Rompiendo con el pasado

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Rompiendo con el pasado





Harry guardó silencio un par de segundos antes de responder, sabía que sería evaluado con su respuesta.


— A lo que sea que no hiera ni mi espíritu ni mi honradez. —aseguró finalmente procurando que su mirada fuese convincente pero su voz asustada y temerosa, de esa manera lograría ser visualizado como un reto a hacerle cambiar de opinión.


Se sentía un mentiroso, porque de ese momento estaba dispuesto a abrir sus piernas si era necesario para no volver a dormir a la intemperie y no arriesgar a Ronald a otra de sus fiebres.


Lo haría, aunque tuviese que cerrar sus ojos y contener el llanto porque ese hombre no era el que quería, porque su cabello rubio no le provocaba hundir sus dedos en él, porque no tenía ojos tan negros como la noche y su voz no le estremecía de la forma que solo aquella que continuaba grabada en sus oídos podía hacerlo... porque su pecho no le tentaba a descansar su cabeza arrullándose con el sonido de su respiración, y suspirar y... porque no era él, el único hombre que sentía odiar y al mismo tiempo, deseaba con todas sus fuerzas.


— Muchos morirían por estar en tu lugar ¿Lo sabes?

— No veo a ninguno aquí. —respondió consiguiendo que su voz luciera ingenua y no cínica—. Escuche, me he desafiado a mí mismo a presentarme ante un Noble Caballero solicitando la más honrosa de las tareas, es un privilegio que jamás osé soñar pero lo valoraría si me da la oportunidad de demostrarle que soy el indicado.


Los labios de Lucius se estiraron en una sonrisa. Harry no sabía si se burlaba de él o estaba divirtiéndose a sus costillas, pero no importaba, con tal de tener un techo donde dormir esa noche.


— Quedas contratado, Harry Potter. —afirmó Lucius de improviso—. Busca a mi hijo, él se ha ofrecido para adiestrarte en tus labores.

— Gracias, de todo corazón se lo agradezco.


Harry le reverenció antes de salir, y cuando lo hizo, tuvo que quedarse un momento recargado en la puerta de la biblioteca en donde había sido recibido, las lágrimas de felicidad se aglomeraban en sus ojos pero no quería que nadie viese ese signo que podía ser considerado de debilidad.


Se limpió la cara con las manos antes de proseguir su camino hacia la Estancia principal en donde Draco y Ron le esperaban.


Le sorprendió ver que solo estaba el pelirrojo esperando sentado en un taburete de una esquina, parecía sentirse incómodo y no se atrevió a ocupar un lugar en alguno de los amplios y lujosos sillones de terciopelo.


— ¿Y Draco?

— Tuvo que salir un momento, parece que llegó un mensajero para él... ¿te dieron el trabajo?

— Sí. —respondió sonriente—. Seré el Paje de Lucius Malfoy.

— Aún no puedo creerlo, realmente es una maravillosa noticia, Harry, y te mereces eso y más, es una oportunidad que no se la dan a cualquiera.

— Lo sé, y pienso aprovecharlo muy bien.


Ron sonrió poniéndose de pie mientras miraba a su alrededor preocupado. Harry le notó y fue hacia su amigo, no le gustaba verlo angustiarse por nada, mucho menos ahora que todo apuntaba hacia la solución de sus más graves dificultades.


— Ron, no le pregunté al Señor Lucius pero supongo que no tendrán ningún inconveniente con que nos quedemos a dormir aquí desde ahora, ya todo estará bien para nosotros.

— Harry, le mencioné a Draco la posibilidad de que me empleara en algo, en lo que sea, pero... parece que no hay nada para mí aquí.

— Bueno, pero eso no importa, Ron, tú te quedas conmigo porque eres mi hermano y...

— Es que yo no quiero ser un parásito, me sentiría mal si no hago nada a cambio de mi permanencia en este lugar.

— No pienses así, yo pagaré por tu estancia en la casa, Ron, ellos no tienen porqué negarse.

— Tal vez, pero quizá sea mejor que yo busque otro lado donde quedarme.

— ¡Claro que no! —exclamó abrazándole con fuerza—. Si te vas tú, me voy yo contigo.

— Eso no pienso permitirlo nunca.

— Ni yo. —agregó una voz entrando a la estancia en ese momento.


Harry soltó a Ron para mirar hacia donde Draco había aparecido. El rubio les sonreía con discreción.


— Parece que la fortuna está de su lado. —les dijo haciendo un ademán invitándoles a tomar asiento, ellos le obedecieron en silencio.

— ¿A qué te refieres?

— Un amigo mío viene para la fiesta de compromiso, le esperaba para esta semana pero tuvo un inconveniente. Recién he recibido noticias informándome que unos de sus hombres enfermaron en el camino y uno de ellos, su Paje personal, necesitó quedarse hospitalizado en el puerto en que desembarcaron por lo que no podrá continuar el viaje.

— Es una pena. —lamentó Harry distraído, su mente ya intuía lo que Draco quería decirles y rogaba por no equivocarse.

— Así es, en fin, me envió un mensajero pidiéndome que le consiga un sustituto mientras dura su estancia en el pueblo, él tiene que viajar después para entrevistarse con su Majestad pero volverá y se quedará aquí hasta mi boda... ¿Ronald, te interesaría ser quien sustituya al Paje?

— ¿Yo? —cuestionó el pelirrojo palideciendo—. ¡Pero no tengo idea de qué hacer!

— Eso no importa, desde mañana Harry empieza con su instrucción así que tú también puedes hacerlo, así tendrás tiempo suficiente para actuar como un verdadero Paje para mi amigo.

— En verdad te lo agradezco mucho, te prometo que me esforzaré a conciencia para que tu amigo no tenga queja de mí.

— Estoy seguro de eso. —respondió el rubio sin dudar—. Bien, dispondré ahora mismo de sus habitaciones, preferiría que se quedaran a dormir aquí para poder empezar mañana temprano ¿de acuerdo?

— ¡Claro! Ron y yo nos quedaremos.


Draco se puso en pie indicándoles que le siguieran. Ron y Harry obedecieron de inmediato, ambos estaban felices y ansiosos de empezar a convertirse en los mejores Pajes del mundo.


El rubio decidió que no les daría habitaciones en el área de empleados, supuso que su novia no estaría de acuerdo con ello, además, también a él le parecía una mejor idea ir aumentando el nivel social de los mejores amigos de su futura esposa, así que les condujo hasta el segundo piso de su mansión de tres plantas.


Pensó en darles habitaciones separadas pero tanto Harry como Ron prefirieron ocupar una sola, siempre habían dormido juntos y no les entusiasmaba la idea de estar separados en la primera noche que pasaban en esa enorme casona. El rubio no objetó nada, les condujo hasta una habitación el doble de grande de lo normal.


Al entrar, los dos amigos se quedaron mudos de la impresión, nunca habían estado dentro de una recámara tan enorme y lujosa, tenía dos camas con doseles beige y dorado con grandes almohadas de plumas de ganso. En un extremo de la habitación se encontraba un cómodo escritorio con lo suficiente para redactar cartas o leer. Una hermosa alfombra persa de un color vino cubría el piso, eso le gustó mucho a Harry, así el ambiente era más cálido y confortable para Ron y ayudaría a que se recuperara más rápido.


Tenían chimenea, era grande y hecha de mármol color perla, en esos momentos se encontraba apagada. Solo tenían una ventana, pero era enorme y cubierta de pesados cortinajes rojos.


Draco se acercó a la chimenea y encendió una lámpara usando su varita. Harry le observó con culpa, siempre envidiaría el poder de hacer magia, pero nunca, por más que ahorrara, podría comprar una varita, además de que no se lo permitirían.


— Mañana enviaré por el sastre para que les confeccione un atuendo adecuado, pero por lo pronto les conseguiré un poco de ropa, tendrán que tirar eso que llevan puesto, no es adecuado. —les dijo señalando su vestimenta tan desgastada para luego girar hacia una puerta a su derecha—. Esta habitación dispone de un cuarto de aseo privado, será mejor que se den un baño, calentaré agua para ustedes.

— ¿Bañarnos? —preguntó Ron a disgusto con la idea.

— Ahora no carecerán de agua como en el pueblo, tendrán que hacerlo a diario, mi padre y yo somos amantes de la limpieza, ténganlo siempre en cuenta. Ahora debo irme, los veré mañana temprano.


Draco se dirigió al cuarto de aseo y con dos pequeños movimientos de su varita llenó de agua tibia una gran tina de porcelana para después marcharse deseando que pasaran una buena noche.


Harry y Ron se quedaron en su sitio unos segundos, ambos miraron hacia el cuarto de baño sin atreverse a dar el siguiente paso. Fue el ojiverde el que primero se animó a entrar, ahí olía realmente bien. Algo desconfiado tocó el agua y le gustó la sensación de introducir su mano en agua templada, nunca en su vida se había bañado más que con el agua del río, ese sería un gran cambio.


— ¿Vas a hacerlo? —preguntó Ron alcanzándole.

— Ya lo oíste, tenemos que bañarnos diario y prometimos obedecer.

— Sí, pero...

— Ron, el agua está deliciosa, no creo que te haga daño.


Ron dudó un poco mientras miraba como su amigo se deshacía de su ropa dejándola en el piso y se introducía en la tina totalmente desnudo. El pelirrojo giró su mirada hacia un ropaje que colgaba de un gancho.


— Mi madre una vez me dijo que la gente rica no se desnuda para bañarse... parece que tenías que usar eso.

— Es una locura, ya deja de poner pretextos y ven, te va a gustar.


Ron respiró hondo, no le agradaba la idea pero Harry tenía razón, era necesario obedecer. También ignoró la prenda de baño y se metió desnudo junto a Harry sin poder contener un gemido de placer ante el contacto del agua limpia con su piel.


— Cielos, esto es...

— Una delicia, y prueba esto. —le invitó extendiéndole un jabón.

— Huele demasiado. —dijo tosiendo después de llevar el aromático limpiador muy cerca de su nariz.

— A mí me encantó.

— Sí, quizás no esté tan mal.


Los dos chicos rieron cuando la espuma empezó a brotar y entonces el baño se convirtió en un verdadero juego entre los dos. Disfrutaron de estar ahí durante varios minutos hasta que los dedos se les arrugaron y el agua ya no se sentía tan tibia.


Regresaron a la recámara donde vieron ropa de dormir sobre sus camas. Ambas de suave y fresco algodón puro, ninguno de los dos podía creer lo sedosas que eran, y hasta ese momento notaron la diferencia con la incomodidad de sus ropas habituales. Al recordarlas, Harry fue por ellas al baño.


Ron le vio usar la lámpara que Draco dejara encendida para encender a su vez la chimenea y entonces, arrojó todas sus prendas al fuego.


— ¿Porqué haces eso? —preguntó el pelirrojo.

— Porque no volveremos a usarlas, Ron, nunca más en nuestra vida regresaremos a la pobreza y no quiero tener ningún recuerdo de esos días tan tristes.


Ronald asintió, desde que su familia muriera todo había sido una pesadilla, él tampoco quería recordarla y oraba para no tener que volver a pasar por eso, se acuclilló junto a su amigo viendo como los humildes ropajes se consumían en cenizas. Ahí estuvieron sin decir nada por varios minutos hasta que el estómago de Ron rugió de hambre y el de Harry le hizo compañía.


Ni siquiera recordaban cuándo habían comido bien por última vez, y lamentaron no haber pedido permiso para ir a las cocinas, pero de pronto, un ruido a sus espaldas les hizo voltear y vieron como un par de bandejas aparecían de la nada en una mesa del rincón.


Intercambiaron miradas una vez más antes de animarse a ir a mirar. Algo desconfiados levantaron las cubiertas de plata y al ver que había grandes cantidades de fruta, así como tostadas calientes y sopas de aspecto extraño pero con aroma delicioso, sus pupilas se dilataron.


Aquella noche no la olvidarían nunca.


Demonios con corazón de azúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora