Capítulo 36 Mansión Galloway Noche 30 de diciembre de 1942 Katherine Jones

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— Gracias por vuestra atención— concluí.

    Todos parecían muy preocupados por la situación y no paraban de murmurar mientras salían de la sala para dirigirse a sus respectivas habitaciones en la última planta. Volví al salón donde los dos hermanos estaban con tez pálida y semblante serio y asustado. Él había colgado una llamada recientemente. Los niños debían de haber llegado a Liverpool sanos y salvo, pero, aunque esa era una buena noticia ninguno de ellos mostraba algo de alivio en sus ojos. Estaban tensos y asustados. Los comprendía porque yo también estaba asustada. Era demasiada responsabilidad para mí. Tenía que lograr mantenerlos a salvo. Por esa razón, tenía mi arma cerca en caso de que el asesino pretendiera asaltarnos por sorpresa durante la noche. El Señor Galloway confirmó lo que yo suponía.

    — Han llegado.

    Esas fueron sus palabras y bastaron para comprender a lo que se refería. Sus manos temblaban, lo podía notar a simple vista. Era un tembliquee intenso a causa de la situación de estrés que estaba sobrellevando el solo. No articule palabra alguna. No podía pedirle que mantuviera la calma porque, incluso para mí era imposible. Todos estábamos asustados, no hacía falta decirlo.

    Les pedí que no se moverán de allí, a pesar de que les dejé la puerta abierta para que tuvieran la posibilidad de huir y así tuvieran una escapatoria fácil y rápida. Abandone la habitación unos minutos, no fueron muchos. Solo fui a la cocina para poder servirle a la baronesa algo de cenar como había prometido. Todo parecía ir bien pero no podía confiarme. Estaba en la casa, no cabía la menor duda de que estaba jugando con nosotros. Justo cuando le iba a calentar la carne asada de cordero acompañado con patatas asadas y un poco de pudin la luz se fue. Debieron de haber saltado los plomos. No podía ser una casualidad. Me dirigí al salón para hablar con William Galloway y hacer un cambio de planes. Estaba claro que Liam era quien había bajado los plomos para mantenerme entretenida. Era una forma de librarse de mí y así tener vía libre para poder ocuparse de la familia. No iba a ser tan ingenua como para caer en su trampa. Pero cuando hube llegado al salón, los hermanos habían desaparecido. Respiré hondo, tratando de mantener la calma. No podía entender como había sido tan ingenuos como para hacer caso omiso a mis palabras. De repente, una música escalofriante comenzó a sonar escaleras arriba. Era como música clásica con una voz aguda extraña. Me quedé inmóvil a los pies de las escaleras, dudando en subir y comprobar si el Señor Galloway era el que había decidido poner esa canción tétrica. Mire en el resto de las estancias mientras llamaba a William y su hermana a voces. No había rastro ellos. Era como si simplemente se hubieran esfumado sin dejar rastro. Seguí buscando, con la esperanza de que se hubieran ido de la mansión. Hubiera sido lo mejor, pero, quizás, Liam los hubiera seguido. Seguí dándole vueltas a la cabeza, pero no merecía la pena.

    Llegué al salón de baile donde se había celebrado la fiesta de disfraces, horas antes de que Evelyn Galloway fuera asesinada. De noche, sin luz, me ponía los pelos de punta. Un segundo miré los ventanales observando el pasaje blanco mientras, podía verme reflejada en el ventanal, envuelta en la oscuridad con ese fondo invernal que rodeaba la casa. Suspiré hondo, tratando de aclarar mis ideas y pretendiendo que no me pusiera en lo peor. Seguro que estaban bien y solo habían ido a comprobar que era lo que había sucedido.

    Algo se movió en la oscuridad, detrás de mí, y actué de inmediato. Pude ver que era un hombre de complexión ancha pero no podía ver con claridad su rosto. Mis ojos aún no se habían acostumbrado a la intensa penumbra. Pegó un disparo, pero pude actuar rápido como para ponerme a cubierto entre una de las columnas que adornaba la sala. El disparó impactó contra el mármol dejando una marca circular y levantando algo de polvo. Esperé unos segundos para salir de mi escondrijo. Podía sentir que estaba ahí, conmigo. Era como si pudiera percibir su respiración. Volvió a disparar contra el mismo pilar, dispersándose residuos del disparo, dejando una leve humareda y olor a pólvora en el salón. Podía oír como paseaba por la sala. Sus zapatos rechinaban, delatándole y la madera del suelo, decorado con formas geométricas, crujía levemente, pero lo suficiente para que pudiera oírle. Se acercaba.

El Misterioso Caso de la Mansión GallowayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora