Capítulo 14 Mansión Galloway Mañana 20 de diciembre de 1942 Nathaniel Galloway

6 1 0
                                    

Unos sudores fríos recorrían mi espalda. Estaba muy nervioso ante esa situación. Me iban a interrogar después de lo que había sucedido anoche y temía hablar. Me habían amenazado de que, si le delataba, acabaría conmigo. Tenía que mantenerme a salvo de él. Llevaba varias noches sin pegar ojo, temiendo por mi vida.

    No podía parar de mover compulsivamente mis piernas, a pesar de las punzadas que me daba la herida. Temblaba, sin saber a ciencia cierta a que se debía, si a la humedad de mi vestidura o al gran temor que sentía. Mi corazón latía con fuerza, como si fuera a salirme del pecho, y lo era capaz de oírlo intensamente, como cuando de pequeño me sentaba en el regazo de mi madre, le abrazaba y pegaba la oreja contra su pecho y podía escuchar el latido calmado y reiterado de su corazón. Me ayudaba a calmarme cuando sufría de terrores nocturnos, me hacía sentirme a salvo, refugiado de todo que pudiera hacerme daño en su cálido abrazo. Pero esta vez, lo que oía, era la palpitación desenfrenada del mío. Mientras tanto, por impulso, inspiraba y expiraba con rapidez, hiperventilando y la ansiedad me provocaba opresión en el pecho. Sentía que me ahogaba, sentía como si estuviera apresado en mi propio cuerpo y tuviera la necesidad de salir.

    Me era imposible mantenerme quieto, ni retomar el control de mi cuerpo. No paraba de temblar como un cachorro aterrorizado ante su depredador. Las palmas de mis manos sudaban mientras las oprimía la una contra la otra. Era mi único sustento en aquel momento.

    La detective Jones estaba de pie ante mí, dándome la espalda. Solo era capaz de ver su silueta debido a la luz que entraba por el ventanal que tenía enfrente. El humo de su cigarro ascendía e iba esfumándose poco a poco. No había hablado desde que me había encontrado en el laberinto. Quizás, desconfiaba de mí o solo trataba de encontrar una razón lógica que pudiera explicar que hacía yo allí. No podía creer que yo fuera capaz de asesinar a mi propia madre, que era un pilar en mi vida. De pronto, la detective se giró como si hubiera salido de un trance.

    Tras girarse no hice ningún tipo de contacto visual conmigo, pero yo quería que lo hiciese desesperadamente, como si esperarse que tras hacerlo fuera capaz de ver, a través de mí, todo lo que llevaba pasado y no tuviera la necesidad de dar explicaciones. Esperaba que fuera capaz de entenderme, pero simplemente se limitó a sentarse frente a mí en aquel estudio que no estaba muy lejos del dormitorio de mis padres.

    Retiró la colilla de la comisura de sus labios y lo apagó en un cenicero que estaba sobre la mesa. Tras hacerlo fue entonces cuando alzó la mirada. Me fulminó con sus ojos café y pude notar como se sentía traicionada por mí, pero ella no sería capaz de comprenderme si se lo contaba. Nadie lo haría. Creía que si lo contaba todo me tomarían por loco o mentiroso, o aún peor, pensaría que yo era un cómplice del crimen. Yo era inocente y quería gritarlo a los cuatro vientos, pero me contuve.

    Temía que fuese demasiado dura conmigo, además en esas condiciones, pero no fue así, trato de tranquilizarme, aunque esta vez su tono compresivo había desaparecido. Actuaba de una manera casi robótica, como de un autómata se tratase. Su semblante era seria y era capaz de percibir como ella estaba impaciente por comenzar con el interrogatorio.

    —Tráele un poco de agua— dijo dirigiéndose a su ayudante que seguía inerte, de pie a mi lado.

    Él, que parecía tan solo unos años más joven que la detective, asintió y obedeciendo sus órdenes, abandonó la sala y cerró la puerta tras de sí. Katherine suspiró y comenzó a acariciarse el mentón, mientras desviaba sus ojos de mí. Parecía que estaba buscando en su interior por dónde empezar. Quizás las palabras adecuadas, las preguntas que quería que respondiese o cómo hacerme hablar. Antes de empezar, cogió aire con fuerza y lo expulsó por la nariz.

    —Mira — agachó la cabeza y comenzó a acariciarse la frente. Parecía realmente dolida, como si le resultase duro estar en esa situación, como si sintiese lástima por mi—, no quiero ser dura contigo, pero se ha perdido una vida...— hizo una pausa, aunque su mirada desafiante se mantuvo firme. Ni siquiera pestañeó—, la de tu madre. Y debemos actuar con rapidez. Si sigue aquí podría actuar de nuevo— entrelazó los dedos de sus manos y se aproximó a mi—. Puedes contármelo— musitó.

    Suspiré y pude retomar el control de mi cuerpo.

    — Soy inocente y lo sabe detective— dije con un nudo en la garganta.

    Ella me miró seria. Parecía que quería mantener su coraza de hierro adherida a su piel para evitar que su sensibilidad aflorase. La investigación estaba pasando por un momento complicado, no tenían nada. Era comprensible, solo habían pasado algunos días. Quizás, la detective está siendo demasiado dura consigo misma y eso le provocaba cierta angustia e inquietud. Sin embargo, ella trataba de aparentar que todo estaba bajo control y que la investigación avanzaba con facilidad, pero no era así. No tenían nada. Por eso actuaba de aquel modo.

    — Me gustaría creerte, Nathaniel. De veras, pero ya no se en quien creer— dijo fría y distante.

    De pronto, se puso en pie, cambiando su actitud. Comenzó a andar por la habitación, con paso firme pero tranquilo. Actuaba como un autómata.

    —Comencemos por el principio, ¿dónde se encontraba usted, entre las doce y la una de la madruga, el día que asesinaron a su madre?

    Su actitud me sorprendió. Estaba siguiendo el protocolo de los interr0gatorios, como si no hubiéramos hablado sobre la pérdida de mi madre. No confiaba en mí. Tenía que hacerle cambiar de parecer.

    — En mi dormitorio, como pidió padre

    — ¿Hay alguien que pueda corroborar su cuartada?

    — Si, una de las sirvientas...— me interrumpió.

    — ¿Quién?

    Dudé un instante. Los nervios me impedían poder recordar con claridad quien fue el que me vio dirigirme a mi habitación. Me crucé con alguien en el pasillo, pero no le presté atención.

    —No lo sé,... no recuerdo quien era. Me encontré con una de ellas en el pasillo cuando estaba a punto de llegar a mi dormitorio, pero no le presté atención...

    Su vaivén me estaba agobiando. Sentía que juzgaba la verdad de todas las palabras que salían de mi boca. Me hacía dudar de mí mismo. ¿Y si lo que estaba recordando correspondía a días posteriores? ¿Me lo pude haber imaginado? ¿en realidad me había cruzado con alguien o me lo imaginé?

    — No le prestaste atención...— juzgó mis palabras—, o te lo estas inventando Nathan.

    — No estoy seguro, ...

    Pude notar como un nudo se volvía a formar en mi garganta a causa de la angustia y como mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. La detective se acercó a paso ligero y decidido y dio un golpe en la mesa que me sobresalto. Aquello provocó que mis lágrimas se deslizasen por mi rostro.

    —Quiero que recuerdes quien era esa persona, Nathaniel— soltó con rabia—. Quiero creerte, pero necesito una cuartada sólida y que me des un testigo que lo afirme. De lo contrario, serás sospechoso de asesinato. Además, esa persona también podría ayudar a resolver el caso de tu madre.

    — Lo sé— alcé la voz—, pero no puedo recordar quién era. Solo necesito tiempo, eso es todo. Tiempo...

El Misterioso Caso de la Mansión GallowayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora