cierre.

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Quizás la razón por la que me costó tanto dejar ir a ese chico fue que él fue a la primera persona a la que le dije sobre mi. Quizás él representaba para mi, aquella porción del mundo que me aceptaría tal cual soy. Que me reconocería como tal.

Él era lo constante en mi vida, aquella parte que no me juzgaba sino que, al contrario, estaba ahí para mi cuando sentía que todo me sobrepasaba.
De alguna manera, saber que para él yo era Matías y que lo aceptara con tal naturalidad, me hacía sentir seguro.

Llegué a sentir algo muy fuerte por él y me aferré por mucho tiempo. Pero a veces, lo más sano es decir adiós.

Al principio, las cosas con ese chico eran perfectas. Aún recuerdo, cada vez con menos nostalgia, aquellas tardes en las que hablabamos por horas. Aquellas llamadas infinitas con lluvia de fondo.

Su risa. Sus juegos.

Por respeto a él y a todo lo que vivimos juntos, no hablaré de las razones, ni diré su nombre. No daré nombres en este capítulo.

Solo hay dos personas que lograron llegar a mi, que lograron quedarse. Que lograron saber quién soy en realidad.

Fueron ellos, los primeros a los que acudí, los primeros con quienes hablé de mi. Los únicos que ya no están aquí.

Quizás la razón por la que me costó tanto dejar ir a esa chica, fue que ella me conocía mejor que yo. Cada pensamiento, por muy complejo que fuese, lograba entenderlo y es más, ella creía que yo era especial.

Es difícil de explicar, pasé tanto tiempo escondiendome, intentando reprimir cada parte de mi para pasar desapersivido, que cuando alguien se percata de ti y piensa que eres único, se vuelve algo adictivo.

Pasabamos noches enteras hablando, ella se había vuelto parte de mi rutina, de mi vida. Y eso fue lo más egoista que he hecho.

La absorbí.

Con un enfermizo amor, intenté protegerla de todo. No me di cuenta de que era yo quién más le hacía daño.

La idolatré, la volví mi diosa. Para mi, ella era la salvación, mi redentora, mi esperanza de tiempos mejores.

Jamás creí en los rumores que me llegaban de ella, e incluso la defendí aún en su ausencia.

Mi diosa era humana.

No culpo a ninguno de ellos por haberse ido. Es más, tengo la fiel convicción de que fui yo quién los orilló, y si hoy estoy aquí, escribiendo todo esto, es porque por fin, después de tantos intentos, después de tantas noches de llanto, de insomnio, después de tanto remordimiento; estoy listo.

Y quizás este sea el cierre.

Yo ya no soy el mismo. Ustedes ya no son los mismos.

Y cada uno de nosotros, influyó en la vida del otro. Uno enseñandome a amar y otro a amarme.

Muchas son las promesas que hicimos. Prometí quedarme hasta el fin y a pesar de que no es literalmente lo que prometí, he saldado mi deuda. Estube hasta mi muerte. Yo ya no soy el mismo.

Creo firmemente que tan solo un puñado de personas influye fuertemente en tu vida. Puedes pasar años junto a una persona y no cambiar en lo absoluto, como así también puedes estar por un breve periodo junto a alguien y no reconocer tu antes.

Tristemente, también tengo la certeza de que aquel puñado, se irá en lo que se tomó en mover tu mundo.

Y es que cuando el cambio comienza, ya todo es cuenta regresiva.

La vida es cíclica, es natural que las cosas comiencen en donde acaba de ocurrir un cierre y viceversa.

Aquella chica le dio fin a una etapa de negación por mi parte, de sumisión, de repreción, de reproche. Aquella chica me hizo ver que no había nada malo en ser quién yo era, que no debía tener miedo.

Aquél chico representó una esperanza para mi, cuando sentía que todo estaba perdido, representó el cambio y me ayudó a cambiar.

Y a pesar de mis antiguos reencores de niño enfadado, de mis reproches de amigo celoso y de mis injurias de borracho pesimista, espero que cada comienzo que les de la vida sea el mejor de su existencia. Y que cada cierre traiga tras de si, una enseñanza.

Este es el momento, ya estoy listo. Ya no más vueltas, ya no seguiré aferrándome. Estoy listo para dejarlos ir.

Ya no más versos, ya no más canciones, ya no más noches de desvelos y prometo que ya no buscaré sus rostros entre la multitud. Ya no pensaré en lo que pudo ser y no fue.

Aquí termina la marcha atrás.

El juego ha terminado.

Me despido fuerte y claro.

Se cierra el telón.

Este es el cierre.

Gracias por acompañarme en esta primera parte de esta obra llamada vida. Chico, chica, gracias por su papel estelar, pero desde hoy, seré el protagonista.

Y quizás esta sea la primera vez que me atreva a vivir sin ustedes, pero no se vayan, esto recién comienza.

Finem primum dimidium. Satyricon.

Miedo y valentíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora