02: madera vieja y acuarelas nuevas

110 19 2
                                    

— Siento que me muero, JiSung — se quejaba HyunJin mientras miraba la primera pared de la casa del menor que le habían encargado para pintar. — Es muy fea, pero "muy" con acento en "exageradamente".

— Hyunie, ¿de qué hablas? Es perfecta; a papá le encantará.

— ¿Y a ti...? — se preocupó un poco más. Los gustos de JiSung respecto al arte eran demasiado específicos: casi nada le llamaba la atención; completamente contrario al profesor Han, quien podía literalmente hablarte de cualquier obra o artista durante días sin siquiera detenerse para tomar aire.

— Eres mi artista favorito, lo sabes. Es así desde que tienes cinco años. Literalmente mi habitación está tapizada con tus dibujos... ¿Crees que soy incapaz de amar severa obra de arte...?

HyunJin quiso llorar, porque en realidad sí lo sabía: JiSung siempre le decía que era su artista favorito, aunque era difícil de creer para el mayor. Siempre que lo decía, HyunJin intentaba quitarle mérito a tales palabras, dejándose a sí mismo como insuficiente y a JiSung con un nudo en la garganta. Ya lo estaba notando un poco más: a JiSung le afectaba demasiado cuando decía cosas negativas sobre sí mismo.

Hizo una mueca con los labios y un ademán con su manito, pidiendo que se acercara a donde seguía sentado. Abrió los brazos para él, para esconderlo, tal como a un niño pequeño que quiere llorar, incluso si el mismo HyunJin era quien más necesitaba sentirse protegido. Sabía de alguna manera que, mientras Han estuviese cerca, estaría a salvo.

— ¿Prometes que te gustó...?

— Te lo juro por Zico que es la mejor pintura que ví en toda mi vida, sin quitarle mérito a tus anteriores y futuras pinturas. Tu exposición en general es mi favorita.

— ¿Alguna vez fuiste a una exposición de alguien más...? — se burló.

— Pf, ¿no conoces a mi padre...? Está obsesionado con hacerme entender este mundillo. Pero no puedo, Hyunie... Mi padre sería muy feliz con un hijo como tú.

— Tu padre te ama... — quiso que lo supiera — es solo que también ama demasiado el arte, por eso quiere mostrarte.

— Nunca ha pegado un solo dibujo mío en la nevera... Los guardó siempre en un cajón, igual que mis cartas y mis canciones... Y a ti te pidió pintar las paredes de nuestra casa... ¿Entiendes eso...?

— JiSung...

— No importa, disculpa... Solo me hace sentir que soy el hijo menos favorito, y eso que ni siquiera tengo hermanos... — su vocesita se hacía más pequeña con cada palabra. JiSung se sentía como una mancha negra en un lienzo perfecto. Y era verdad lo que su padre decía: no había manera de que aceptase el caos que era su familia. — ¡Hyunie! Es cierto: te tengo un regalo... Pero debes cerrar los ojos en lo que voy por él, ¿vale?

HyunJin asintió, cruzando sus piernas aún sentado sobre el taburete de madera que los Han le habían prestado para facilitarle el trabajo. Cerró los ojos en cuanto JiSung se lo pidió y solo esperó, aunque ansioso, muy feliz. JiSung adoraba hacerle regalos porque, de alguna manera, era la forma en la que intentaba demostrarle su amor. Y HyunJin claro que lo entendía; después de todo, JiSung le regalaba cosas para que pudiera seguir haciendo lo que amaba: pintar. Los primeros pinceles de HyunJin fueron un regalo que JiSung le hizo a los 9 años, luego de preguntarle a su padre cuáles serían los mejores. También el primer bastidor y los primeros acrílicos, con los que HyunJin le pintó algo para agradecerle. Una pintura que ahora se encontraba en la pared de JiSung, firmada y muy bien cuidada incluso con el paso de los años.

— ¡Volví! — le anunció, haciéndolo saltar por la sorpresa. — Pon las manitos, Hyunie.

HyunJin hizo caso y recibió el regalo. Pudo abrir los ojos y observar la pequeña caja blanca llena de acuarelas y manchitas... No la veía hace años.

— Yo... JiSung — lo llamó algo aterrado, mirándolo a los ojos, sintiendo un nuevo nudo en su garganta.

— Las encontré ayer en mi habitación, mientras limpiaba las cosas viejas que mi padre me obliga a conservar...

— JiSung, yo... No puedo aceptarlas...

— Pero quiero que las tengas...

— Eran de tu madre, no puedo...

— Sé que ella hubiera querido que alguien con el mismo amor al arte que ella tenía, las tuviera... No le hubiera gustado que estuvieran para siempre en un baúl, y sé que sería feliz de verte con ellas. Te quería muchísimo.

— Es que no puedo... — sus manitos comenzaban a temblar con la caja entre las manos. Su voz se cortaba, sus ojos se llenaban de pequeñas y cristalinas lágrimas... Ya hiperventilaba, y era verdad: no podía aceptar ese regalo. — JiSung, no...

— Cuando alguien muere, comienzas a olvidar su rostro y su voz, ¿sabes...? Es algo que se pierde poco a poco. Ya no la recuerdo, pero... Sé que amaba pintar. Todo el tiempo lo hacía — ríe con tristeza, aunque intenta de verdad disfrazarlo. No es muy capaz de hablar de ella aún sin ponerse a llorar, incluso si casi han pasado ocho años. — Había algo en sus ojos cuando pintaba... Algo que me hacía sentir el ser más afortunado del mundo por poder estar a su lado mientras ella simplemente amaba la vida. Y yo... Puedo ver lo mismo cuando te miro pintar, HyunJin. Por eso necesito que lo aceptes... Anda: no me quites lo único que me queda de mi madre...

— ¿Q-qué cosa...?

— Pues tú, bobo — le golpeó con sutileza el brazo y se acercó para tomar entre sus manos el rostro enrojecido de su queridísimo amigo. — Prométeme una cosa, Hyunie — pide y, aunque suena tranquilo, el mayor sabe lo triste que se encuentra; el dolor detrás de cada una de sus palabras.

— Dime, Sunggie.

— Nunca dejes de pintar, por favor... Y no te olvides de mí.

— Esas son dos cosas.

— Entonces no dejes de pintar.

𝚁𝚊𝚖𝚎́ ¡! hyunsung → changjin ⚠︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora