El hombre con una linterna

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¿Cuándo te das cuenta de que lo estás haciendo bien?

Creo que es importante que haga este capítulo antes de avanzar con mi historia, y es que ya no quiero vivir sin reconocer las cosas buenas que pasan en mi vida. He decidido que desde hoy, los buenos momentos tendrán un capítulo también.

Que fácil es darle importancia a las cosas negativas ¿verdad?. Le damos tanto valor que podemos calificar un día como malo por un sólo acontecimiento. Subrayamos el dolor, colocamos en negritas el odio y hasta cambiamos la letra. Sin embargo, cuando algo lindo pasa, solo le dedicas una coma.

En un mundo así, que calla ante el bien e ignora al amable ¿cómo saber si lo haces bien? Bueno, si eres alguien tan increíble como mi psicólogo, te llega un capítulo de agradecimiento.

Es maravilloso cuando en medio del caos del mundo, entre millones de convinaciones posibles, de escenarios e historias, la vida te sonríe dándote la posibilidad de conocer a personas tan lindas como Wilson Orlando Albornoz (segundo apellido, perdón).

De entre todos los psicólogos, de todas las ciudades y países, de todos los idiomas y pacientes. De entre todas las posibilidades, alguna de mis decisiones me llevó a conocerlo. Así es como supe que algo había hecho bien.

La primera vez que le hablé estaba tan perdido en mi mente que me sorprende haber encontrado su perfil. Lo había visto de antes, sabía que se especializaba en personas no hetero/cis. Había tenido tantas desilusiones con los demás psicólogos que sinceramente si no funcionaba, hubiera perdido la esperanza.

Cuando le escribí estaba llorando, desesperado por ayuda, como un niño en una habitación oscura que teme por un monstruo bajo su cama. Estaba tan asustado que la primera sesión no fui capaz de hablar claramente.

Por alguna razón no quería creerle. No quería que se mostrase tan inteligente, que supiera cómo me sentía tan rápidamente. No quería reconocer que tenía sentido todo lo que decía. Lo miraba con incredulidad, con un rencor que muchos atrás habían sembrado en mi.

Pero eso es lo increíble del hombre con una linterna.

El hombre con una linterna encendió la luz en mi mente, saludó al niño dentro de mi con una cálida sonrisa y le dio la fuerza para mirar bajo la cama.

Con su luz fue aclarando las dudas, disipando la niebla de incertidumbre y quitando el miedo a lo desconocido.

Le enseñó al niño que la oscuridad es parte de la luz y le mostró que las estrellas solo son personas nobles que alumbran el sendero.

El hombre con una linterna vio potencial en mi, me dio tareas semanales que me hicieron ir encontrando piezas que no sabía que estaban ahí. Me enseñó a leer las instrucciones y por fin estoy recuperando mi linterna.

Me ayudó cuando encontré monstruos en el camino, me hizo ver que ellos también tienen miedo.

Con sus "exaaacto" y una sonrisa, me hizo sentir que estaba encontrando el camino a casa. Me escuchó leer, me leyó, lo leí. Hoy le escribo.

No sé cuánto tiempo nos quede juntos, me resulta irónico pensar en cómo funciona esto. Cuando no quería verle debía hacerlo y ahora que espero nuestra sesión de los martes debemos despedirnos.

No puedo decir que no me da pesar, el espacio que logramos construir se ha convertido en uno de mis lugares favoritos en el mundo, pero por otro lado estoy extasiado. He luchado tantos años por estar bien, por sanar, por ser dado de alta por primera vez, que me llena de alegría por fin estar cumpliendo ese sueño que veía tan lejano.

¿Perdonarías mi falta de modales? Me he puesto emocional a lo largo de esta carta, quisiera por primera vez tutearte. Y es que hoy me dirijo a ti como Matias Huerta hacia Wilson Albornoz, la persona.

Quiero darte las gracias. Te agradezco que hayas elegido estudiar psicología, te doy las gracias por querer ayudar a las personas. Te doy las gracias por encender la luz, por enseñarnos a hacerlo también.

Te agradezco las sonrisas, las bromas, los momentos en los que te interrumpí. Te agradezco las tareas que me dejaste, las veces que leiste lo que escribía aun cuando estaba fuera del trato. Te agradezco el tiempo que me diste, las veces que nuestra sesión se alargó unos minutos más y no me cortaste de golpe. Te agradezco el tacto, la amabilidad. Hombre, te agradezco hasta que te guste Harry Potter.

Te agradezco por ser la maravillosa persona que eres, siento envidia de tus amigos que han visto más de ti. Estoy totalmente agradecido con la vida de conocer al menos una pequeña parte de ti.

Porque llegaste a mi vida con una linterna y me quitaste el miedo. Porque hoy me siento mas valiente que nunca.

Es por eso que este capítulo es para ti, para el hombre con una linterna.

Miedo y valentíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora