Capítulo Uno

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                   Capítulo Uno

Soy incapaz de moverme de la silla. El resto de la casa se  vuelve fría y vacía y oscura. Tiro de un viejo chal alrededor de mi cuerpo y miro las llamas. Trato de planear mi  siguiente movimiento. No hay obstáculo ahora en suicidarme. Pero parezco estar esperando por algo.

Me quedo dormida en el sofá en la formal sala de estar. Una terrible  pesadilla sigue, donde estoy yaciendo en el fondo de una profunda sepultura, y  cada persona muerta que conozco por nombre viene y me lanza una pala llena de  cenizas. Es un sueño bastante largo, considerando la lista de gente, y mientras  más profundo soy enterrada, más difícil  es respirar. Trato de gritar,  pidiéndoles que se detengan, pero las cenizas llenan mi boca y mi nariz y no  puedo hacer ningún sonido. Y las palas continúan resonando y resonando una y otra vez…

Me despierto de un salto. La pálida luz de la mañana se  asoma  por los límites de las persianas. El raspar de las palas continua. Aún en  medio de la pesadilla, corro por el pasillo, hacia la puerta del frente, y  alrededor del lado de la casa, porque estoy muy segura que puedo gritarle a los  muertos. Cuando lo veo, me detengo de inmediato. Su rostro está  sonrojado por  haber estado cavando en la tierra bajo las ventanas. En la carretilla, hay cinco arbustos ralos.

­     - Volviste―digo.

­   - El Dr. Aurelius no me dejó irme del Capitolio hasta ayer―Peeta dice― En relación a eso, él me dijo que no puede fingir  que te está  tratando por siempre. Tienes que contestar el teléfono.

Él se ve bien. Delgado y cubierto por cicatrices de quemadura como yo, pero sus ojos han perdido esa  imagen torturada y nublada. Sin embargo, está frunciendo el ceño ligeramente mientras me mira. Hago un esfuerzo de corazón para sacar el cabello de mis ojos y darme cuenta de que está  enmarañado en nudos. Me siento a la defensiva.

­       - ¿Qué estás haciendo?

­      - Fui al bosque esta mañana  a desenterrar estas. Para ella―dice―Pensé que podíamos plantarlas a lo largo del costado de la casa.

Miro a los arbustos, los montones de tierra colgando de sus  raíces, y mi aliento se frena cuando la  palabra rosa se registra. Estoy a  punto de gritar cosas desagradables a Peeta cuando el nombre completo viene a mí. No sólo rosa sino Primrose de la noche. La flor por la que fue llamada mi  hermana. Le doy a Peeta un asentimiento y me apresuro dentro de la casa,  trabando la puerta detrás  de mí. Pero la cosa maldita está  dentro, no fuera.  Temblando con debilidad y ansiedad, corro subiendo las escaleras directamente a mi habitación. Huelo en el aire el aroma que tanto odio. Y luego la veo ahí en el mismo lugar de la última vez.  La rosa de Snow. La tomo y corro a la cocina, cuando llego la lanzo a la chimenea y la veo arder hasta que no quedan más que cenizas. 

­   - Ahora lo que necesito es un baño, necesito cazar, vivir de nuevo. Peeta está de regreso.  --  Me digo, luego subo las escaleras y despierto. 

Despierto de alguna manera agitada pero sintiendo paz.  Giro en mi cama hasta quedar de espaldas mirando el techo. Pienso en el sueño.  No sé si debo llamarlo “sueño” porque es más bien un recuerdo. Eso pasó hace aproximadamente un año. La única diferencia es que cuando eso pasó, cuando Peeta regresó y yo decidí dejar mi estado mentalmente desorientado, lo hice porque sí,  o eso creí, no dije eso último del sueño. Simplemente no pensé en nada. Pero el sueño fue tan real que lo que dije lo pensé y lo sentí  en el alma.

Desde que Peeta está de vuelta, yo he cambiado, ya no permanezco sentada en la mecedora enfrente de la chimenea con la misma ropa, sin bañarme y sin cazar que es una de las cosas de las que más disfruto.

Hemos hecho una alianza nuevamente, yo cazo, él cocina, y juntos hacemos un libro de recuerdos. Tratamos de recordar a las personas que pasaron por nuestras vidas y que fueron tan importantes.  Él dibuja, si no conseguimos una fotografía, yo escribo con mi mejor letra cada detalle sobre ellos. Les hacemos justicia y honramos sus nombres. Rue, Finnick, Boggs, el padre de Peeta, Prim… etc.   Haymitch se nos une algunas noches cuando esta menos ebrio y contribuye con veintitrés años de guiar tributos.  Estamos haciendo un buen trabajo. Peeta es excelente.  No hablamos de lo sucedido, no recordamos lo malo, solo lo bueno. A veces se hace difícil recordar, pero somos fuertes.

Buttercup regresó. Su regreso fue mi liberación. Ahora nos llevamos mucho mejor y nos hacemos buena compañía. No me había desahogado por las muertes de mis amigos, de Prim hasta que ese gato feo apareció en mi casa el mismo día que regresó Peeta. Le grité que se fuera, que Prim ya no estaba y caí en razón. Prim ya no existía y lloré su muerte, lloré mi descuido, lloré mi suerte y la suya. Llamé a mi madre por primera vez en meses de inmovilidad y lloré con ella también. Me sentí liberada después y ahí fue donde se me ocurrió la idea del libro, al ver el libro de plantas de mi familia. . Hablé con el Dr. Aurelius  y a él le pareció buena idea que siguiera su consejo de solo pasar por las propuestas de resolución y envió una enorme caja de hojas de pergamino en el tren más próximo del Capitolio.

En las noches acostumbro a tener pesadillas horribles sobre mutos, niños perdidos, quemados y no cesan, nunca se acaban. Suelo despertar asustada deseando tener los brazos de Peeta para tranquilizarme, como lo hacía antes. Pero con Peeta no hemos decidido que hacer, no hablamos del tema romántico en absoluto. Él debe seguir pensando que yo actuaba solamente. Yo misma pensaba que solo actuaba estar enamorada de él hasta que se volvió costumbre. Pero verlo todos los días y saber que lo recuperé después de perderlo en la Arena, que está vivo y que el Capitolio no pudo quitarle todos sus recuerdos, me alegra, me conforma y me satisface sobre manera.

Deseo tenerlo siempre a mi lado, lo necesito, eso es algo que ya he confirmado.  Lo necesito porque él me da fuerzas, me da esperanzas de una vida mejor, de paz. Él aleja mis pesadillas. No sé si estoy enamorada, no sé si sé qué es estar enamorada de alguien. Este sueño que tuve, la felicidad con la que me desperté, deseando mejorar mi vida, mi aspecto, porque él había regresado me confunde. Sí, fue el día que él regresó que decidí reaccionar y movilizarme, también me liberé de mi pena y lloré mi angustia, hablé con mi madre, con el Dr. Aurelius…

Todo gracias a su regreso.  Sí, lo hice por él. Con su sola presencia, me dio fuerzas e impulsos para seguir viviendo.  Él es mi razón de vivir, mi esperanza. No vivo sólo porque a Prim le hubiese gustado que yo siguiera con mi vida, sino porque él regresó y está vivo y a mi lado. Entonces lo amo…  Eso debe ser amor.

 

 

Alianza - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora