Su cabellera color cobrizo se movía levemente por la grisa marina, mientras paseábamos por los campos de trigo. Me miraba con sus ojos celestes cristalinos, jóvenes, llenos de ilusión y alegría mientras reía a carcajadas. Yo le acaricio su cutis perfecto y su pelo mientras ella sonríe para luego volver a posar mis labios sobre los suyos, fundiéndonos en uno. Me perdía en su mirada llena de vida. No podemos parar de reír y corretear por el campo como dos niños. Tumbada en el césped me miras mientras que yo te escribo un poema sentado sobre las raíces de un inmenso árbol.
¿Qué es felicidad?
Me preguntaba cuando tú no estabas
La anhelaba, la buscaba
Ahora te miro desde aquí, enamorado
Y sé qué es la felicidad
Esto es lo que he esperado
Me preguntas que qué hago, por qué no vuelvo a tu lado. Yo sonrió con mirada cómplice mientras mis palabras vuelan de mi mente para plasmarlas en las páginas de mi cuaderno. Entonces, tiras de mí y caigo sobre ti. Reímos y, entonces, me doy cuenta de que ya no estas, te has ido y me despierto.
No era un sueño, era un recuerdo, son recuerdos que siguen embotellados en mi mente, desordenados. Ahora solo son eso, recuerdos. Me levanté del sillón confundido, deseoso de que todo aquello fuera una pesadilla, pero no era así. Las botellas seguían en la mesita de centro de esa sala de estar de la que no podía, como si fuera un vicio salir, y la copa en mi mano medio vacía. Sentía que ella estaba allí. A veces, podía sentir su perfume, aunque ahora que lo pienso podría ser una ilusión y sonreía a la espera de que apareciera en el umbral de aquella entrada con aquella mirada y aquella sonrisa que me hizo enamorarme de ella.
Miré el reloj y eran las siete de la mañana. Convencido de que no podría
dormir, decidí bajar. Varios sirvientes, como era de esperar se encontraban ya trabajando, mientras que yo trataba de bajar las escaleras lentamente a causa del aturdimiento de la resaca que me estaba durando varios días.
— Señor, ¿se encuentra bien? — era la Señora Danvers que me miraba con lástima por el aspecto en el que me encuentro. Sudoroso y pálido.
— No se preocupe— la cabeza me da vueltas— me pasé un poco con el alcohol anoche— confesé.
— Venga conmigo. Ahora bébase un buen vaso de agua, desayune en condiciones y entonces, se tomará una aspirina.
Le acompañé al salón que no estaba lejos, pero, para mí, el recorrido se me hizo una eternidad. Al fin pude sentarme en el sofá, mientras que la Señora Danvers le pidió a alguien que avivara el fuego porque la estancia, después de la noche tan fría que hizo, parecía que estaba congelada. Tardaría unos minutos en concentrarse el calor, pero la Señora Danvers pidió que me trajesen una manta. Esperé a que me trajeran el desayuno que Danvers pensó que era ideal para mi encontrándome en ese estado. No tardó en venir una sirvienta. Me trajeron una mesita plegable auxiliar para que no tuviera que moverme de allí, como si estuviera enfermo.
Mientras desayunaba estuve pensado en hablar con la detective Jones. No podía más. Necesitaba encontrar al culpable. Sabía lo difícil que debía de ser resolver ese tipo de casos, pero mi paciencia se estaba agotando. No podía de parar de pensar en todas aquellas personas con las que estuve hablado durante la fiesta de aquella noche, pero no podía imaginándome a nadie asesinando a sangre fría a mi esposa. Una sensación de culpabilidad surgió en mí y comencé a martirizarme como había estado haciendo durante todos esos días, sin parar. El dolor y el vacío que sentía era tan profundos que mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas mientras me tomaba el té, haciendo que mis ojos se nublasen. No podía llorar, no ahora porque el responsable de la muerte de mi esposa seguía por ahí, suelto y sabíamos que tenía la intención de actuar de nuevo. No sabíamos cómo, pero seguía aquí y eso me hacía estar un poco paranoica respecto a esto. Sabía que lo que más me importaba, la vida de mis hijos estaba en juego y por mucho que me sintiera débil, tenía que protegerlos a toda costa. Eran mi responsabilidad y eran las personas a las que más quería en este mundo. Arriesgaría todo por ellos, aunque arriesgase mi vida.
Antes de que se fuera la sirvienta que se encontraba allí haciendo algunas tareas, le pedí que llamase a la Señora Danvers, necesitaba hablar con ella sobre una cosa.
—Señor— se presentó ante mis ojos manteniendo una postura rígida.
— ¿Sabe dónde está la detective Jones? Necesito hablar con ella sobre un asunto privado.
— Salió de madrugada señor. Vino en plena noche para pedirme las llaves del Rolls Royce.
Suspiré, tratando de mantener la calma. Sentía que por mucho que fuera una detective reconocida, ella no era la adecuada para el caso. Lo más adecuado hubiera sido contactar con la policía, pero me arriesgaría a que los medios de comunicación pudieran hacerse eco de lo ocurrido. Todo el pueblo se enteraría de lo ocurrido y las habladurías se expandirían por Whitehaven. Todo estaría en riesgo para mi familia. Mis hijos no podrían continuar con sus vidas con "normalidad" a pesar de que ya había dado un giro de ciento ochenta grados para ellos y para mí. La voz de mi esposa resonaba en mi cabeza cono esa suave y dulce voz pidiendo que mantuviese la calma como en algunas ocasiones me pedía. Perdía los nervios con facilidad. «Toma aire, respira, tranquilízate todo se arreglará» me diría mientras me pediría que me sentara junto a ella y comenzaría de a acariciar mi mejilla sonriente. Lo hice, respiré profundo. Inspira. Expira. El desasosiego comenzó a desvanecerse y entonces, alguien llegó a la finca, podía oír el motor de un coche. Me levanté y miré por el ventanal. Era la detective junto a su compañero en mi coche. Iba a gran velocidad como si tuviera algo urgente. Frenó en seco en frente de la casa. Abrí las puertas de par en par mientras ellos se bajaban del vehículo y subían los primeros peldaños de la escalinata. La detective me observó algo avergonzado porque sabía que no debió de haber cogido el coche sin ni siquiera consultármelo previamente. Sin embargo, conservaba ese aire de seguridad que transmitía en todo momento
— Señor Galloway, creemos que tenemos algo.
Esas palabras hicieron que me diera un vuelco el corazón y un extraño escalofrió recorrió todo mi cuerpo mientras unas lágrimas, que traté de disimular, empezaron asomar por mis ojos. Entró a prisas al salón donde yo antes me había sentado y comenzó a andar de acá para allá tratando de componer los hechos en su cabeza. Me senté junto a la mesita donde solíamos desayunar ambos, frente a frente, cada mañana, cuando ni siquiera el sol aún había salido. El alemán, su ayudante con su cabello dorado perfectamente engominado, se quedó de pie junto a la chimenea mientras observaba la actitud de su superior.
— ¿Y bien? ¿Qué tienen? — pregunté a duras penas porque el nudo que e me había formado en las cuerdas vocales apenas permitía que saliera mi voz.
Ella se sentó frente a mí, como de costumbre y se quedó en silencio algunos instantes más. Probablemente, tratando de encontrar la manera de expresar lo que había encontrado o lo que sabía sobre el asesino que mató a mi mujer.
— Tenemos razones para pensar que el que pudo estar detrás de la muerte de su esposa y la destrucción de mi coche sea e hijo de los Harrison.
De pronto, sentí como si algo hubiera hecho clic, como si una última pieza de rompecabezas hubiera encajado por fin después de un largo tiempo desaparecida. Liam Harrison. El joven durante un largo tiempo se estuvo preparando para entrar en la Marina Real británica, para estar en forma y logró entrar, aunque más tarde se supo que lo expulsaron por algunos problemas con sus compañeros. Él pudo haber tenido la fuerza suficiente como para acabar con su vida. Siempre fue un niño un poco agresivo. Lo recuerdo ver por el pueblo peleándose con otros niños y haciendo tratadas. Su relación con sus padres era algo extraña porque en vez de respetarles y obedecerles era todo lo contrario. Incluso, hubo un tiempo que se rumoreaba por ahí que había pegado a su madre. Además, él era de la misma edad de Evelyn y siempre había estado enamorada. Cuando me casé con ella, vino un día a casa y me amenazó, pero jamás pensé que fuese a cumplir sus palabras. Creía que tarde o temprano lo superaría. De hecho, desapareció del mapa y no supe más de él.
— Puede que sea él— comencé a cotarle todo lo que sabia acerca de Liam Harrison
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El Misterioso Caso de la Mansión Galloway
Mystery / ThrillerEn una gélida noche del 18 de diciembre de 1942, la mansión de los Galloway, en el tranquilo condado de Cumbria, Inglaterra, es testigo de un asesinato que sacudirá los cimientos de la alta sociedad británica. Durante una fastuosa fiesta, Evelyn Gal...