Capítulo 18 Mansión Galloway 20 de diciembre de 1942 Benjamin Jenkins

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Ambos, Katherine y yo, nos quedamos en silencio tras su comentario acerca de la investigación. Me quedé a la espera que continuara hablando o me diese varios detalles sobre cuál era el problema que había surgido, sin embargo, se limitó a desviar a su mirada hacia abajo, como si estuviese avergonzada de cómo estaba realizando su trabajo. Comencé a pensar con rapidez, tratando de averiguar cómo podría motivarle. No sabía si era mejor acabar con aquel silencio molesto e incómodo o esperar a que ella explicara la situación con calma. Era compresible que se sintiese algo desalentada, abatida, tras haber cometido algún error en una investigación. A todo detective, en algún momento de su carrera, le sucedía. No siempre logramos cumplir con nuestro trabajo debido a las grandes dificultades que pueden llegar a surgir durante la investigación de algún caso.

— ¿Va todo bien, Kath? —   le pregunté algo preocupado. Parecía algo bastante serio. No se trataba de que quisiera algún consejo. Era algo peor, fui capaz de verlo en su mirada y en su rostro.

Ella simplemente respondió a mi pregunta moviendo ligeramente la cabeza, negando. Fue entonces cuando recordé aquel caso, el de Beatrice Lewis. El primero en el que Kath fracasó. Fue muy duro para ella aceptar que la pobre joven acabase sin vida y más sabiendo que el asesino había logrado convencerla. Le costó bastante recuperarse de aquello. De hecho, decidió tomarse un tiempo para sí misma. Se pidió una excedencia en el trabajo. Necesitaba desconectar, estaba abrumada después de aquella noticia que la hizo pedazos. Además, le afectó hasta tal punto que cayó en una profunda depresión. Estuve durante meses visitándola, tratando de entretenerla y hacerla reír. Su estado era lamentable, pero poco a poco fue mejorando con el tiempo. Paso de estar devastada, con un aspecto desaliñado, a estar algo más activa. Al principio, ni si quiera era capaz de pisar la calle. Siempre tenía la casa a oscuras y un poco revuelta, pero, con el paso del tiempo, fue permitiendo que la luz del sol se filtrase a través de sus ventanas. Había convertido si vivienda en su refugio, su foso. Era el reflejo de su estado y sus sentimientos. Hasta ella misma, un día que fui a su vivienda, me había descrito la sensación que tuvo tras recibir la espantosa noticia del asesinato de la pequeña.

— Cuando me enteré de la noticia— comenzó con voz temblorosa—, todo mi mundo se vino abajo. Sentí como caía en una fosa oscura, asfixiante, en la que todo era tristeza y angustia. Me he traicionado a mí misma, a la familia Lewis y la pobre niña desamparada que habría estado esperando con la esperanza de que alguien la encontrase— hizo una pausa y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas—. Hice una promesa a esa familia y no la cumplí. Le jure a Beatrice y a mí misma que cumpliría con mi cometido, pero no fue así— unas lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas— Le he fallado y ya no está. Ahora, cada vez que cierro los ojos, veo el rostro de Beatrice, aterrada y mirándome, juzgándome por no haberla salvado. Por romper mi promesa.

Esa fosa oscura de en la que había caído y en la que se sentía atrapada se había convertido en su propia casa. El rostro que trataba de ocultar en ese instante, en la entrada de la mansión, era algo parecido al que había visto aquel día, pero esta vez no había lágrimas, solo preocupación. Sin embargo, sabía que el recuerdo de aquel caso le estaba atormentando, haciéndole creer que podría fracasar de nuevo. Conocía lo suficientemente bien a Kath como para saber, a través de sus ojos, que era lo que le rondaba la cabeza.

— Hablemos adentro, aquí fuera hace frio.

Sin articular palabra atravesó el umbral de la entrada y yo me limité a seguirla. Nos quedamos en el medio del hall, mientras algunos sirvientes de la casa andaban de acá para allá, cumpliendo cada uno con los trabajos encomendados por el Señor Galloway.

— Cuéntame Kath, ¿qué ha pasado? — indagué.

— Ha tratado de hacerle daño a Nathaniel, el hijo del Señor Galloway. Por suerte hemos llegado a tiempo, pero nos ha dejado un mensaje escrito.

— ¿Qué clase de mensaje? — le interrumpí.

—Una advertencia, una amenaza para todos nosotros, pero sobre todo para la familia Galloway. Tienes que verlo— dijo de pronto.

Le seguí hasta una sala donde pude ver al joven junto a su padre. Era un estudio.  Hice un barrido rápido con la mirada y observa algún detalle que fuera significativo. Kath se puso al lado de una pared donde pude ver lo que parecía ser una pintada en una de las paredes de la estancia. Cuando vi el mensaje, pude comprender por qué la detective Jones estaba tan preocupada. Me quedé perplejo, sin palabras. Me acerqué un poco y antes de que me pusiera los guates para tocar el líquido color escarlata, Katherine habló:

— Es sangre.

La observé ojiplático. Tenía la mirada fija en algún punto del suelo mientras se mordía el labio inferior. Fue entonces cuando pude comprender en la situación en la que se encontraba y la gran responsabilidad, el gran peso que ahora reposaba sobre sus hombros. Volví la mirada hacia el joven, el me devolvió la mirada y fue entonces cuando supe que la sangre era suya.

—Sabe que de esa forma el Señor Galloway se acobardará. Le está amenazando para que suspenda la investigación, mandé a sus hijos a algún lugar lejos de aquí y así podrá estar asolas con él— dijo Katherine atrás de mí.

— El verdadero objetivo es el Señor Galloway. Debe de tener algún enemigo que deseé su muerte.

— Tenemos que proteger al muchacho y a la pequeña y, para eso necesito tu ayuda— suplicó.

La situación era muy violenta. Necesitaba refuerzos para proteger a los hijos. Katherine quería evitar, a toda costa, que otro miembro de la familia fuera asesinado y mucho más a los hijos que tenían toda una vida por delante. Bastante estaban sufriendo ya con la muerte de su madre. Es asesinato de la esposa del Señor Galloway había sido solo el principio. Era la primera advertencia. Además, no quería cometer ningún error durante la investigación, como había ocurrido en el anterior caso en el que había estado trabajando. El asesino podría estar planeando acabar con cada uno de ellos, uno a uno, cayendo como moscas y Katherine no podía permitir que eso ocurriera.

Pensé rápido. Tenía que ponerme en contacto con la comisaría y pedir refuerzos. Necesitaba que varios vigilasen la zona de la entrada de la mansión, aunque era improbable que accediera por la puerta principal, pero el hall tenía que estar vigilado, por si algún sospechoso trataba de acceder a la segunda planta, donde estaban los dormitorios de la pequeña y el primogénito. Sin embargo, Kath me explicó que entre las paredes de la vivienda había una red de pasadizos secretos, pero desconocía como acceder a ellos. Creía que el asesino se ocultaba allí, así que necesitábamos que vigilasen las puertas de las estancias por si ocurría algo. Si Kath estaba en lo cierto, el homicida nos estaba llevando ventaja y estaba jugando con nosotros a su antojo. Por ello, optamos por ambas opciones. Teníamos que evitar que llevase a cabo su cometido porque ponía en riesgo la seguridad de unos niños que eran inocentes. Además, pudimos intuir que el siguiente sería Nathaniel. Lo que le había hecho era solo el principio. Era un aviso de lo que podría avecinarse en los próximos días si no actuábamos ya.

El Misterioso Caso de la Mansión GallowayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora