Capítulo Veintisiete

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Despierto sintiéndome algo débil, sin fuerzas y con pesadumbre en el cuerpo. Me dificulta el abrir los ojos pero hago el esfuerzo y los abro. Veo a Peeta con su cabeza en mi vientre durmiendo. Está solo en la habitación, no logro ver ni a mi madre, ni al Doctor ni a Haymitch.  Me pongo nerviosa y trato de sentarme en la cama, no lo logro. El movimiento hace que mi esposo se mueva y murmure palabras incomprensibles dormido. Levanto mi mano y acaricio su cabello rubio. Él se mueve levemente y yo le acaricio una vez más con mayor presión. Eso parece funcionar porque se levanta súbitamente y me mira. Yo sorprendida me aparto hacia atrás para ver su expresión.

                - ¡Despertaste amor! – dice emocionado y se inclina para besarme la frente. - ¿Cómo te sientes?

                   - Bien, algo débil pero… ¿Don.. donde está Emma? – pregunto alarmada. Peeta sonríe y sus ojos brillan felices. Eso me relaja, ella está bien.

                   - Está con tu madre durmiendo en su cuna. Es una pequeña hermosa e inteligente. Ya la verás pronto, no te preocupes. – dice Peeta dulcemente orgulloso.

                    - ¿Cuánto he dormido? ¿Me sucedió algo luego de su nacimiento?

                    - Sí, preciosa. Perdiste mucha sangre y te desmayaste, pero el doctor logró controlar la hemorragia y ha estado administrándote suero para que recuperes tus fuerzas. De eso hacen ya dos días. – sorprendida lo miro, él se acerca y me abraza con necesidad. – Me diste un gran susto, gracias al cielo ya estás bien.

                   - Siento mucho no haber podido estar despierta para ver a nuestra Emma juntos.– digo con lágrimas en los ojos. Él se separa de mi abrazo y me mira con intensidad.

                   - Estaremos juntos para ella siempre, a partir de ahora. No te preocupes. – me besa en los labios y noto su anhelo y su alivio. Seguro la pasó muy mal conmigo inconsciente. – Gracias por hacerme tan feliz Katniss. Te Amo.

                   - Gracias a ti por permitirme hacerte feliz mi amor. – Nos abrazamos en silencio por largo tiempo, hasta que oímos el llanto de Emma.  

Mi ansiedad aumenta significativamente. Siento como si fuera a saltar de la cama y salir corriendo si no fuera porque mis piernas aún no me responden. Peeta se pone de pie y me sonríe antes de salir por la puerta. Me acomodo en las almohadas y en el respaldar de la cama, de modo que quedo sentada para facilitar cargar a mi hija en brazos.

Peeta vuelve con el pequeño bulto cubierto en una frazada rosa en sus brazos. La imagen que presentan mi esposo e hija juntos pasando el umbral de la puerta, es como un sueño. Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas y nublan mi vista. Mi pecho se siente lleno, a punto de explotar de tanta felicidad. Me siento completa, plenamente feliz. Mi amor se acerca con una sonrisa inmensa en sus labios y noto que también esta emocionado. Se sienta a mi lado en un costado de la cama y coloca suavemente a la pequeña Emma en mis brazos. Lo miro y no puedo expresar el amor y agradecimiento que siento hacia él.

Bajo la mirada y unos ojos grandes y azules reflejan mi mirada. Emma. Ella es tan hermosa que mis lagrimas vuelven y los sollozos también y no los puedo controlar. Peeta pasa un brazo por mis hombros y me besa en la mejilla. La niña es de piel tan blanca que es casi traslucida, ojos grandes y azules como los de su padre, su nariz es pequeñísima, su boquita parece un pequeño corazón rosado, tiene poco cabello pero este es negro y ondulado. Su cuerpito es rellenito, tiene rollitos en los bracitos y piernas, se ve grande para ser una recien nacida.

Toco sus mejillas rechonchas y la niña gorgojea alegremente, mueve los bracitos para tocar mis manos y abre su boca para chupar mis dedos. Rio y Peeta q nos está observando me acompaña.

         

                -    Tiene hambre. - dice Peeta.  - ¿Te sientes bien amor para amamantar? - me pregunta besandome el cuello.

                -    Sí. Me siento excelente. - le digo a mi esposo. Bajo la mirada hacia mi hija y la acomodo contra mi pecho. Pego mi nariz a su pelito y huelo el aroma suave a limpio y un perfume de bebé. - ¿Le pusieron la colonia que nos regalo Annie?

                -     Sí. Tu madre la limpió y la perfumó. - dice Peeta y me ayuda a quitarme el bretel del camisón para que pueda amamantar a Emma que rie sola y con sus vivaces ojos mira en todas las direcciones. - La observo y la observo y la veo identica a tí. Es tan hermosa...

               -      ¿En serio Peeta? Yo la veo igual a ti. Tiene tus ojos grandes y azules y tu color de piel. De mi tiene el color del cabello solamente. Es preciosa, no puedo creer que sea tan bella.

               -      Quedemos en que se parece a los dos amor. ¿si? - dice Peeta guiñandome un ojo.

Nos quedamos en silencio observando como Emma succiona con avidez mi pecho. Al parecer la prqueña tenía hambre. De lo absortos que estabamos no nos dimos cuenta que habia entrado alguien al cuarto.

                -    ¡ Lucen tan hermosos los tres! - suspira mi madre con un pequeño sollozo. Sus ojos brillan de las lágrimas. - Me alegra tanto verte bien hija. Estabamos preocupados, porque la niña era muy grande, pero el Doctor Johns es una maravilla y estan ambas bien y saludables.

                 -     Gracias Madre y gracias por cuidar a mi Emma mientras yo estaba inconsciente. - digo con sinceridad.

                  -     No, Emma no fue ningún problema. La pequeñita es un ángel. A los que  tuve que cuidar mas fueron a Haymitch y a tu esposo. Estaban tan preocupados y nerviosos por que no despertabas que calmarlos fue un dolor de cabeza.

Miro a Peeta que está palido y mira hacia el suelo avergonzado. Tomo su mano que se encuentra apoyada en mi hombro izquierdo y la beso.

                 -     ¿Y como los calmaste? - pregunto curiosa.

                 -      No fue sencillo pero los mantuve ocupados con la limpieza de la casa, con la comida y a Peeta con su hija. Haymitch se cansó y dijo que hasta que no despertaras no ponía un pie en esta casa. Estará contento de verte mejor.

Lo miro a Peeta y él entiende mi mirada sugestiva. Se pone de pie, me da un beso en los labios y un beso en la frente de la pequeña que se mueve quejandose de que la molestan mientras come. Reimos todos y Peeta dice que va a avisarle a Haymitch.

                   -       Katniss estoy tan feliz por ustedes. Emma es tan hermosa e intrligente para tener apenas dos dias. - rie y me cuenta que la niña nació pesando tres kilos seiscientos gramos. Y que perdí bastante sangre porque hice mucha fuerza pujando y me lastimé pero que el doctor fue rápido y no dejó que llegara a mas. Me dijo que mi Peeta temblaba de la preocupación, que no sonrió ni una vez desde que vio por primera vez a Emma porque temía por mí.

Me sentí apenada aunque no tuviera razones para estarlo, pero hacer sufrir y preocupar a seres queridos me averguenza. Entiendo que fue una situación que no se podía controlar pero no quiero ser motivo de tristeza.  A partir de ahora todo saldrá bien y seremos felices como nunca antes.

Alianza - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora