El frío de ese día gris de diciembre me calaba los huesos mientras esperaba, en esa diminuta estación de ladrillos rojizos, divisar el humo de la locomotora ascendiendo entre los árboles que rodeaban el lugar con ese frontal metálico y esos vagones rojizos. Me mantuve al margen mientras que los cuatro esperaba, tratando de pasar desapercibida a la espera de poder ver a el hijo de los Harrison. No sabía que aspecto tendría ahora, solo podía suponerlo en mi mente, pero allí solo había unas cuantas familias, un hombre con aspecto honorable sentado en un banco leyendo el periódico que había salido ese mismo miércoles de diciembre y algunos niños, de unos cinco o seis años, que andaban correteando por allí para hacer tiempo. Sentí alivio al ver que todo parecía ir bien. El tren estaba cerca, podía oír el chirrido de los raíles y en la lejanía se podía divisar la puerta de la caja de humos y una pequeña luz cálida.
El tren paró y Jack volvió su mirada hacia mí, una mirada cómplice que interprete como si me estuviera diciendo: "lo hemos logrado", mientras los hijos de los Galloway subían acompañados de Margaret al vagón. Yo hice un ademán con la cabeza indicándole de que siguiera adelante. Observé como subía y tomaban asiento a través de las ventanillas rectangulares de vagón. Miles de dudas afloraron en mi mente. No estaba segura si era lo correcto, pero tenía que velar por la seguridad de esos niños. Ahora tenía que volver a la mansión y esperar a que todo pasara según el destino lo había decidido.
La bocina del tren sonó tres veces como sella de que iban a partir mientas que un segurata llamaba a los últimos pasajeros que subieran a toda velocidad si querían llegar a su destino. Una pareja joven de enamorados se despedía con lágrimas en los ojos. Ella observaba como su pareja se despedía de ella alzando una gorra marrón en el aire y ella le respondía con el mismo gesto. Ella con su abrigo gris ceñido a la cintura, al estilo swing, volvía a casa completamente sola muy emocionado con un pañuelo de seda entre sus manos enguantadas.
Volví a la mansión en el coche. El chófer me había esperado para llevarme de vuelta a la finca familiar y no tener que volver en taxi. Los copos de nieve volvían a caer desde ese cielo anubarrado y gris, había permanecido así desde mi llegada a la mansión, como si presagiasen los malos acontecimiento que iban a suceder en el hogar de los Galloway. Llegamos a la entada, era la misma de siempre, pero para mí tenía una pinta aterradora e inquietante con esa G de hierro que ahora estaba decorada con carámbanos de hielo y escarcha a causa de los días de nieve que habían trascurrido. La mansión parecía observarme entre la neblina con esos ventanales que parecían ser sus ojos, con un aspecto amenazante.
No sabía qué me iba a encontrar allí, esperaba que todos estuvieran bien y que Liam no hubiera decido actuar aprovechando que yo no me encontraba en la casa, aunque yo era otros de sus objetivos, no cabía la menor duda. Al menos pude ver que aún había luz en el interior. No tenía un mal presentimiento, todo parecía estar como debía estar. El Señor Galloway entreabrió la cortina del salón donde solía pasar la mayor parte del tiempo. Tuvo que oír el motor del Rolls Royce y ver la luz de los faros del vehículo.
ESTÁS LEYENDO
El Misterioso Caso de la Mansión Galloway
Misterio / SuspensoEn una gélida noche del 18 de diciembre de 1942, la mansión de los Galloway, en el tranquilo condado de Cumbria, Inglaterra, es testigo de un asesinato que sacudirá los cimientos de la alta sociedad británica. Durante una fastuosa fiesta, Evelyn Gal...