Capitulo 17 Saint Bees Head Heritage Coast 31 de diciembre de 1942

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Una joven corría por el bosque que rodeaba la zona en plena noche. Parecía huir o ir tras algo. Era imposible verlo con claridad. La zona era demasiado frondosa y la oscuridad impedía ver con nitidez si había alguien más junto a ella. Varias pisadas hollaban en el terreno y una respiración jadeante expiraba e inspiraba debido al esfuerzo. Las hojas susurraban a su paso y las ramas chasqueaban cuando trataba de abrirse camino entre la maleza.

Buscaba a alguien, pero no lograba alcanzarle. Lograba escurrirse con facilidad por el bosque y sus zancadas eran más amplias que las suyas. De pronto, ella sintió sola, como si todo hubiese sido un sueño, fruto de su imaginación. Estaba desorientada, perdida. El camino se bifurcaba en varios. Tenía que pensar rápido o le perdería. Se quedó inmóvil e intento agudizarle el oído. Mientras tanto, sus músculos se contraían debido al esfuerzo, como si le suplicasen que parase y su corazón palpitaba con fuerza y a gran velocidad. Parecía que se le iba a salir del pecho. Esperó unos instantes, alerta y todo quedó en un absoluto silenció que le erizaba la piel. Solo era capaz de percibir su propia respiración entrecortada y jadeante, mientras los grillos cantaban a su alrededor como si le estuviesen advirtiendo del peligro que le acechaba. De pronto, se percató del intensó olor a quemado que arrastraba el viento hasta allí. Se temió lo peor. Dudó en volver o en seguir adelante, pero pensó que debía centrarse.

Ella entrecerraba sus ojos en la oscuridad, tratando de que su vista se acostumbrase a la intensa lobreguez de la espesa extensión forestal. La angustia comenzó a emerger de su interior. Le costaba respirar y su pecho se contraía y expandía incontrolablemente con cada toma y expulsión de aire. Le aterraba aquel sentimiento de incertidumbre e inquietud. Se sentía frágil, indefensa, expuesta ante el peligro que le acechaba.

Sus pasos eran lentos y silenciosos, como si tratase de evitar despertar a un bestia que se encontraba dormida entre las sombras. Comenzó a moverse en círculos, tratando de cubrir el mayor terreno posible. No sabía que le depararía el futuro. No sabía si, finalmente, había escapado o si estaba jugando con ella.  Todos los músculos de su cuerpo estaban contraídos, tersos debido a la tensión que sentía por el miedo y el recelo hacia aquel pequeño claro del bosque en el que ahora se encontraba.

De pronto, notó que algo se movía en la oscuridad. El chasquido de alguna rama le había advertido del peligro y donde se encontraban. Ella se quedó inerte, a la espera de alguna otra señal, mientras trataba de distinguir alguna silueta o sombra que se proyectase en el suelo arenoso. El silencio regresó y, en la lejanía, se podían oír varias sirenas. Fue en aquel ínstate, en el que se distrajo, cuando el asesino creyó oportuno huir. Ella se volvió rápidamente para, de esa manera, no perder su rastro y, afortunadamente, pudo percibir una sombra alargada, casi imperceptible, en el suelo, la cual se desvaneció, en cuestión de milésimas de segundos, entre la maleza invernal. Pareció que acaba de despertar, de volver en sí. Fue como un abrir y cerrar de ojos. Ni siquiera lo pensó. Su cuerpo, automáticamente, había vuelto a impulsarse a pesar de que era incapaz de sentir sus piernas. De hecho, apenas podía mantenerse en pie. Sus zapatos ya se habían roto ya que no estaban preparados para un terreno tan dificultoso, pero, a pesar de todo, decidió seguir adelante.

Estaba convencida que los atraparía. Estaba muy cerca. Al final, el sendero acabaría en el acantilado y no tendrían salida. Tendrían que rendirse.  Los tenía muy cerca, tanto que era capaz de percibir sus quejidos al correr. Estaban llegando al final. La policía estaba cerca así que el final de toda esta historia estaba llegando a su fin. Pero, al girar en un desvío lograron despistarla nuevamente.

Ella volvió a tomar aire, tratando de controlar el ritmo de su respiración. Podía ver cómo la frondosidad terminaba y más allá el horizonte. Salió de la espesura, mientras la luna le iluminaba el rostro. Lo siguiente que se oyó fue un alarido ahogado.

El Misterioso Caso de la Mansión GallowayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora