— “Que si fuese capaz de mirarte a los ojos, mi piel se quemaría. Y el día en que sea cenizas me perderé en la luz de la luna. Pido, de favor y si no es demasiado tarde, que tus manos me conviertan en polvo para hadas, y que tus labios me soplen y me conviertan en ramé”.
— ¿"Ramé"? — repitió el profesor de lengua cuando ChangBin terminó de declamar su último trabajo. — No escuchaba esa palabra hace años.
— Es vieja: mi padre la usaba cuando era niño para referirse a mi familia.
— Qué extraño — resaltó. — Los padre, en normalidad, no seríamos capaces de aceptar el caos de nuestras familias, pero es de mérito que además lo llame hermoso. Parece que eso de las palabras te viene de familia.
ChangBin sonrió, agachando un poco la cabeza para agradecer cordialmente. Era un cotidiano cumplido del cual comenzaba a cansarse. Volvió a sentarse en su lugar y sus manitos volvieron a temblar. Estaba nervioso por entregar ese trabajo. Nervioso porque temía decepcionar al profesor y entonces también a todos los demás.
— Bien hecho — halagó JeongIn: su compañero de escritorio y mejor amigo desde siempre, quizás. — No me lo esperaba.
— No podía decepcionarlo...
JeongIn entendía. Las palabras eran importantes para ChangBin, incluso desde antes de la muerte de su padre. El señor Seo era un escritor de renombre, conocido por toda Corea, incluso el mundo, se podría decir... Todos tenían las mismas espectativas para ChangBin.
— Estaría orgulloso — intentó consolarlo. Changbin sonrió con lástima a la par que cerraba su libreta para prestar atención a lo que venía.
— Alumno Hwang, no ha entregado su trabajo de este mes... ni el anterior ni el de antes del anterior... — le recordó el profesor Han al chico que casi se quedaba dormido sobre su escritorio, con las piernas cruzadas sobre el asiento y el cabello alborotado cayendo graciosamente sobre sus bonitos ojos hinchados. — Es tu última oportunidad, ¿tienes alguno?
— Realmente no — limitó su respuesta.
El profesor asintió, sabiéndose de memoria aquellas palabras. Ya no le creía: sabía que HyunJin hacía sus trabajos, pero no los entregaba porque le parecían insuficientes. Por eso, el profesor mandaba a su hijo JiSung por el cuaderno del azabache todas las tardes, en secreto, para revisar los escritos. Y era bueno, joder... malditamente bueno... El hombre deseaba que su alumno pudiese notarlo.
— HyunJin... — lo llamó JiSung a su lado izquierdo, con un poco de tristeza. — Solo léelo... Es bueno, lo prometo.
HyunJin negó, con los ojitos tristes y el labio inferior atorado entre sus dientes. Su amigo le tenía demasiada fé y él solo se sentía como el peor de todos los alumnos que llenaban el aula.
— Quédate al final de la clase, por favor — le pidió el profesor. HyunJin asintió lentamente, sintiendo que sus ojitos y su nariz picaban, advirtiendo que terminaría llorando. No quería estar ahí... Agachó la cabeza y miró en las hojas de su libreta los últimos escritos que a este punto solo desearía tachar por completo. Estaban llenos de errores, eso no lo dudaba en absoluto.
Y ChangBin no era un chismoso, pero mentiría si dijera que no tenía curiosidad por el escrito de Hwang. Nunca había leído uno, ni escuchado que lo hiciera... Quería saber, eso es todo, por ello se quedó en el corredor acabada la clase, esperando que todos salieran del aula para pegarse a la puerta y escuchar lo que el profesor tenía para decirle. Tenía un pequeño plan entre manos y esperaba que su amigo JeongIn le ayudase a concretarlo.
— ¿Qué pasa? — le preguntó el profesor Han a HyunJin con un tono amigable, tranquilo y muy dulce. No quería asustarlo. El alumno negó una vez más, aunque ChangBin no pudo verlo. — Sé que haces tus trabajos... JiSung me lo dice. Dice que quieres leerlos en clase, pero nunca te atreves a hacerlo.
— No soy bueno escribiendo, señor Han — sollozó, muy a su pesar. — Si no me tocara leer después de Seo, quizás... Me atrevería a hacerlo, sin embargo seguiría siendo complicado.
ChangBin se sorprende al escuchar su apellido. Su corazón se acelera y solo puede atinar a sobarlo sobre su pecho.
— ¿Te intimida?
— No soy ni un cinco por ciento como él...
— Está bien... — cedió el hombre castaño, aunque no estuviese de acuerdo con lo que su estudiante decía. Sabía perfectamente que era un sentimiento que no podría cambiar de la noche a la mañana, así que decidió ayudarlo de otra manera. — Hoy irás a casa, ¿cierto? — HyunJin asintió. — Puedes leerlo ahí, no te preocupes.
— Gracias, profesor, pero no es muy justo para mis compañeros... Estoy de acuerdo con que me repruebe.
— No voy a reprobarte; te conozco: sé que te esfuerzas y te daré una oportunidad.
— Se lo agradezco — se reverenció y salió del aula con sus pertenencias entre su brazo y su pecho; no tuvo tiempo suficiente de guardarlas antes de salir. ChangBin se sorprende al encontrarlo cara a cara tan pronto y notar como el menor se sonroja por su simple presencia. De pronto estaba nervioso. Quizás que temía haber hablado demasiado alto y entonces que ChangBin lo hubiese escuchado hablar sobre él y sus inseguridades. HyunJin estaba tan avergonzado...
— HyunJin, hola...
— Seo — fue lo único que dijo, y siguió caminando. No se quedaría más: no tenía motivos, pero sí un lastimero llanto con ganas de correr por sus mejillas lo antes posible.
— Me... yo... — se tomó un segundo para respirar profundo cuando consiguió tomar la delantera para encararlo y detenerlo. Se armó de valor, pensando que quizás para HyunJin sería difícil decirle que no debido a la timidez que le mostraba. — ¿Puedo leer tu trabajo?
— ¿Qué dices...? — le preguntó en un murmullo que reflejaba todo su temor, su vergüenza, su sorpresa y las ganas de correr que se incrementan, rodeando su garganta para ahorcarlo y no dejarlo decir mucho más. — ¿Por qué querrías leer algo así...?
— Adoro tus manos — sonrió. Era una excusa tonta, pero era verdad. — Las veo siempre en clase y me pregunto de qué son capaces, pero nunca me dejas averiguar... Entonces... Sí, me encantaría saber lo que tienen para decir.
— No digas tonterías — se rió, esquivando al más bajo y caminando más rápido hasta la salida, aunque el chico listo lo seguía.
— ¡No son tonterías! — se escuchó ofendido. — Me han dicho que pintas muy bien, yo solo quiero saber hasta dónde eso es verdad. Y puedo saberlo de solo leerte, ¿no me crees?
— N-no, yo... Tampoco pinto bien.
— ¿Quieres que te crea...? No sé de arte en general, pero sí de palabras... Así que te dedico a tí mi último trabajo.
— No sé lo que significa "ramé".
— Es algo caótico y hermoso a la vez... Como tú — le guiñó el ojo. A HyunJin comenzaba a incomodarle un poco la conversación, pero esas palabras llegaban a conmoverlo más de lo que le gustaría admitir. — Déjame leerte, andaaaaa.
— ¿Para qué...? Parece que ya me tienes bien leído — le sacó la lengua, burlándose de la poca necesidad que tenía ahora de leer su trabajo si es que era por sus tontas excusas.
— Soy el peor amigo del mundo — lloriqueó JiSung a la mañana siguiente, entregándole a ChangBin una copia del trabajo de HyunJin. — Si Hyunie se entera... me odiará muchísimo y también para siempre.
— No te preocupes: nadie lo sabrá — le sonrió al nervioso chico, dándole una palmada en el hombro. — Muchas gracias, Hannie. Te debo una.
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𝚁𝚊𝚖𝚎́ ¡! hyunsung → changjin ⚠︎
Teen Fiction"... Algo que es caótico y hermoso al mismo tiempo... " El punto de partida es lo que menos se esperaba: el chico listo le pide ayuda a Hyunjin para su examen de plásticas y entonces su definición del caos y lo hermoso se distorsiona con cada palabr...