Capítulo 33 Mansión Galloway Mañana 30 de diciembre de 1942 Katherine Jones

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Le presté total atención mientras me relataba lo que ocurrió ese día que apareció el hijo unigénito de los Harrison en su casa, lo cogió por el cuello y lo arrinconó en el vestíbulo en plena noche. Fue pocos días después de que se casaran y volvieran de la luna de miel. El Señor Galloway fue a acostarse después de haberse quedado leyendo en el salón un día lluvioso de otoño. Los árboles caduca comenzaba a teñirse de un amarillo intenso transformando el paisaje para luego perder todas sus hojas. Los días cada vez eran más húmedos, provocando que el aroma a tierra fresca se hiciera permanente y cada vez más intenso. De pronto, alguien golpeó la puerta haciendo uso de la aldaba de hierro que colgaba en la puerta, de estilo barroco. Una cabeza de león sujetaba la argolla con su boca con ojos amenazantes.

Llamó repetidamente en cuestión de segundos, insistente. William se dispuso a abrir la puerta, preguntándose quién sería el que había ido a visitarlos a estas horas de las noches. Los golpes insistentes retumbaban en cada rincón de la casa, que pudieron despertar a Evelyn, pero no lo hicieron. Tras abrir la puerta, Liam se abalanzó sobre él como un león sobre una gacela. Le cogió totalmente por sorpresa al Señor Galloway que no tuvo la oportunidad de defenderse.

Las manos ásperas y gruesas de Liam apretaban fuertemente su cuello, estrangulándolo. Comenzaba a faltarle el aire. El miedo se apodero de su cuerpo. Algunos sirvientes que seguían haciendo su trabajo antes de ir a dormir pudieron ver la escena. Entre ellas, la ama de llaves.

— Señor Galloway— dijo una de las criadas preocupada por la vida de William

El Señor Galloway alzó una mano tratando de que se quedase atrás.

— ¡Mírame, imbécil! — en ese preciso momento, alguien del servicio se encargó de avisar a la Señora Galloway que bajo en camisón a gran velocidad, preocupada por su marido.

— Liam, déjalo en paz— ordenó Evelyn, interrumpiéndolo 

— Cariño, no te preocupes sube, ahora voy— contestó William, tratando de que su mujer volviera a la cama como si nada, como si tuviera la situación bajo control.

— Escúchame— dijo Liam pegando su frente a la suya con la respiración agitada— habrás dejado a mi familia sin blanca y me habrás arrebatado a lo que más amaba, a Evelyn, pero me encargaré de que sufras. Si yo no puedo estar con ella nadie lo hará.

A continuación, le hablé de lo ocurrido ese día cuando tratábamos de seguir el Bugatti azul marino del 38. El Señor Galloway confirmó mi teoría.  Era la única persona que tenía motivos para matarla y el coche era el suyo sin duda alguna, aunque no pude ver la matrícula del vehículo.

— No cabe duda de que es él

Debía enseñarle la carta. Tenía que estar al tanto de la amenaza que había recibido. Su familia estaba en peligro y mi trabajo era advertirles de que estaban peligro. La vida de dos niños estaba en juego después de todo lo que estaba sufriendo en esa familia. Puse el sobre sobre la mesa y sus ojos mostraron una inmensa preocupación. Palideció rápidamente, como si hubiera visto un fantasma, quizás ese que me había visitado ensueño mandándome un misterioso mensaje que aún no había logrado descifrar. Lo cogió entre sus manos temblorosas, era como si supiera de antemano que su contenido no decía nada bueno. Y era cierto. Se le hizo un nudo en la garganta en cuanto tuvo el papel entre sus manos y lo leyó detenidamente, alzando la vista en alguna ocasión para hacer contacto visual con mis ojos. Empleo sus anteojos para ver con claridad el texto. Debió llegar al final de la cuarta puesto que se puso en pie, provocando que me sobresaltara un poco.

— Debemos irnos de aquí, a toda prisa. ¿Cuándo la recibió?

— Esta madrugada— contesté— Quería mostrársela cuantos antes pero no tuve tiempo para hacerlo.

El Misterioso Caso de la Mansión GallowayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora