Un año

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Pasó un año desde que salí del closet. Mi padre que había dicho que se quedaría conmigo se fué.

Aún así no puedo juzgarlo, sé que fue demasiado para él.

Estuve ese año solo y mi mamá se hizo cargo de mi. Me llevó a su iglesia todas las veces que podía, en total eran tres o cuatro días a la semana.

Estaba arto.

En el siguiente capítulo les contaré por medio de una carta que le hice a mi padre cómo fue todo esto para mí.

Estuve pensando por un tiempo si publicarla o no. Sentía que si lo hacía, de alguna forma quedaría al descubierto. Pero de eso se trata, ¿no?

Ya se los dije... La verdad.

Hace unos meses estaba por quitarme la vida. Me había despedido de todos mis amigos y tenía todo listo en casa para hacerlo. Ya no tenía esperanza de nada. Aún así, decidí darle una oportunidad más a la vida. Llamé a mi papá para que me retirase del colegio.

Él llegó y caminamos al auto. Me preguntó qué estaba pasando.

"Ya no puedo más papá..."

Estaba tan cansado que ni siquiera pensé en mi orgullo, solo lloré y lloré como un niño.

"Ya no puedo con todo esto. Estoy solo. Estoy solo y me están haciendo mucho daño... Papá, ya no quiero vivir....hoy voy a quitarme la vida"

Mi papá me miró y me abrazó, sentí como temblaba, sabía que estaba llorando pero cuando se separó de mi su rostro volvió a la normalidad.

"No digas eso... No sé lo que haría si ya no estuvieras aquí. Voy a buscar ayuda, te voy a llevar a algún lugar para que puedas estar bien. Esto ya va a pasar"

Me sentía desesperado. Necesitaba que entendiera que este era un grito de ayuda. El último grito de ayuda. No quería que se repitiera todo otra vez.

No quería ir a un psicólogo como el último que sólo quería convencerme de que lo que hago está mal. Necesitaba ayuda, apoyo. Alguien que me ayudara a atravesar lo complejo que era todo esto.

Le mostré mis cortes...

Mi papá se asustó.

Quería llevarme a un hospital pero yo sabía que no era profundo.

Cuando conversamos todo lo que debíamos hablar, me llevó a su trabajo, debía volver a terminar algo. Yo me senté en el auto y me miré en el espejo. Me sentía cansado pero con energía a la vez. De alguna forma el saber que era mi última oportunidad le quitaba peso a todo. Sentía que no importaba si fallaba porque si lo hacía, ya nunca más sentiría dolor.

Mi papá consiguió una psiquiatra. Ella al verme se preocupó demasiado. Regañó a mi papá por haberse ido un año entero. Le dijo que yo tenía depresión severa. Dijo que debía hospitalizarme, pero me negué. Tenía miedo.

Por suerte ella me entendió y me dió una oportunidad. Me recetó unos medicamentos y le dió indicaciones a mi papá. Le dijo que me diera un celular para que pudiese comunicarme con el en momentos de emergencia.

Llevo varios meses yendo al psiquiatra y ha sido muy bueno para mí. Me ayudó bastante.

Pero tengo un consejo para las personas que necesiten antidepresivos. Jamás dejen de tomar los medicamentos. Yo lo hice.

En un momento me sentí mejor y dejé de tomarlos, fue tan solo una semana pero me causó mucho daño. Las cosas me dolían el doble, me sentía mucho peor que antes de medicarme. Volví a cortarme.

Le hablé a mi psiquiatra a las una de la madrugada. Ella me respondió. Me ayudó y me alentó a escribirle la carta que estará en el próximo capítulo a mi padre.

Siento que no soy el indicado para intentar ayudar a las personas a través de mi testimonio. Pero me gusta pensar que alguien está leyendo esto y toma en cuenta las cosas que no hay que hacer y las pocas cosas que sí.

Siento no ser tan fuerte. Al menos soy valiente. Aquí sigo.

Gracias por ser mis confidentes.

Miedo y valentíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora