- Ya verás como se pondrá tu mamá cuando vea todo esto.
- Se enojara con vos, papá. Sos el adulto responsable ¿Qué culpa tengo yo? - Sus pequeños hombros se encogieron y volvió a dedicarme esa mirada se cachorro a la que no le podía decir que no - ¿Jugamos otra vez? Dale, pa. Una más y ya.
- Con vos nunca se sabe cuándo es una más y ya. Hacele.
Desde que Yeimy y Erick salieron a la entrevista que tenían que aquel canal, Alaia se encargó de montar un show en la casa, como todos los días, por su mente pasaba hasta el mínimo detalle que cumpliera su deseo y claro, yo era su cómplice en todo esto y tampoco le podía decir que no; desde que Alaia llegó, todo en nuestra vida cambio tan de repente y los días malos dejaron de tocar nuestra puerta.
Recuerdo que cuando vimos esos pequeños ojos azules y la sonrisa que nos regalo apenas nos miró, no dudamos que esta pequeña sería la alegría que nos acompañaría para siempre. De allí su nombre. Alegría... Una gota de felicidad cuando la vida se torna oscura.
Nuestra hija heredó nuestro talento y pasión por la música, no había momento en el día donde Alaia no estuviese cantando o bailando, lo hacía bien, me sentía orgulloso de mí pequeña y no porque fuese su padre, a su corta edad, Alaia tenía la capacidad de aprender lo que se le enseñaba y el compromiso de seguir mejorando cada día. Pocos son los niños que desde que son pequeños tienen tal don... Me recordaba a alguien.
A veces imaginaba que era ella en este nuevo cuerpo, acompañándonos en nuevo viaje.
También heredo la inteligencia y perspicacia de su mamá, tenía cinco años pero esta chica sabía cómo darte la vuelta sin darte cuenta y tornar todo a su favor y de mí... De mí heredó esa picardía y astucia para salirse con las suyas, eso no lo podía negar.
Es una mezcla perfecta de nosotros dos.
- Dale, papá ¿En qué te quedaste pensando?
- Nada, nada, princesa. Perdóname ¿Lista?
- ¡A darle!
La canción de la película de Frozen comenzó a sonar y como si fuese parte de una obra, Alaia caminaba lentamente por el pasillo hasta llegar al salón mientras cantaba la canción con el micrófono que le regalamos en navidad. Mal día que ese micrófono llegó.
Mi tarea en este musical improvisado era hacerme cargo de los efectos especiales; viento, nieve de mentira, hielo, todo lo que fuese necesario para que ella se metiera en el papel. Sus palabras, no mías.
Escuché el tintineo de las llaves en la puerta y gire mi cabeza para encontrarme con mirada desconcierto de mi familia y la burla de Vanesa en sus labios mientras negaba.
- Ay, Charly...
- I am found - Alargo la última nota mientras sus ojos se cerraban, dejándonos sorprendidos por ese nuevo registro vocal.
- Maldito el día que le dieron ese micrófono - Comento Erick.
- No se puede negar que tiene talento ¿Escuchas como canta?
- Mientras siga cantando en casa, todo bien ¿Me podés explicar que es todo estoy, Charly? Me voy cinco minutos y haces una fiesta en casa.
- Tú hija...
- ¿Yo? Yo no hice nada, mami. Mi papá nunca se negó en ayudarme y eso que le dije que tú te ibas a molestar, mami.
- Calmate, princesa. Esto se arregla en segundos.
- Charly, tiraste espuma hasta en los muebles.
- Es parte de los efectos especiales.
- A veces te comportas peor que Alai, amor - Suspiro y con nuestra pequeña sonreímos de manera cómplice, dedicándole un guiño - Iremos a preparar la cena y ustedes dos, me arreglan esto por favor.
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Simplemente tu
Fiksi Penggemar¿Alguna vez has sentido que lo tienes todo y de la nada todo se esfuma? Lo que tienes en tus manos, lo que forma parte de ti, en segundos se vuelve aire, se va. Lo teniamos todo, eramos un todo, el me complementaba y yo era su otra mitad, habíamos...