Capítulo Cuatro

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Capítulo 4

Sus ojos brillan y su sonrisa es amplia de dientes completos. Creo que nunca lo he visto tan alegre.  Caminamos juntos por el sendero hasta que desaparece por completo unas dos millas antes de llegar a la pequeña cabaña junto al lago. . A la que solía ir con mi padre. Le tomo la mano para ayudarlo a caminar y como un gesto cariñoso.  No quiero que piense que lo ayudo por su pierna únicamente. Es difícil caminar por esta zona, no hay sendero y hay demasiadas ramas tiradas en el suelo. Odiaría que por culpa mía él se lastimara, aunque me consuela pensar que hemos estado en lugares peores y mucho más peligrosos y él ha salido de eso vivo, no ileso, pero vivo.

Llegamos a la cabaña. Me detengo y giro hacía él sin soltarle la mano. Lo noto cansado.

-           Ven siéntate en este tronco. Yo preparare el fuego. - le digo llevándolo hasta allí.

-        Katniss, no hace falta. Yo puedo ayudarte. - dice con gesto casi ofendido. -  Traje cordero, puré de papás, unos trozos de pan y de postre una tarta de chocolate y frutillas. ¿Te parece bien?-

-         ¡Por supuesto!-  digo emocionada. Al escucharlo mencionar toda esa comida, se me hace agua a la boca. - Muero de hambre.

Sonrío y le doy la espalda para entrar a la cabaña por unos troncos para el fuego que dejé hace una semana apilados dentro.  Entro a la pequeña cabaña oscura y dejo la puerta de madera abierta de par en par para que entre un poco de luz. Veo los troncos en el mismo lugar donde los dejé. Suelo venir aquí a veces a limpiar el lugar y a reflexionar.  Mantengo todo en orden, era uno de los lugares preferidos de mi padre y mío, por lo que merece cuidados. Nadie pasa por aquí. Todavía les queda en el aire revoloteando, la palabra restringido, por eso es que casi nadie entra a los bosques.

Tomo las leñas y me dirijo afuera cuando veo que Peeta me espía desde el umbral de la puerta. Su cara de concentración me observa y no logro adivinar sus pensamientos.

-         ¿Hace cuánto llevas ahí parado observándome?- digo repitiendo lo que él me preguntó hace unas horas cuando yo lo observaba en la cocina. Él sonríe, entendiendo mi broma.

-         Hace unos pocos minutos. -dice acercándose a mí.  - Déjame ayudarte.-  Toma unos troncos de mis brazos sin apartar su mirada de mi rostro. Es intensa. Me provoca besarlo nuevamente. No sé cómo una mirada así suya me despierta estos impulsos. No me acuerdo si él me miraba así antes. No recuerdo haber sentido estos deseos irrefrenables de besarlo antes. De cualquier forma, todo ha cambiado. El mundo entero como lo conocíamos ha cambiado. Peeta ha cambiado y yo he cambiado.  Somos libres ahora. ¿Será esa la palabra que estoy buscando? Libertad.  Es por ella que ahora me permito sentir esto que siento y siempre sentí por Peeta, solo que refrenaba mis sentimientos y los ocultaba en la negación. Tiene que ser la libertad, no encuentro otra respuesta razonable.  Quizás deba hablar con el Dr.Aurelius, él me ayudará a aclarar mis confusiones.  Pero por el momento me quedo a pasar el día con el chico del pan, en estos bosques que me son tan familiares. Se respira un aire fresco y una paz casi palpable. Podría decir que es uno de mis mejores días.

Peeta me guiña un ojo y sale con los troncos en sus manos. Me quedo congelada un momento, me recupero de mi estupor y salgo tras él. Apilo la leña y comienzo el fuego.

-        Yo caliento la comida, tu solo siéntate y cuéntame cómo es que decidiste... -  se pone de pie y veo que piensa en las palabras adecuadas para decir. - ¿cómo es que decidiste invitarme a una cita? ¿Qué te hizo reflexionar sobre nosotros? -pregunta Peeta algo nervioso.

Levanto mi vista a él que está parado enfrente mío, luego giro y me siento en un tronco largo de un  árbol en frente del fuego. No consigo organizar mis palabras, no sé qué decirle. ¿Le explico lo del sueño? O le digo que solo reaccioné, desperté a la realidad. Al fin luego de unos minutos consigo ordenar mis pensamientos. Peeta se da la vuelta hacia el canasto de la comida, pero lo hace para no presionarme. Con sus ojos pendientes de mis palabras seguramente trastabillo. Él sabe, me conoce más que yo a mí misma.

-       Tuve un sueño anoche.-  le digo, él sigue de espaldas hurgando en la canasta pero lo veo atento a mis palabras. - En realidad era un sueño de un recuerdo. Recreaba mi depresión y tu llegada aquí desde el Capitolio, como te encontré sembrando Prímulas al costado de la casa, como luego de verte y de ver mi estado de descuido, decidí de alguna manera… volver a la vida.- Me detengo para respirar hondo y Peeta se gira y deja la canasta. Se sienta en un tronco enfrente mío del otro lado del fuego y veo sus ojos brillar. Continúo. -  Y llegué a la conclusión de que inconscientemente me recuperé por tu regreso. Por tu sola presencia.  Tú siempre me has dado fuerzas y sin ti no podría vivir. Me di cuenta de que ya no puedo esconder y negar mis sentimientos, disfrazándolos de amistad o simple compañerismo… Yo… Te quiero.-

Al decir esas últimas palabras miro a Peeta para que vea la sinceridad en mis ojos. Todo mi relato lo dije a medias mirando mis manos y mirando el fuego.  Los ojos de Peeta brillan con lágrimas a punto de deslizarse por sus mejillas. Me doy cuenta de que yo también estoy llorando al pestañear y sentir una lágrima caer. Peeta se pone de pie y en un segundo está sentado a mi lado. Toma mi rostro con ambas manos y con su pulgar derecho acaricia mi pómulo limpiando las lágrimas. Levanto mis manos y hago lo mismo con mis pulgares, él cierra los ojos mientras yo suavemente seco sus parpados y sus pómulos. Abre sus ojos nuevamente y yo me detengo. Nos miramos unos segundos y él me acerca más a él. Cierro mis ojos deseando que me bese y lo siento besarme los párpados, luego mi nariz, los pómulos, primero el lado derecho y luego el izquierdo, mi frente, mi barbilla, mi cuello. Recorre mi rostro con pequeños besos mojados pero suaves hasta que llega a mis labios. Succiona mi labio superior, luego el inferior, siento enloquecer de placer. Sus labios cálidos y su lengua húmeda toman posesión de mi boca, primero lentamente y luego con pasión, con rapidez. Lo tomo de su cabello acercando su rostro más al mío. Siento un cosquilleo en el estómago cuando él toma mi cintura para pegarme más a su torso, pero me siento incómoda. Inconscientemente paso mi pierna derecha al otro lado del tronco, de manera que quedo sentada de frente a Peeta que se encuentra sentado de la misma forma, como montando un caballo, pero en este caso, un tronco. Me acerco aún más a él, hasta quedar casi sentada en sus piernas. Él se sorprende pero no detiene el beso, continúa con más fervor. Siento hervir mis labios y un cosquilleo en la parte baja del vientre que nunca antes había sentido. Me asusto pero no puedo detenerme, no quiero detener el beso. Peeta jadea, y baja una mano suavemente desde mi cuello hasta mi cintura y me empuja hasta que quedo sentada a horcajadas sobre él. El cosquilleo en la parte baja de mi vientre se intensifica y entiendo a qué se debe al sentir debajo de mi algo largo y duro que proviene de Peeta. Me da pudor, pero se siente bien, sus manos que recorren toda mi espalda se siente maravilloso y sus besos increíblemente bien. Pero siento que falta algo, algo que aplaque el deseo. ¿Pero que puede sentirse más placentero que esto? Me muevo por instinto para intentar calmar el cosquilleo de todo mi cuerpo, y cuelgo mis brazos alrededor del cuello de Peeta. Él se congela y aparta su boca de la mía. Luce como si hubiera recibido un balde de agua sobre su cabeza. No entiendo porque se detuvo. Ha sido beso más largo que he recibido en mi vida y el más intenso, pero no deseaba que terminara aún. Lo miro a los ojos interrogativamente.

-      Katniss, no voy a poder refrenarme. - dice con su respiración acelerada. - Si no nos detenemos ahora, no me voy a poder refrenar luego. -  observo sus ojos nerviosos y su ceño preocupado.

-       ¿Refrenarte? ¿Refrenar qué?- pregunto sin entender a qué se refiere. Él me mira incrédulo y sonríe.

-        Eres tan inocente para algunas cosas y para otras te sabes todas las respuestas. - dice suspirando y sonriendo. Me da un beso corto en los labios. - Refrenar el deseo de hacerte el amor, de hacerte mía. - su mirada se vuelve intensa, cargada de anhelo. Ahora entiendo porque se detuvo, el sentirá el mismo cosquilleo en su miembro masculino que yo en mi bajo vientre. Sé que soy incrédula en cosas de romance, en besos, en hacer el amor, pero sé cómo funciona, mi madre me explicó hace tiempo cuando la vi atender a un paciente desnudo, solo que no sé qué se siente, no sé nada del órgano masculino. Pero quisiera saber. ¿Al entrar en mi aplacará el deseo, él cosquilleo tan intenso, placentero y molesto que me provocan los besos y caricias de Peeta?

-        No te refrenes, quiero saber que se siente tenerte dentro de mí. Quiero ser tuya Peeta Mellark. 

Alianza - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora