápido vistazo a su alrededor, vio como retratos que eran verdaderas obras de arte habían sido arruinados, tenían quemaduras producto de destellos mágicos. Los jarrones de porcelana yacían en el suelo hechos añicos y la cama estaba destrozada al igual que las almohadas que habían esparcido sus plumas por todo el lugar.


Al aspecto de su amigo no era mejor, tenía la camisa desfajada y mal abotonada, todo el cabello revuelto, sus ojos vidriosos lo que relacionó con ingesta excesiva de alcohol pues aun llevaba en su mano derecha una botella de Whisky casi vacía.


— ¿Qué está pasando aquí?

— Eso que ves, mi querido Lucius... —siseó Severus tambaleándose hacia la cama—... es lo que quisiera hacerle a ese muchachito imbécil ¡Es lo que debí haberle hecho!


Severus bebió lo que restaba del whisky se dejó caer boca abajo sobre el colchón. Lucius rodeó la cama sentándose en una silla, aun no podía creer lo que veía, su amigo nunca había perdido el control de ese modo.


— ¿A quién te refieres?

— ¡A ese perro! —gritó enfurecido—. ¡Harry Potter se llama, y ojalá nunca hubiera sabido su nombre porque ahora le odio más, quisiera no haberle conocido, era mejor cuando solo era una fantasía!

— ¿Te refieres al aldeano que mirabas?

— ¡Ahora quisiera sacarme los ojos para no verlo más! —gruñó desesperado—. ¡Tapiaré esa ventana, no quiero ningún recuerdo de que alguna vez existió!... O no, mejor no, ¡mejor le echaré del pueblo, haré que se vaya, le arruinaré la vida! ¡Lo prometo!

— ¿Puedes explicarme qué es lo que ha pasado para que le odies tanto?


Severus jadeó recuperando el aliento, cerró los ojos y recordó lo sucedido esa tarde. Relató a su amigo lo sucedido, necesitaba confesárselo a alguien y esperar que de esa forma sentir que realmente no valía la pena... pero no fue así, al contrario, expresarlo con palabras fue aún más doloroso.


— ¿Sabes qué es lo peor, Lucius?... —preguntó medio adormilado por el alcohol—... que le sigo deseando, tal vez más que antes... M-me hace falta aquí. —agregó abrazando su almohada destrozada—. Es tan hermoso, Lucius... nunca conocí a nadie tan adorable como él.


Severus cayó en un profundo sueño. El rubio abandonó su asiento para acomodarle bien sobre la cama y cubrirle con una manta. Afectuosamente le apartó el cabello del rostro sorprendiéndole al notar que el gesto de Severus era de un sufrimiento nunca visto antes en él.


— Ay, amigo mío... tienes razón, ese aldeano sí que te importa. Ojalá pudiese ayudarte.


Lucius no se imaginó que sus buenas intenciones probablemente estaban más al alcance de su mano de lo que creía.


Demonios con corazón de azúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora