vive

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Cuando llegué al colegio mis amigos me recibieron entusiastas. Habían sonrisas y por fin yo podía sonreír con ellos.

Habían veces en las que me sentía nervioso e incluso asustado cuando uno de ellos me gritaba desde el otro extremo de la sala "¡Mati, ven!". Me daba miedo todas las preguntas que esas cosas desencadenaban en mis compañeros.

Un día me aburrí de tener miedo.

Un profesor tuvo que dejar de venir por unos días a enseñar así que el colegio consiguió un reemplazo temporal. No recuerdo el nombre de la profesora pero parecía amable.

Pidió que dijéramos nuestros nombres en voz alta y lo que queríamos hacer una vez que saliesemos del colegio.

Estaba por llegar mi turno y recuerdo haber dicho "haré algo estúpido" a mi amiga sentada a mi lado.

La profesora me miró y tardé unos segundos en responder, mi corazón latia muy rápido. Incluso ahora al escribir esto, estoy emocionado.

Intenté calmarme y todos voltearon hacia mi.

"Me llamó Matías, soy transgenero y esta es la primera vez que lo digo frente al curso"

Mis compañeros me veían con sonrisas y ninguno me rechazó. Ninguno me insultó. Ninguno me cuestionó.

No pasó nada de lo que temí.

La profesora me saludó y dijo mi nombre y yo sentí un cosquilleo por todo el cuerpo. Sabía que era algo importante, algo que me marcaría, y agradezco infinitamente a las personas que estuvieron ese día.

Que me sonrieron.

Que me abrazaron.

Que me felicitaron y dijeron que era valiente.

Ese día fue uno de los que te cambian la vida. Quizás no es mucho. Quizás si.
Pero cambia. Tu cambias.

Un abrazo de una persona que no conocías del todo, que reconoce algo en ti que tu no sabías. Que te dice que está orgulloso de ti.

No pude contarle a mi papá que había dicho eso frente al curso, aún tenía miedo de perderlo. Pero de alguna manera, me sentí más fuerte que nunca.

La vida a veces es así.

No puedes ser valiente sin sentir algo de miedo. La única forma de serlo es vencer esa voz que te dice que estarás más cómodo en el anonimato. Que te hace bajar la mano, que te dice que es mejor no decir ciertas cosas para no tener que explicar, que te dice que no puedes compartir tu vida con alguien más. Esa, es la única forma de ser valiente.

Vivir.

Vivir y seguir viviendo.

Saber que un día todo acabará y no tener miedo sobre eso. Comprender que las cosas por las que pasas te cambian y los cambios a veces son dolorosos.

Entender que hay veces en que los cambios son felices.

Como ese día.

Ese día en que todo salió bien a pesar del miedo.

Y cambié. Aprendí.

Aprendí que tengo derecho a ser feliz siendo quien soy. Que no todos los cambios son malos, ni todas las miradas y preguntas tienen que ser negativas.

A veces las personas quieren conocerte de verdad, quieren conectar contigo. Es difícil acercarse a alguien que está herido. Lo se muy bien.

Pero ese día sané un poco más.

Una de mis compañeras me dijo que quiso aplaudir. Me abrazó y no sabía como retribuir todo ese afecto que estaba sintiendo de parte de personas de las que no tenía idea que se fijarian en mi.

Una vez que puedes ser tu con libertad, tu personalidad cambia. Eres mucho más confiado, más seguro de ti.

A veces todo lo que necesitas es hacerle caso a tus impulsos.

El tiempo en la vida es muy confuso. Un día te despiertas y eres un adulto, sientes que los días en los que corrías con tus amigos a esconderte quedaron atrás, sepultados en años y cambios. Pero también, los sientes como si fuese ayer.

Me gustaría morir así. Quiero tener una vida larga y sentir que fue muy corta. Y me gustaría vivir tan rápido que sienta que el tiempo es más lento que yo.

Hay veces en que las cosas se ponen difíciles, momentos en los que no puedo escribir. En los que la vida está pasando frente a mi y yo... yo sólo soy un espectador.

Pero ese momento me hizo entender, que cuando vives, tu corazón se acelera. Que cuando vives, levantas la mano. Hablas. Corres a esconderte. Ríes. Y tienes esos 20 segundos de valentía.

A veces hay que dejar de pensar en las consecuencias y hacer lo que necesitas hacer.

Ya verás que haces después.

Esos 20 segundos son tuyos.

Disfrutalos, así sean 20 segundos o 20 años.

Porque no sabes en que momento dejarás de vivir.

Vive todo lo que puedas.

Vive. Que los que no sepan hacerlo siempre intentarán detenerte.

Ya verás que haces con ellos en 20 segundos más.

Miedo y valentíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora