Epílogo

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El retrato que pintó Peeta inspirado en mi sueño con Effie, se hizo realidad.

A los tres meses del cumpleaños número cinco de Emma, nació Ryan, un pequeño rechoncho y rubio, como su padre, de ojos grises como yo. Emma quería tanto un hermano que decidimos complacerla. Peeta ya me había pedido tener otro bebé, pero demoré bastante mi confirmación. Johanna y Gale tienen dos niños también y Em es muy amiga del mayor de sus hijos, que es casi un año y medio más pequeño que ella. Y cuando nació su hermano, Em estaba tan fascinada que se había encaprichado con tener un hermanito.

El embarazo de Ryan fue mucho mejor que el de Em, aunque el parto tardó horas. El niño era más grande de lo que fue ella, recién nacida. Toda la ropa le quedaba pequeña, tuvimos que comprarle de talle más grande como para un bebé de dos meses.

Es un pequeño de dos años ahora, inteligente, travieso, divertido y muy dulce. Emma de siete años, es una señorita, una princesa como le dice Peeta. Es tranquila, dulce, ingeniosa, le gusta pintar como a Peeta y cuida de su hermano siempre, es muy atenta.

Cuando cumplió los cinco años comenzó a ir a la escuela. No le vamos a hablar de los Juegos hasta que cumpla los diez años. El Dr Aulerius me aconsejó esperar a que ella tenga suficiente entendimiento y sea consciente de su alrededor. Pero, Em es muy sabia, para tener siete, le gusta hacer preguntas y saber todo. El tiempo dirá.

Peeta juega con los niños en la pradera, yo los veo desde mi lugar, sentada en el césped sobre una manta. La sonrisa de mis labios, no se borra nunca. No puedo hacer más que sonreír al ver a mi familia.

Sí, hay momentos difíciles, que lo que menos me provocan es una sonrisa, pero son instantes cortos, pequeñas decepciones, que no modifican mi felicidad, mi amor y mi satisfacción personal. Mi familia lo es todo. Y la vida me está recompensando por todo lo malo del pasado, por las pérdidas, por la pobreza y la guerra.

Todos los seres queridos que me quedan, son felices con sus propias familias. Johanna y Gale con sus dos niños, Annie con Fin y su nuevo esposo, mi madre y Haymitch, Peeta y hasta Flavius, Octavia y Venia.

Todo ha mejorado para bien, Panem se encuentra bien y prosperando. Por fin se respira paz, y esperanza. Ya no debo preocuparme por que mis hijos pasen hambre o por que se desate una guerra, por los juegos... por nada más que su salud y felicidad diaria.

A veces, cuando voy a cazar, me quedo mirando los animales, incapaz de lastimarlos. Ellos disfrutan de la paz también. La gente sigue sin aventurarse por el bosque. Voy a cazar unos pocos días a la semana, solo para caminar por el bosque y practicar con mi arco. Algunas veces me acompaña Em y le enseño tiro, mientras mi madre o Peeta cuidan de Ryan. El pequeño adora jugar con las cabras o cocinar con su padre.

Mi madre y Haymitch viven juntos en casa de Haymitch, son felices, y vienen a cenar a casa cada día por medio. Nos quieren dar nuestro espacio, pero no pueden mantenerse demasiado tiempo lejos de los niños.

La relación nuestra, de Peeta y mía, sigue intacta. Seguimos amándonos de igual manera que cuando nos casamos, creería que hasta más. Hacemos el amor mínimo dos, tres noches a la semana. Tenemos discusiones, como todo matrimonio, pero no duran los enojos más de cuatro horas. Nuestro amor, es apasionado, sincero, dulce, fuerte y eterno. Podemos pasar por todo lo mismo una vez más, si el final es este. Él y mis hijos son mi vida, mi regalo, mi cielo.

- ¡Mami! Ven a jugar a las escondidas con nosotros. – grita mi niña desde el pie de la pequeña colina verde.

- ¡Si Mami ven jugar condidas nosotos!.- repite a media lengua el pequeño Ryan sobre los hombros de mi esposo que ríe divertido. Toda su cara me sonríe, sus ojos azules como destellos plateados bajo el sol se ensanchan acompañando las marcas de expresión de sus mejillas.

- Ya voy niños. – les digo poniéndome de pie. Sacudo de mis pantalones la hierba del césped y corro en descenso por la colina. Llego hasta Ryan y Peeta y le hago cosquillas al niño que ríe sin parar. Emma se encuentra mirando unas flores unos metros más allá. Le digo a Ryan que la vaya a buscar y el pequeño sale corriendo.

Me volteo hacía Peeta y su cálido rostro me provoca un nudo en la garganta. Le tomo el rostro entre mis manos. – No sé qué haría sin ti mi amor. Quédate conmigo siempre. – me besa fugazmente y me sonríe.

- Siempre.



                                                                                             FIN 




Espero que hayan disfrutado de mi fanfic.  Gracias por haberlo leído. Desde mi humilde imaginación, así me hubiese gustado que terminara Sinsajo, con mucho amor. Pero la historia de Suzanne Collins de por sí ya es perfecta. Espero que mi contribución les haya gustado, a mi me encantó escribirla.  ¡Es mi primer novela finalizada!

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