Vida en tormento

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Vida en tormento





Remus caminaba de un lado a otro en el pasillo frente a la habitación donde habían llevado a Harry. Estaba muy preocupado, el chico parecía muerto cuando llegaron a salvarle. Aún no podía recuperarse de la impresión ante la imagen con que se toparon al entrar al granero. Lucius se vio obligado a derribar la puerta mediante magia y realmente le costó bastante, parecía estar sellada mágicamente, pero cuando lo consiguió, la sorpresa aumentó creyendo que habían llegado demasiado tarde.


Ahora esperaba a que su amante saliera de la habitación y poder tener noticias de Harry. Un médico y Lucius tenían casi una hora adentro haciendo todos los esfuerzos posibles para salvar al chico.


Se acercó a la puerta tentado a entrar pero no podía interrumpir, cualquier distracción quizá provocaría que la tragedia aumentara. Remus suspiró orando en silencio mientras rogaba también para que el hombre que Lucius había enviado por Severus llegara a tiempo.


No recordaba haber visto a su amante tan duro y amenazador cuando le pidió al mejor y más confiable de sus guardias que si no llegaba con el Conde en menos de veinticuatro horas pasaría el resto de su vida en las mazmorras.


Remus lo escuchó asustado, eso era imposible, Severus no estaba a menos de tres días de camino. Pero luego vio que Lucius hechizó el caballo de su guardia y tuvo que restregarse los ojos cuando le vio partir casi a la velocidad de un rayo.


Nunca pensó que su amante fuese tan poderoso, sintió que la admiración que le profesaba aumentaba vertiginosamente, y ahora, uniendo sus fuerzas con el médico que curaba a Harry, se enorgullecía aún más.


Finalmente escuchó pasos del otro lado de la puerta y se apartó un poco esperando ver salir a alguien.


— ¿Cómo está? —se apresuró a preguntar en cuanto vio a Lucius reunirse con él en el corredor.

— Mal, hemos hecho todo lo posible, usamos las pociones que Severus tenía en su casa, nadie mejor que él para prepararlas, pero sigue sin despertar.

— Es tan triste que esté pasándole a alguien tan joven como Harry, es casi un niño.


Remus quiso abrazar al rubio pero éste le apartó sujetándole por los hombros.


— Lo que hiciste fue estúpido, Remus, valiente pero igualmente estúpido. —le reclamó, aún no podía creer que había protegido a Harry con su propio cuerpo.

— No podía dejarlo solo, mi conciencia jamás me habría permitido vivir sabiendo que no hice todo lo que podía.

— Pudieron matarte.


La voz de Lucius se quebró y al instante abrazó a Remus con tanta fuerza que el ojimiel ahogó un grito de dolor por los golpes recibidos, pero todo podía olvidarlo sintiendo ese calor envolviéndole, y más aún cuando escuchó un apagado sollozo morir en su cuello.


— ¿Lucius?

— No hubiera soportado perderte... ¡te amo más que a mi vida, Rem!

— Y yo a usted, en esos momentos, aunque estaba concentrado en ayudar a Harry, mi corazón sufría temiendo que no lo vería nunca más.

— No puedo permitir que vuelvas a estar en peligro, tengo que hacer algo para que los demás sepan que no pueden tocarte.

— ¿Algo?


Lucius no respondió, solo se apartó un poco mientras le sonreía y disimuladamente se quitaba una lágrima de la mejilla. Remus le miró sorprendido, había creído que el sollozo era solo un producto de su imaginación, su corazón nunca se sintió tan enamorado y feliz, realmente Lucius le amaba tanto como él.


— Olvídalo. —dijo el rubio acariciando embelesado el rostro de quien amaba y temió perder—. Ahora vamos a mi habitación, no he revisado tus heridas para curarlas.


Remus asintió, aunque en ese momento no sentía ningún dolor no quiso contrariarlo, permitió que Lucius le tomara de la mano llevándolo hasta sus habitaciones.


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Tres días habían pasado y Harry Potter continuaba sin despertar, su rostro pálido y sin vida era la imagen más dolorosa que Severus Snape había presenciado en su vida. Desde su llegada no se separó ni un segundo de su lado, dedicó cada segundo de su tiempo en intentar hacerlo reaccionar. Pero las horas y los días pasaban y no aparecía ningún indicio de mejoría.


El pueblo entero estaba consternado por la noticia. Aquellos que no participaron en la barbarie se mantuvieron pendientes de la recuperación del joven. Aún se murmuraba sobre lo ocurrido, estaban asustados y preocupados por igual, sin saber cómo un aldeano que era casi un niño había demostrado el poder mágico tan imponente como lo sucedido aquella noche. Circulaban muchas versiones, pero todo lo comentaban en voz baja, nadie se atrevía a hacer demasiado ruido. El silencio se había apoderado de un pueblo que se consumía en la culpa y el miedo.


Severus no quiso que Ronald fuese enterado de lo sucedido, pero cuando se cumplió una semana del ataque contra Harry y seguían sin buenas noticias, aceptó que el pelirrojo fuese buscado.


Lucius se conmovió hasta el alma sabiendo lo que eso significaba, Severus perdía las esperanzas y no se sentía con el derecho de prohibir que la única familia de Harry estuviese presente en caso de un fatal desenlace.


Unos días después, Ronald entró hecho un bólido a la habitación que compartía con Harry. Severus apenas despegó la mirada de Harry para recibir al otro chico, enseguida notó sus ojos enrojecidos, supuso que había estado llorando todo el camino y para alguien que no poseía la magia para viajar con rapidez, debió ser todo un suplicio soportar el trayecto para reunirse con la persona que amaba como hermano.


Respetuosamente se hizo a un lado permitiendo que el pelirrojo se acercara a la cama. Y mientras Ron miraba a su mejor amigo en agonía, el Príncipe entró a la habitación. Severus se sorprendió por eso, no creyó que sería capaz de interrumpir una reunión diplomática entre naciones por venir a visitar a un enfermo que tenía poco de conocer.


Le saludó con la conveniente reverencia. Viktor correspondió de la misma manera antes de ordenar que los guardias que iban tras de él, salieran de la habitación volviendo a dejar a los tres solos con Harry.


— ¿Porqué no despierta? —sollozó Ronald después de intentar que su casi hermano respondiera su llamado.

— No lo sé. —respondió Severus destrozado—. He hecho todo cuanto estaba en mis manos pero nada dio resultado... Pareciera que no está luchando por su vida.

— ¡No puede decir eso! ¡Harry no es de los que se deja vencer nunca, algo más le ocurre y usted tiene que ayudarle! ¡Por favor, Milord, yo soy una prueba de que su magia es poderosa, ayúdele a él como me ayudó a mí!.... ¡Se lo imploro!


Severus no pudo responder, él sabía cuánto dolor debía estar sintiendo el pelirrojo, pero no podía compararse con el que sentía él.


Ante el silencio del Conde, Ron supo que no había más que hacer. Se recostó a un lado de la cama llorando desesperado, negándose aún a aceptar que su hermano podía morir.


Viktor fue a su lado acuclillándose en silencio junto a él. Severus vio como Ronald se giró abrazándose con fuerza al Príncipe, y éste le recibía en sus brazos con un cariño que no podía disimularse. La manera tan dulce en que Viktor peinaba el rojo cabello de un lacayo era casi de escándalo, pero a ninguno de ellos le importaba. El heredero al trono de Bulgaria siguió consolando con suaves besos en la mejilla a su humilde Paje.


Severus Snape no podía sentir más que un poco de celos. Miró hacia la cama donde Harry continuaba sin despertar, por más que le hubiese hablado, que le suplicara y le llorara, por más que le animaba a luchar por su vida, a él parecía ya no importarle nada.


Demonios con corazón de azúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora