Capítulo 10 Mansión Galloway Medianoche 20 de diciembre de 1942 Katherine Jones

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Ahí estaba él, ante la boca de fuego de la pistola que portaba entre mis manos temblorosas a causa del frío y el terror que sentía al tener un arma. Mis pupilas se dilataron al ver a quien tenía ante mí. Era Jack, que me miraba con rostro de preocupación, con sus cejas levemente arqueadas como muestra de preocupación y sus manos se encontraba alzadas ante mí, como si fuera a detenerlo. El tiempo, pareció ralentizarse haciendo que la tormenta de nieve pareciese que se había apaciguado, aunque no era así. De mis ojos comenzaron a brotar unas pequeñas lágrimas tras pensar que podría haberle disparado si no me hubiera detenido un momento a mirar quien era el que me había sujetado el hombro. El pánico me invadió, causando que mis temblores fuesen más pronunciados hasta que dejé caer el arma puesto que mis manos habían perdido hasta la fuerza suficiente para sujetarla.

Jack se acercó hasta mi para ayudarme a levantarme porque mis piernas no respondían. No podía parar de pensar que podría haberlo matado, convirtiéndome en una asesina. Sus ojos miel había manifestado su preocupación y absoluto temor ante el arma que yo había estado sustentando. De pronto, para mi sorpresa comencé a sollozar a como de defensa, debido a la tensión que había estado acumulando durante tanto tiempo atrapada en la tormenta de nieve. Por fin la había liberado.

  — Tranquila, tranquila, no pasa nada — decía Jack, tratando de tranquilizarme.

Realmente oír su voz me calmaba, aunque era incapaz de abandonar ese sentimiento de angustia. Jack me ayudó a volver a la mansión. El vestíbulo estaba notablemente lleno de nieve. Jack, cerró la puerta tras de sí con dificultad, puesto que el viento soplaba con gran fuerza. Yo me senté a los pies de las escaleras con el rostro pálido mientras trataba de recuperar la compostura. El asesino había jugado conmigo. Quizás sabía que la visibilidad sería mínima y le perdería y rastro, pero entonces me di cuenta de algo. Si hubiera escapado en el coche, posiblemente el que seguimos la última vez, podría haber podido alcanzar a ver las luces de los focos, o al menos el sonido del motor. Igualmente, con aquella tormenta de nieve era imposible circular, entonces, ¿a dónde había ido? En aquel instante, me percaté de que no habíamos encontrado los planos de los que habló el Señor Galloway. Era posible que aquella persona los tuviera en su poder y supiera de algún lugar donde podría ocultarlos. Incluso, pensé que quizás, la mansión, también tendría algunas estancias subterráneas y el criminal tuviera conocimiento de algunos accesos ocultos en el patio por donde lo había visto correr en plena ventisca. Para nuestra sorpresa, justo cuando Jack se disponía a dejarme su abrigo para ayudarme a entrar en calor, un sonido ensordecedor nos sorprendió. Nos quedamos atónitos, paralizados sin saber qué demonios había sido eso. Todo se quedó en absoluto silenció, solo se oía el tictac de un reloj de péndulo que marcaba las tres y cuarto de la madrugada y el chirriar de la piel de los zapatos de Jack, que caminaba temeroso hacia la puerta, sin saber que se iba a encontrar tras ella.

Había sido mi coche, había explotado y ahora se encontraba en llamas. Me tome aquello como una amenaza, estaba claro que fuera quien fuese el asesino no me quería allí, y lo peor de todo es que sabía dónde encontrarme y si quería podía acabar conmigo. Aquel estruendo despertó a todos los residentes. Eso me ayudaría a percatarme quien no se encontraba en sus respectivos dormitorios. Podría haber sido cualquiera, puesto que podría haber bajado, acceder al ala este y tratar de abrir las puertas de la biblioteca donde habíamos estado revisando los archivos y luego, huir por algún pasadizo.

William apareció en el rellano de la escalera. Su rostro transmitía absoluto temor de lo que pudiera haber sido eso. Iba seguido por sus dos hijos que parecían confundidos y tan asustados como su padre. La pequeña Lilith, se abrazó a su padre, con tanta fuerza que aparentaba que no quería que su padre se fuese de su lado para sentirse a salvo.

  — ¿Qué demonios ha sido eso?  — preguntó William gritando, posiblemente por el susto.

  — Mi coche, Señor Galloway... ha explotado.

El Misterioso Caso de la Mansión GallowayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora