Capítulo 9 Mansión Galloway Medianoche 20 de diciembre de 1942 Katherine Jones

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Habíamos vuelto a la mansión tarde, pero a pesar de ello, un gran número de ventanas nos permitió ver que aún había actividad en su interior. Todo parecía seguir como siempre, de hecho, el salón que solía ocupar el Señor Galloway tenía las luces encendidas. A pesar de la luminosidad que desprendía, las estrellas parecían estar observando lo que pudiese pasar en aquel lugar. El silencio que inundaba los alrededores de la mansión era ensordecedor. Lo único que oíamos era la estridulación de los grillos, el ulular de un viento helado y nuestras pisadas sobre el camino de tierra que iba en dirección hacia la puerta principal.

    Pretendía interrogar al mayor número de personas posibles a pesar de las altas horas de la noche, pero tenía la necesidad de encontrar a algún testigo que pudiese aportar información del propietario de aquel vehículo sospechoso que vimos salir de la propiedad y, más tarde, se esfumo como si de un espejismo se tratase. Cuanto más lo pensaba, menos sentido tenía para mí, ¿cómo había desaparecido, así como así?

   

— ¿Por qué habéis tardado tanto? — preguntó indignado William que apareció en vestíbulo.

— Discúlpenos, Señor Galloway— dije algo avergonzada por la situación—, hemos estado persiguiendo un vehículo que vimos salir de su finca que no reconocíamos.

El rostro de William se tornó pálido tras oír mis palabras, con unos ojos de absoluto terror Estaba claro que esa persona no había ido de visita a ver a la familia. De pronto, sin mover un solo musculo de su cara, se fue hacia el salón del que había salido. Aquel lugar de la mansión era como su refugio. Siempre estaba allí, quizás porque era el único sitio de la casa donde se encontraba a salvo. Quizás, era allí donde había vivido sus mejores momentos. De hecho, cada persona está ligada a un lugar, y cuando ésta abandona su cuerpo, su fantasma se queda allí, a lo mejor aquella estancia era la del Señor Galloway.

Decidí seguirle puesto que no pareció que fuera a volver. Y allí estaba de nuevo, en aquel salón sentado junto a la mesa donde desayuné con él. Sus ojos estaban fijos en la oscuridad del exterior, como si estuviese a la espera de que aquel coche misterioso apareciese y respondiese las preguntas que rondasen por su cabeza. Realmente, estaba atemorizado de que alguien apareciese entrando en la finca, oculta entre las sombras y quisiese acabar con su vida. De hecho, por un instante, le pareció ver a alguien, que le observaba, camuflado con la sombra de los jardines, pero en realidad no había nadie. Era su imaginación, que le jugaba una mala pasada, como les suele pasar a los niños cuando están acostados en sus camas, y cualquier sombra parece ser la de un asesino que te observa a la espera que cierres los ojos para atacarte.

— ¿Está bien, Señor? — pregunté —. ¿A caso sabe quién podría ser? — indagué, tratando de que nos dijese algo que nos ayudase.

Él simplemente negó con la cabeza, sin retirar la vista de la ventana, intentado ver si había algo extraño que llamase su atención. Se sentía vulnerable como la presa de un tigre que por instinto sabe que su depredador está a la espera del momento perfecto para atacar.

— Tengo miedo — dijo en un tono serio.

— Es normal que tenga miedo, tiene a unos hijos a los que proteger y ni siquiera sabe de qué debe protegerlos. Pero necesito que cualquier idea que tenga sobre quién podría ser, debe decírnoslo.

— Lo sé — contestó —, el problema es que no sé quién podría hacer algo así.

— Se lo difícil que resulta identificar a un asesino, pero no debe presionarse si no lo sabe.

Entendía su situación. El tiempo que habíamos estado fuera debieron de ser los peores momentos de su vida, sintiéndose vulnerable ante cualquier cosa que pudiese hacer daño a sus hijos, sin poder proteger a su familia, y si controlar la situación que se le estaba presentando en su vida. Debía de ser para él como una pesadilla de la cual jamás despertará.

El Misterioso Caso de la Mansión GallowayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora