Capítulo 11 Mansión Galloway Madrugada 20 de diciembre de 1942 Benjamin Jenkins

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El coche de Kath estaba notablemente afectado después de la explosión que había sufrido. Pude reconocerlo de inmediato debido a que aún era visible la matricula, pero su estructura prácticamente se había consumido y carbonizado a causa de las llamas. Me pareció extraño ver su coche en aquel lugar y varias dudas comenzaron a atormentarme. Sin embargo, pude ver como se asomaba al exterior con su típica gabardina de color roja y su pelo pelirrojo. Miraba el entorno con rostro serio, juzgando todos los movimientos de los presentes en aquella propiedad. Debía de estar investigando algún caso de asesinato en el cual todas aquellas personas debían estar implicadas y se había complicado. Mire a mi alrededor buscando alguna pista, pero la ventisca que había tenido lugar minutos antes habría terminado cubriendo las huellas que pudo haber dejado el maleante. Iba a resultar difícil resolver el caso de ese delito.

—    Así que el caso se ha complicado— dije bromeando.

Ella se limitó a hacer una mueca de desagrado, desviando la mirada como se sintiera avergonzada. Luego asintió. Realmente era normal, es decir, cada caso era como explorar un nuevo universo, todos tenían sus propias características, ni si quiera podían ser resueltos de la misma manera, aunque guardase semejanza con algún otro. Kath siempre había sido muy autoexigente, si algo no salía como esperaba se martirizaba y lo único que conseguía con ello era que no terminaba dando lo mejor de sí misma. Aquella actitud era la prueba de que a pesar de los años seguía siendo la misma de siempre.

—    Realmente llevo dos días investigando — dijo finalmente.

— Entonces no te preocupes, algunos casos llevan su tiempo— decidí comenzar con mi trabajo—. Bueno, ¿qué ha sucedido, Jones?

    Explicó todo lo sucedido, pero nada nos serviría para abrir una investigación. Dijo que había estado viendo, innumerables veces, a un individuo y que parecía que la espiaba, pero nunca lograba atraparlo. Justo aquella noche volvió a verlo y cuando se encontraba atrapada en plena ventisca fue entonces cuando el coche explotó. Sin embargo, no logró ver ni oír nada. Lo único que sabía era que allí no había estado sola, puesto que pudo notar la presencia de alguien que la observaba. Era simple intuición, pero en ocasiones podemos llegar a percibir algo que no vemos ni sentimos, pero sabemos que está ahí en alguna parte. Es como un sexto sentido que se activa cuando nos sentimos amenazados, como una presa que es capaz de percibir a su depredador que se encuentra oculto en la maleza.

    Comencé a organizar el cuerpo policial para que comenzasen a buscar pruebas. No obstante, Kath consideraba que no era necesario. Ella podría ocuparse de ello, pero según yo tenía bastante ya con el caso que investigaba, así que pensé que sería buena idea que colaborásemos. Podríamos intercambiar alguna información que obtuviéramos a cerca del homicida. Era bastante probable que hubiera sido la misma persona si es que no contaba con ninguna ayuda de algún tercero que estuviera involucrado en el caso. Así podríamos acelerar el proceso de ambos casos. Ella, tras pensarlo mucho, aceptó mi oferta a duras penas. Siempre había preferido trabajar sola, para evitar tener que depender de alguien que le impidiera desarrollar la investigación a su gusto. Por eso mismo decidió abandonar el cuerpo y hacerse detective privado.

Coloque la cinta policial alrededor del vehículo para evitar que nadie se acercase, puesto que podría manipular alguna prueba que podríamos haber pasado por alto, mientras que el resto de los agentes que me acompañaban buscaban cualquier pista que nos sirviera de ayuda. Mientras, los residentes observaban absortos y algo alarmados la escena del vehículo calcinado.

    Katherine se encargaría de que los residentes de la mansión volvieran a sus respectivas camas, aunque cabía la posibilidad que les resultase difícil conciliar el sueño después de lo sucedido. Aquello pudo ser un mensaje del criminal para lograr que la familia abandonase el lugar. Estaba tratando de atormentarlos, pero ¿había sido necesario acabar con la vida de una persona? Quizás, destruir el coche de la detective Jones era su oportunidad de volver a intentar espantar a los residentes, pero ¿por qué haría eso? Tal vez, Katherine se había vuelto una amenaza para aquella persona. No podía dejar de darles vueltas a la cabeza, aunque no fuese asunto mío. Resolver crímenes era mi gran pasión y no podía evitar querer investigar aquel caso, pero no quería arrebatarle el trabajo a mi vieja amiga.

    Katherine comenzó a aproximarse hacia a mí. Tenía ambas manos introducidas en los bolsillos de su abrigo mientras caminaba con la mirada fija en el suelo. Se situó a mi lado, observando el paisaje cándido y fosco. Nos mantuvimos en silencio mientras una leve brisa helada acariciaba cada poro de mi piel, provocando que de vez en cuando me estremeciera a causa del horrible frío de diciembre.

—    Que coincidencia que fueras tú el que viniese, inspector— dijo de pronto.

    — Y que lo digas— sonreí—. ¿Estas investigando este caso tu sola? — pregunté por curiosidad.

—    No — contestó—. Tengo un ayudante.

    Debía de ser el joven con gafas y pelo rubio, que por su apariencia parecía ser alemán. Lo supuse puesto que me pude dar cuenta de que llevaba una libreta cuya portada era de cuero negro, la cual protegía contra su cuerpo. Posiblemente, era ahí donde tenía toda la información que había logrado recopilar a cerca del caso. También, era la única, aparte de Katherine que no iba en pijama y eso hacía que ambos destacasen sobre la indumentaria e informal que llevaban los residentes de la propiedad.

    Pronto pude ver como el joven que había supuesto que era su ayudante, se aproximaba a paso ligero, respirando de forma agitada. Se podía percibir, porque, a causa del terrible frío, expulsaba un vaho blanquecino que se podía advertir a larga distancia.

—    Ya están todos en sus respectivos aposentos— dijo.

    — Debían de estar algo asustados después de lo sucedido, ¿no es así? — pregunté.

    Él se limitó a asentir con la cabeza gacha, como si mi presencia le intimidase o se sintiera avergonzado por algo, aunque no sabía por qué. Parecía que se sintiera inseguro con mi presencia. Quizás se debía a que de alguna manera había notado que me había percatado de que era de otro país, concretamente de uno con los que combatía nuestra nación en el frente bélico, sin embargo, eso no me parecía un problema, así que decidí seguir actuando con naturalidad, tal vez, de aquella manera, lograría que se sintiera algo mejor, porque independientemente del conflicto militar en el que se encontraban enfrentados nuestros países, ninguno teníamos algo que ver en ello. Seguidamente, Kath me lo presentó oficialmente como su ayudante.

   

Traté de convencer a mi vieja amiga de que podría contar con la ayuda de mi cuerpo de policía si el caso se complicaba y, en efecto, aparentaba que eso es lo que estaba sucediendo. Alguien pudo haber acabado con su vida, pero por suerte no fue así. De igual forma, yo y mis compañeros estaríamos peinando la zona en la búsqueda de algo que pudiera explicar el porqué de la detonación del vehículo y que nos guiara hasta el responsable. Finalmente aceptó a regañadientes, aunque dijo que se aseguraría de actuar por su cuenta.

    Ella siempre había actuado de manera autosuficiente, sin la necesidad de recurrir a nada ni a nadie. Incluso cuando era aprendiz, le resultaba sumamente difícil acudir a mí en caso de que tuviera alguna dudo o estuviera teniendo algún tipo de problema. Siempre la recordaba como una chica solitaria que sabía en que se estaba metiendo, convirtiéndose en policía, aunque al cabo de un tiempo pareció que formar parte de nuestro cuerpo no era suficiente para ella. Quizás buscaba cierta independencia, pero nunca supe con exactitud el motivo.

El Misterioso Caso de la Mansión GallowayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora