De monstruo a niño.

52 6 3
                                    

Mi tarea de esta vez es algo compleja. Estuve pensando muchos días cómo hacerla. Tengo que ser empático conmigo mismo.

Es irónico. Estaba orgulloso de mi capacidad empática, de poder ponerme en el lugar del otro y así comprender un poco más. Pero es como si sólo pudiera ser desde adentro hacia afuera. Como si yo no fuera parte de los demás. Como si no mereciera esa empatía.

Me es muy fácil tratarme mal, ser incomprensivo, cruel y violento conmigo mismo. Tratándome como si mereciera algo así, como si no fuera nada.

En algún momento me escondí bajo la cama y dejé que la oscuridad me impidiera ver la diferencia entre los monstruos que la habitan y un niño jugando a las escondidas.

Dejé que la oscuridad me hiciera ver mis brazos y piernas más largos de lo que son. Me cambió esos ojos brillantes por un par de ojeras y escondió mis juguetes diciendo que algún día me los daría de vuelta.

No sé cuantos años llevo viéndome en ese espejo de circo. Cuántas veces me hice el responsable de toda culpa aunque doliera, cuántas veces me negué la felicidad con la excusa de no merecerla.

Me pregunto cuántos juegos me perdí diciendo que era demasiado mayor para ellos, cuántas cargas asumí antes de tiempo que ahora pesan el doble.

Sentía que no era digno de conocer la luz de la habitación, por eso me obligué a caminar a tientas en la oscuridad.

Mirando hacia atrás, me alegra saber que las cosas han cambiado. Que pude encender una linterna. Con su luz por fin pude ver que esos monstruos bajo la cama no eran tan grandes como creí. Que mi mente, sí, era un caos. Pero que tenía arreglo.

Sin embargo, pareciera ser que mis ojos aún no se acostumbran a la luz. Que a pesar de que todo está mucho más claro que antes, el único monstruo que no he podido iluminar se trata de mi.

En algún punto, un niño jugando a las escondidas se convirtió en un monstruo bajo la cama.

Y a la mañana siguiente, habían dos niños bajo un abrigo fingiendo ser un adulto.

Y como los que mejor me conocen sabrán, para mi no hay nada que merezca más protección que un niño.

Entonces esto es lo que haré. Desde ahora, al menos hasta que logre llenar de luces mi habitación, intentaré cuidar de esos dos niños.

Dejaré de decirles que no valen la pena. Que es mejor si no hago nada por protegerlos. Que son reemplazables, que estan irremediablemente rotos. ¿Suena horrible, no? ¿Cómo pude ser tan cruel con ellos?

Un niño arcoiris y uno bastante enojado necesitan un abrazo de vez en cuando.

Dejaré de odiar todo lo que me hace un niño. Aprenderé a ver colores brillantes, y lejos de sentirme cansado, me sentiré vivo. Aprenderé a jugar, a reir por cosas sin sentido y a no avergonzarme de nada que me haga feliz.

Aún tengo mucho que aprender. Pero ya no quiero avergonzarme por eso, desde hoy nadie podrá hacerme sentir que valgo menos por estar construyendome.

Todos somos niños jugando con legos. Algunos jugando a armar casitas, otros quieren hacer la torre más alta. Algunos, he de decir, están dejando las piezas en el suelo en espera de que alguien las pise.

¿Por qué tendría que avergonzarme de empezar de nuevo?

Tu con tus bloques y yo con los míos.

No sé si logré el objetivo de esta tarea, pero por suerte tengo un buen guía y sé que sabrá hacer las preguntas correctas. Esas que si llevan a algún lado.

Hasta pronto.

-dos niños en un abrigo.

Miedo y valentíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora