Capitulo 24 Saint Bees Head Heritage Coast 31 de diciembre de 1942

0 0 0
                                    

Las linternas iluminaban casi cada rincón del bosque, como si se tratasen de un enjambre de luciérnagas. El inspector Jenkins había ordenado que peinasen la zona por si hubiera algo que les fuera útil para dar con algún sospechoso y encontrar a la pers0na que la había arrojado por el acantilado. Solo pudieron encontrar varias huellas de botas de montaña de una talla bastante grande. Con seguridad, se trataba de las huellas de un calzado masculino.

— Sigan avanzando— decían a voces mientras iban trabajando y revisando cada rincón.

El inspector seguía en el Hospital de Whitehaven a la espera de poder interrogar a la víctima. Había logrado entrar fingiendo ser un familiar. Seguía en una pequeña sala de espera que tenía las paredes pintadas de un color verde hospital con un crucifijo de madera en una de las paredes, cuidadosamente colgado, alineado y centrado a la perfección y tenía una iluminación muy pobre y fría. El olor a hospital le ponía los pelos de punta, trayéndole algunos malos recuerdos. Era ese olor a antiséptico que parecía quedarse impregnado en el tabique de su nariz. Un olor que cualquiera sería capaz de reconocer al instante. Mientras tanto, las enfermeras andaban de acá para allá con sus uniformes completamente blancos con su gorros y una cruz en el pecho. Aún desconocía el estado de la joven, ni si quiera sabía si se trataba de Kath. Seguía con la mirada a cualquiera que pasara por allí, con la esperanza de que le dieran el permiso para pasar a verla. De pronto, la recepcionista que estaba al otro lado de la sala apareció en el umbral de la puerta.

— Es una llamada para usted, señor— anunció amablemente.

El inspector Benjamin Jenkins se levantó para ir tras ella. La mujer le ofreció el auricular con amabilidad y le dejó a solas para que pudiera hablar en privado.

— Inspector Jenkins— contestó con firmeza y seguridad en su voz. Se trata de uno de los de su unidad que quería informarle sobre los avances de la investigación, el Señor Harris. Al parecer no habían encontrado nada relevante, tan solo aquellas huellas. Sin embargo, habían encontrado a un primer sospechoso tras peinar un radio de 2 kilómetros—. Un tal Boris Hunt. Al parecer es un guardabosque que vive no muy lejos del acantilado. Le llamo desde su cabaña.

— Interróguenle— ordenó el inspector—, nos será de ayuda. ¿Vivía muy lejos de donde tuvo lugar el "incidente"?

— No, solo a unos escasos kilómetros. Además, iba vagando por los alrededores y pareció asustarse al vernos. Está muy nervioso— hubo un silencio al otro lado de la línea—. Anda de acá para allá como si estuviera pensado que versión dar de los hechos. Cuando comenzamos a hablar con él, no paraba de tartamudear y sudar.

— Iré para allá en cuanto me permitan ver a la víctima. Necesito comprobar una cosa.

— De acuerdo, Inspector, le esperaremos. Tengo que colgar.

Tras decir esas palabras solo se oía un intenso beep y fue entonces cuando colgó el teléfono. Fue en ese preciso momento cuando apareció un doctor detrás de la puerta del pasillo. Sus miradas se cruzaron. El corazón de Benjamin se aceleró. ¿Y si era Katherine la que había sido arrojada al vacío? Esa era la pregunta que le atormentaba. Quizás, el asesino había logrado confundirla, y de esa forma lograr que le perdiera la pista para luego poder acabar con ella que era la que le estaba dificultando las cosas. Estaba claro que la destrucción del Renault había sido como un primer aviso de que no siguiera, pero Kath, como una gran profesional siguió adelante con la investigación.

— Señor, su hija ha despertado.

¿Su hija? ¿Tan mayor parecía como para ser confundido con el padre de Katherine? Algo se le escapaba. Las dudas comenzaron a acecharle. Tal vez se equivocaba y no era Kath la que estaba en aquella habitación, tras esa puerta de madera que parecía mirarle fijamente. A pesar de todo, actuó con normalidad porque si no le darían permiso para pasar a verla. Él se limitó a asentir mientras luchaba por deshacer el nudo que se le había formado en la garganta que le impedía hablar. Se aclaró la garganta, tratando de mantener la compostura. Se quedo quieto ante aquella puerta sin saber con seguridad de quien se trataba. Las dudas comenzaron a acechar en su mente.

El teléfono de la recepción volvió a sonar. La enfermera se asomó al corredor y llamó nuevamente al inspector.

— Señor, es para usted— le volvió a tender el teléfono.

Él se dirigió hasta allí a paso ligero a la espera de la persona que estaba a la espera en el otro lado de la línea fuese Harris.

— Harris, dígame, ¿hay novedades sobre el caso? — Tardó un poco en responder. Parecía que sollozaba al otro lado de la línea—. ¿Quién es? ¿Quién llama? — Su corazón se aceleró.

— Inspector, soy yo. Necesito tu ayuda.

Era Kath.

Entonces, ¿quién había sido arrojado desde el acantilado?

El Misterioso Caso de la Mansión GallowayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora