Nadie dijo nada.

175 20 6
                                    

Cuando volví de las vacaciones de invierno, estaba decidido a salir del closet con más personas. No soportaba la idea de seguir fingiendo, no después de ese gran paso.

La primera persona en saber dentro del colegio fue el chico con el que me sentaba. Habíamos hablado un par de veces fuera de la institución y recuerdo haber estado en una fiesta con él. A veces no necesitas decírselo a alguien que conozcas demasiado o que sea cercano a ti, a veces es más fácil todo lo contrario: un por conocer.

"Oye Tomy, ¿podemos hablar?"

"Claro [deadname], ¿qué pasa?"

Él se sentó en el asiento que estaba a mi lado y yo me giré para estar de frente.

"Necesito pedirte un favor... ¿podrías dejar de decirme [deadname]?"

A decir verdad, estaba bastante nervioso. Aún hoy, cada vez que salgo del closet con alguien, comienzo a temblar y mi estómago se contrae. Quizás una parte de mi aún tiene miedo al rechazo.

"Mmm... ¿ya...? ¿y cómo te digo?"

"Matías. Me llamo Matías. Sé que es difícil de entender, para mi es difícil de explicar también... esto es algo importante para mi y la verdad, ya no aguantaba más..."

"¿eres Matías?"

"Sí"

"Bueno Mati" sonrió "perdón si te molesta pero, ¿puedo hacerte preguntas incómodas?"

Por fin pude relajarme, al menos ya había accedido a llamarme Matías, aún así no podía bajar la guardia. Todo era nuevo para mi.

"¿Desde hace cuánto te sientes así?"

"Desde que era niño... al principio pensé que era algo pasajero, que se me iba a pasar, pero no es así... creeme que lo intenté... pero esto es lo que soy y ya no quiero seguir luchando contra esto"

"Entiendo, yo igual como que notaba algo raro en ti. Bueno, no raro, sorry -rió nervioso- sino que raro como... ay, no sé cómo explicarlo. Como muy masculina, masculino, perdón, como para ser mujer, pensé que eras les"

"Jaja no te preocupes, te entiendo. Pero no, no soy lesbiana, soy un hombre. Además, no todas las lesbianas son masculinas"

"¿Y tu familia lo sabe?"

"Hace una semana, se los dije en las vacaciones. Mi mamá no se lo tomó bien pero mi papá me apoya"

"Puta... ánimo, cualquier cosa, ya sabes que puedes pedirme ayuda"

"Gracias, te pasaste, de verdad... y bueno, era eso"

Sonreí y me tomé las manos nervioso

"Yapo Matu, vas a tener que responder mis preguntas incómodas eso sí"

"Cuando quieras"

Luego de eso el día siguió normalmente. Él me trató igual que siempre, y justamente eso fue lo que marcó un gran cambio. Yo podía ser Matías y ser tratado como un chico normal, ya no tenía que esconderme, ya no tenía que fingir ser algo que no era. Por fin, después de tantos años, podía ser un chico normal. Podía ser Matías.

Mi profesor en jefatura, era (y este año también) Eduardo Y., profesor de filosofía. Quizás la razón por la que me decidí a hablar con él, fue que necesitaba a alguien que me entendiera. Que me viera de manera normal, que no tubiera prejuicios sobre mi, y qué mejor que un profesor de filosofía.

Necesitaba tener a alguien a quien acudir en caso de algún problema, alguien que me brindara apoyo.

Me decidí a hablar con él. No sabía si se lo tomaría bien o mal, estaba arriesgando mucho, sentía que era un todo o nada.

Para mi, en ese entonces, significaba un gran cambio. En mi mente de joven crédulo pensé que él me presentaría frente a mi curso como Matías o quizás que me ayudaría hablando con mis padres. Crédulo Matías.

Con palabras de apoyo y empatía logró convencerme de que estaba bien, que no tenía ningún problema. Me aseguró su ayuda incondicional e incluso se ofreció a contactar a Movil H.

"Mira, esta organización tiene psicólogos que pueden orientarte a cómo convencer a tu mamá y a lidiar con todo tu tema interno. Yo me comprometo a hablar con ellos, esto lo haría por mi cuenta, ¿tú conoces a otros alumnos que sean parte del colectivo LGBT?"

Estaba sentado frente a mi con su celular en mano, me mostraba la página y el correo que estaba redactando. Yo estaba tan feliz que no podía ocultar mi sonrisa, tenía esperanza, había una oportunidad. No estaba solo.

"Sí, pero no puedo decirle quienes son. No sin su consentimiento"

"Entiendo, ¿pero cuántos son mas o menos?"

"Em... cuatro quizás"

"Genial, entonces podemos ayudarlos a ellos también, esta va a ser nuestra marca en el colegio"

"Gracias profe, de verdad, esto es muy importante para mi. No tiene idea de cuánto me ayuda con esto"

"No te preocupes. Ya el viernes entonces te muestro qué me dice la psicóloga"

"Bueno profe, cuidese"

Nos despedimos y yo volví a casa. En el camino mi madre no dijo nada, mi hermano no dijo nada.

Cuando llegamos, fui a mi habitación, algo se sentía extraño, algo faltaba.

Cuando veo mi mueble, mis libros no estaban.

Quizás sea algo tonto. Quizás para muchos sean solo un montón de hojas, y a decir verdad, no estoy tratando de darles un significado especial -aunque lo tenían -, lo que en realidad me dolió, fue lo que representaba para mi.

Era un ataque, era una bienvenida hostil de parte de quien se supone debería protegerme.

Fui a la sala de estar y le pregunté a mi hermano si había visto mis libros. No dijo nada.

Le pregunté a mi madre si los había visto.

"Los boté. Te estás puro llenando la cabeza con porquerías, mira lo que andabas leyendo, cosas sobre homosexuales. ¿tu crees que eso está bien?"

"No tenías derecho a botarlos, yo los había comprado, además esas porquerías que botaste, eran el único apoyo que tenía cuando estaba solo, cuando sentía que me estaba ahogando"

"Sola, [deadname]. Sola. Yo tube una niña, no un niñito. Yo te puse [deadname], no Matías"

Yo estaba llorando en este punto. Hoy en día, esto ya no me afecta tanto pero en ese entonces, estaba expuesto.

"Mamá... por favor, entiende. ¿por qué no puedes entender? Solo quiero ser feliz, quiero poder ser yo. Tú no entiendes cuán difícil es vivir fingiendo ser algo que no eres, que te llamen por un nombre que no es tuyo, que tengas que vestirte con ropa que te da verguenza, que se te forme un nudo en la garganta cada vez que miras la sección de ropa de hombres y por más que quieras, no puedas entrar ahí. No tienes idea de cuánto duele mirarte al espejo y sentir que ese cuerpo no es tuyo"

"Ya basta, ya hablamos del tema. Deja de llorar, ya los boté. Ahora andate, no quiero seguir escuchando esto"

Entré a mi habitación y cerré la puerta. Me acosté sobre la cama y miré el techo hasta que las lágrimas solo me dejaban ver una mancha grisacea.

Y ya no sabía por qué estaba llorando. No sabía si lloraba por mis libros o por mi madre. Me encontré consolandome a mi mismo. A decir verdad es algo raro si lo miro de lejos.

"Tranquilo Matías, vamos a estar bien. Somos fuertes, podemos con esto, no estamos solos. Hasta el profe se ofreció a ayudarnos"

Es estúpido pero me ayuda a aclarar mis ideas, solté todas esas palabras al aire. Nadie dijo nada.

Cuando mi padre llegó a casa, le conté lo sucedido. No buscaba que me apoyara, solo un poco de contención. Él solo puso su mano en mi hombro. Nadie dijo nada.

solum silere

Miedo y valentíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora