Un baile sin música.

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Conozco a Isis hace mucho tiempo, cinco años para ser exacto. Al comienzo tuvimos una amistad intermitente, y no me malentiendan, estábamos bien así, no éramos tan cercanos pero si lo suficiente como para desahogarnos juntos cada vez que lo necesitáramos.

A medida que fueron pasando los años, nuestros caminos se iban separando y volviendo a unir cada vez más, hasta que hace un año, se unieron por completo.

Ella era amiga de Karla y Janice antes de que yo las conociera, y un día, finalmente, apareció en nuestra sala. Comenzamos a hablar nuevamente y ella me contó lo que había pasado en el transcurso que no habíamos estado juntos, y así mismo, yo le conté a ella.

Aun no estaba listo para salir del closet con ella. Y no es porque no tuviera la confianza suficiente, sino que no sabía cómo reaccionaría. Ella me conocía desde que yo era un niño, ella me había visto vestido y maquillado como mujer. ¿Qué iba a pensar? ¿Cómo se lo tomaría? ¿Me creería? Tenía muchas dudas.

Me sentía culpable al no decirle antes que a Janice y Karla, a ellas recién estaba conociéndolas e Isis había tenido la confianza para contarme muchas cosas de su vida, así que un día, se lo dije.

Ella me abrazó por un largo rato y al soltarme me dijo que estaba orgullosa de mí, que estaría para mí si necesitaba hablar. Ella parecía estar muy feliz con la noticia, más feliz que yo incluso.

Y yo por fin pude respirar.

Quiero contarles acerca de Isis a través de mis ojos. Si la vieras por primera vez, notarías que es una chica efusiva y risueña. Siempre la verías sonriendo y abrazando a sus amigos. Y es que en gran parte eso la caracteriza.

Pero yo tengo el privilegio de conocer más que eso.

Yo conozco su lado más fuerte, su lado más valiente. Bueno, tendré que ponerlos en contexto, su madre es una de esas tantas que nunca supieron cómo ser madres de verdad. Recuerdo verla llegar a clases con el rostro rojo y aun húmedo por sus lágrimas, recuerdo sus moretones y cada una de sus historias horribles. Recuerdo cada lagrima que se secó en mi hombro, porque sé que ella también recuerda las mías.

Ella ha tenido que ser más madura que sus padres, ha tenido que cuidar de sí misma y descubrir que a veces la familia no sabe protegerte.

No puedo contar muchas cosas sobre ella porque no quiero romper la confianza que ella me ha dado. Pero algo si puedo decir, y es que no conozco de nadie más que haya mantenido su esencia intacta después de tanto dolor.

Y es que a pesar de todo lo que ha sufrido, jamás la he visto dejar de sonreír. Jamás he visto que deje de lado a sus amigos y mucho menos si estos la necesitan. ¿Qué como lo sé? Pues soy uno de ellos.

Hemos pasado tantas cosas juntos, que es difícil recordar cuándo se volvió parte de mi  familia. Es como si siempre lo hubiera sido. Porque siempre estuvo ahí.

Sé que puedo contar con ella en cualquier momento, y estoy seguro de que no se irá de mi vida cuando su diploma llegue. Y la graduación sea la despedida para muchos.

Es más, es la primera persona con la que me haré un tatuaje. Una marca en mi piel y en la suya que nos una. Un trazado en tinta que materialice lo que estamos dispuestos a hacer el uno por el otro. Además, ella será quien me tatúe.

En su curso, pareciera ser que nadie se preocupase por lo que está pasando, más bien, a nadie le importa. Muchos se burlan de ella y se enojan cuando esta triste y sale de clases. Siento que son muy pocos los que se han dado el tiempo para conocerla, y eso es realmente triste.

Porque sé que si lo hicieran, no serían burlas las que recibiría, sino que aplausos. Porque eso es lo que merece y como mínimo, respeto.

Juntos hacemos cosas que nadie más entiende, juntos somos capaces de bailar sin música. En cada receso. En cada acto cívico.

Y es que una acción tan simple como un abrazo y balancearse de un lado a otro, puede curar heridas. Y solo nosotros sabemos lo acompañados que nos sentimos cuando lo hacemos. Deberían intentarlo, es increíble.

Y es que con ella las cosas son mucho más significativas que lo visible. Para nosotros las cosas que haces tienen una importancia mayor. No es un tatuaje, es una unión. No es un abrazo, es nuestra forma de decir “aquí estoy”. No es un baile sin música, es una muestra de confianza, de decir “al carajo el resto, si quiero bailar contigo, lo haré” porque nosotros sabemos muy bien que es mucho mejor ser criticados pero reales, que encajar y ser tan falso que  ni siquiera tú mismo puedas conocerte.

En la vida hay pocos amigos con los que podrás bailar sin música en medio de una multitud. Y es hora de que te de un consejo que no me has pedido pero sé que necesitaras: si debes escoger entre tener un montón de conocidos que se autoproclamen amigos; o un solo amigo que esté dispuesto a ser llamado loco o raro por ti, entonces escoge la segunda.

Y espero que si estás leyendo esto, logres experimentar aunque sea una vez, el bailar abrazado a una persona tan importante que la música sea un mero adorno.

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Miedo y valentíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora