Capítulo 30 Mansión Galloway 30 de diciembre de 1942 Katherine Jones

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El alcohol había comenzado a afectarme y un leve dolor de cabeza me está impidiendo seguir despierta. Necesitaba descansar. Andaba un poco adormilada y no paraba de bostezar. Torcí a la izquierda en el pasillo para dirigir a mi dormitorio donde estaría Jack recostado en su cama con la luz de la lampara de estilo Tiffany que tenía un diseño entrelazado muy sofisticado de colores lilas, naranjas y rojas. Sin embargo, por debajo de la puerta pude ver que aún había luz. Junto a la puerta había un pequeño sobre.  Un sobre de papel amarillento que tenía escrito algo a máquina. Lo cogí. Era mi nombre:

                           KATHERINE JONES

Me sobrecogí al ver mi nombre escrito en aquel sobre, como si intuyera lo que contenía en su interior. El sonido de unas llaves tintineando me hicieron volver la mirada hacia las escaleras que estaba al final del pasillo. Alguien subía. Una parte de mí sabía de quien se trataba por su forma de andar, pero no estaba segura si se trataba de ella. Cuando hubo terminado de subir, en plena penumbra, entonces, la vi. Era Margaret Danvers a quien llevaba un tiempo si ver por la casa.  Nos quedamos mirándonos la una a la otra. En su mirada había algo que no me gustaba. Ocultaba algo, estaba segura y yo la iba a desenmascarar, sino por qué, entonces, se iba a sentir amenazada. Ella sabía algo, de eso no cabía duda. Continuó siguiendo si apartar la mirada de mí. Entre en el dormitorio. Jack estaba sobre su cama con todas las pistas que teníamos revueltas sobre la cama. Había escrito algunos nombres de su puño y letra de personas a las que habíamos interrogado. Lo observaba todo con detenimiento en silencio, como si esperase a que esas notas hablasen por sí solas.

— ¿Dónde estabas? — me preguntó sin ni siquiera mirarme.

— Con el Señor Galloway— respondí mientras miraba detenidamente ese sobre, con el ceño fruncido.

Algo en mi tono de voz hizo que se distrajera y me mirase, como si supiera que algo pasaba. Nos conocíamos lo bastante como para saber cuándo le ocurría el uno al otro con solo oír su voz. Llevábamos ya muchos años trabajando juntos. Diez años. Y, además, la mayor parte del tiempo lo pasábamos juntos.

— ¿Pasa algo, Kathy?

Alcé el sobre, mostrándole mi nombre escrito en él. Vi en sus ojos preocupación, como si supiera que no avecinaba nada bueno. Se incorporó y lo tomó en sus manos, analizándolo.

— ¿Dónde lo has encontrado? — inquirió mientras me miraba con desasosiego.

— Ahora, junto a la puerta.

— ¿No dice quién es el remitente?

— No. Solo mi nombre.

— Esto me da muy mala espina— me tendió el sobre para que lo abriera.

Levante la solapa del sobre cuidadosamente con el ceño fruncido mientras yo trataba de autoconvencerme de que, quizás, en su interior no hubiese nada que fuese aterrador. Solo podía pensar en los niños y que estuvieran a salvo. Desplegué la carta. También redactada a máquina y la leí en voz alta.

Detective Jones:

Esta carta es solo un último aviso. Renuncie al caso o todos y cada uno de vosotros moriréis. No permitiré que usted logre su cometido, si no acabaré con todos y me encargaré personalmente de que no quede ni un solo rastro de vuestra existencia. Como si nunca hubierais existido.

El Misterioso Caso de la Mansión GallowayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora