Capítulo Catorce

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                                     Capítulo  Catorce

 

-          ¿Qué hay en la cabaña Peeta? – pregunto ansiosa. Él ríe.

-          Una sorpresa. Solo espera hasta que lleguemos, ya falta poco amor. – dice y me da una palmada en el trasero. Yo refunfuño pero sonrío de expectación.

Caminamos unos minutos más y a unos metros del lugar, Peeta deja las cosas en el suelo y me tapa los ojos con sus manos.

-          Ahora te guiaré hasta la entrada de nuestro nido de amor… - me río, su comentario demasiado cursi pero divino, lo hace reír a él también.  – Bueno querida, no te burles. Te llevaré hasta allí pero abre los ojos solo cuando yo te diga.

Asiento y él me lleva abrazada hasta lo que asumo es el umbral de entrada. Aparta su mano de mis ojos y me dice que no los abra. Me levanta del suelo sin esfuerzo con una mano en mi espalda y la otra detrás de mis rodillas. Abro los ojos de inmediato.

-          Se supone que debo cargarte en brazos a nuestro cuarto de luna de miel. ¿Sabías eso? – niego con la cabeza algo sorprendida aún. –  Sí, eso me dijo Haymitch y tu madre. Ahora vuelve a cerrar los ojos.

-          Está bien. Pero ¿por qué debes cargarme? ¿Te explicaron?

-          No, pero cuando venga Haymitch mañana le preguntamos. Subiré los escalones y entraré por la puerta, no te asustes, no te dejaré caer. – reforzó su sujeción en mi espalda.

-          Eso ya lo sé mi vida. Eres tan fuerte y no solo físicamente. Nunca me dejarías caer y yo haría lo mismo contigo. – sonrío con mis ojos cerrados, deseando poder ver su expresión. Siento sus labios encima de los míos y una ráfaga de calor me atraviesa.  Peeta continúa besándome mientras camina. Se aparta de mi boca y suavemente me deja sobre mis pies.

-          Abre los ojos esposa mía. – dice con orgullo.

Abro mis ojos y lo primero que veo a unos pasos delante de mí, es una gran cama. Es alta, el colchón es grueso, y las sabanas y cubrecamas son blancas, la madera de las patas y del respaldar también es blanca. Una magnifica cama de recién casados. Luego veo que el color de la cabaña ha cambiado, las paredes son de un rosa pálido, realmente armonioso con detalles de prímulas en rosa y rojo. Al lado de la cama hay una pequeña mesa blanca con una lámpara, y un armario grande contra la pared.  También hay una pequeña pero amplía mesa para cuatro personas de madera blanca con sillas a juego blancas con bordes rojos. El piso sigue siendo de madera marrón pero ha sido pulido y  encerado. Pareciera que estoy de pie en alguna casa del Capitolio. Todo se ve tan nuevo y bello. Me giro hacia Peeta claramente sorprendida.

-          Sé cuánto amas esta cabaña y quise embellecerla porque para mí se ha convertido en el paraíso. – dice Peeta con una mirada llena de intensidad. Sé que se refiere a nuestra primera vez juntos. A ese hermoso día que pasamos amándonos sin preocupaciones. Para mí ese día aquí me hizo amar aún más este lugar.

-          Entonces este será nuestro refugio, nuestro nido de amor. – le digo riendo a Peeta.

-          ¿Se atreve a burlarse de mí en mi cara Sra. Mellark? – Peeta se acerca a mí en segundos, sin dejarme reaccionar, acerca su rostro al mío y sólo me mira intensamente a los ojos. Nuestras respiraciones se aceleran, el deseo aumenta y busco con mis labios los suyos pero él no me deja alcanzarlo, me toma de los hombros y me empuja hasta que caigo en la cama. Semi- acostada lo observo acercarse, pone una rodilla en el colchón, entre mis piernas y se inclina hacia mí para besarme, no lo dejo.

-          Quiero que me permitas ver cómo te desvistes. – le digo con dificultad para respirar, jadeando. – él asiente sorprendido, se pone de pie. Lleva un pantalón gris y una camisa blanca con una chaqueta negra. Se saca la chaqueta y la tira al suelo, luego lentamente y sin apartar la vista de mí, que observo con atención cada movimiento y detalle de su cuerpo, se desabotona la camisa. Cuatro botones, quijada, tres botones, pectorales, dos botones, abdominales y al último botón, torso completo, tengo una necesidad de acariciar su estómago duro, su pecho firme, me arrimo a la orilla de la cama para estar más cerca suyo. Se quita la camisa completamente y la deja caer al suelo también. Miro los músculos de sus brazos prominentes, cuanto amo esos brazos que tantas veces me han tendido la mano, me han acariciado, aferrado. Se quita los zapatos, luego se irgue para continuar con los botones de su pantalón cuya tela deja en evidencia su excitación. Sonrío de anticipación. Desabotona, baja el cierre, deja caer al piso. Me pongo de pie y paso mis manos por su pecho, dejo pequeños besos en su cuello y él gime. Doy un paso hacia atrás y me bajo el cierre de mi vestido, este cae al suelo dejándome únicamente con mis bragas cubriéndome. Peeta pasea sus ojos de arriba abajo por mi cuerpo, provocando las punzadas dolorosas y excitantes entre mis muslos y el cosquilleo en mis pezones. Mi esposo corre a mí y me tumba de espaldas en la cama, él se acuesta a mi lado y recorre con sus manos mi cuerpo, gimo de placer cuando su boca atrapa la mía y me quedo sin aliento. Nuestras respiraciones frenéticas y desesperadas hacen que nos apartemos, Peeta se arrodilla frente a mí y me quita las bragas, se quita sus calzones y se coloca entre mis piernas con rapidez.

-          Te voy a amar rápido y desesperadamente. No aguanto más.

Yo asiento sin aliento y él de una embestida sorda está profundamente dentro de mí. Grito de sorpresa y de deseo. Él comienza un ritmo rápido, alocado que inunda la habitación con nuestros gritos, jadeos, respiraciones. Rápido, rápido y fuerte llegamos los dos al orgasmo y por unos segundos creo que veo todo blanco alrededor mío. Peeta cae sobre mí agotado, sudado y jadeando. Me aferro a él con mis piernas en su cadera y con mis brazos alrededor de su espalda.

-          Te amo. – nos decimos al mismo tiempo en que nuestras miradas se encuentran. Reímos y al poco tiempo nos quedamos profundamente dormidos.

 

Alianza - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora