07: un nuevo mundo

60 15 2
                                    

— MinHo — llama ChangBin a su hermano menor. El pequeño, sin embargo, se ve absorbido por lo que sea que esté viendo desde la entrada de la habitación de su madre. — Sabes que no puedes entrar ahí.

MinHo voltea a verlo, con aquella mirada triste que por lo general lo caracteriza, al menos cuando no lo está molestando. Es la mirada que hace saber a ChangBin que su hermano no está jugando.

— No me gusta — susurró el menor mientras caminaban por la calle, en dirección al instituto. — Cuando mamá rompe los libros que escribió papá y los quema... O cuando los pone en la tina... ¿Por qué lo odia...? No es su culpa haber muerto.

— No te fijes en lo que mamá haga — le ordenó ChangBin. — Es asunto suyo.

— Pero no me gusta, ChangBin... — quiso alejarse de él, enfadado. — Me asusta.

Quizás es que ChangBin había dejado de tener total empatía con su hermano menor y su madre. Quizás que ya no le interesaba reestablecer su vínculo, porque ChangBin prefería irse lejos, antes que reparar su familia. Pero lo veía: MinHo en serio la estaba pasando mal.

El señor Seo había fallecido unos meses atrás, justo antes de volver de las vacaciones de verano. La madre de ChangBin no les había permitido darse un tiempo de luto, en realidad. Decía que era mejor así. Que no podían descuidar sus estudios.

El señor Seo les había dejado la vida prácticamente resuelta, pero también una larga fila de medios a los cuales dar explicaciones sobre su repentina muerte.

Y la señora Seo los llevaba a todas esa entrevistas donde les preguntaban cosas poco respetuosas para un par de chicos huérfanos, al menos de padre. Era doloroso para ambos, pero pasado ese momento de revuelo, solo se habían vuelto más fríos.

— Ya cállate — se enojó ChangBin, tomando a su hermano por el cuello para obligarlo a seguir caminando. — Solo dices tonterías.

— ¡Déjame en paz! — MinHo se apartó de vuelta, comenzando a sollozar, por más que en serio deseaba mostrarse fuerte delante de ChangBin. Y no podía... En serio le era imposible. A Minho le dolía demasiado. Por ello, la única opción viable que encontró fue salir corriendo. Sabía que ChangBin no lo seguiría, así que solo se fue.

— Niño tonto — bufó entre dientes, rascando con una mano su nuca, en señal de frustración. No le dio importancia. MinHo y él peleaban siempre. Siempre, desde la muerte de su padre, al menos. Antes eran más unidos...

De alguna manera, ChangBin se sentía molesto con la poca madurez que MinHo mostraba ante situaciones sencillas. Quizás ChangBin solo se había acostumbrado a pensar que nada era para tanto.

Y dejaron de importarle, probablemente, las emociones en general; no sólo las ajenas, sino que se prohibía a sí mismo sentir cosas en lo que respecta al ánimo.

— Eso no es lo que papá te enseñó — se regañó a sí mismo... Cerró los ojos por un momento y respiró profundo antes de salir corriendo en la dirección que su hermano había tomado.

Demasiadas avenidas.

Claro que MinHo no había ido por ahí: le temía a las calles así. Por lo general las evitaba. Si se sentía incapaz de cruzar una de esas avenidas, llamaba a su padre para que fuera por él.

Entonces ChangBin le dio la vuelta a la manzana y observó el parque más cercano. Recordó que era a lo que MinHo recurría cuando se sentía triste, y fue ahí para buscarlo. No lo veía en ninguna parte... Quizás lo había visto seguirlo y decidió esconderse.

— Honnie — lo llamaba como si estuviese buscándolo en su interior; como si en realidad buscara la respuesta.

Se entristece al no encontrarlo pasado un rato, y decide volver a casa. Ya no lo dejarán entrar al Instituto, de todos modos. Y entonces lo ve ahí: del otro lado de la calle, asustado, tal como un gatito perdido en medio del bullicio, pero cargando entre su pecho y sus brazos una caja del supermercado llena de dulces y bebidas. Y se apresura en ir por él, para salvarlo, para abrazarlo porque seguramente se encuentra muy mal. Porque Minho es sensible, aunque nunca quiera aceptarlo y mucho menos mostrarlo.

— Aléjate — le pidió el más joven, dando un paso hacia atrás. Se notaba sobresaltado. Se notaba que había llorado, pues su naricita estaba roja y sus mejillas húmedas. Todo su cuerpo temblaba.

— ¿Vamos al parque...?

— No iré a ningún lado contigo.

— Minho — lo llamó, poniendo ambas manos sobre sus hombros. — Lo siento mucho. Lamento haber dejado de ser tu hermano mayor.

— ¿Sabes lo que siento...? — dejó finalmente que sus lágrimas corrieran por sus mejillas. — Es como si tú y mamá hubieran muerto con él.

— Lamento haberte dejado solo en esto... Debió ser verdaderamente difícil.

— No necesito que ahora sientas lástima por mí, como si fuese un gatito abandonado. Ya aprendí a lidiar con ello solo.

Changbin no sabía decir de una manera amable que eso de atragantarse con dulces para luego vomitarlos no era en realidad “lidiar con ello”. Lo peor de todo es que llevaba tiempo sabiendo que lo hacía, y simplemente decidía ignorarlo. Porque, una vez más, “no era para tanto”.

— Por favor, Minho — le suplica y por primera vez Minho parece conmovido. — Hablemos un poco...

Minho en serio no quiere. De verdad le duele todo lo que su hermano le dijo. Le duele la sensación de la mano de Changbin sobre su cuello. Siente como si aún estuviese ahí y presionara con fuerza. Minho siente que no respira cuando lo tiene cerca.

Minho siente cosas horribles dentro de todo su cuerpo.

— No vuelvas a tocarme — le pidió, aunque sonaba más como una advertencia.

Entonces caminaron hacia aquel parque cercano, prácticamente vacío de no ser por aquellas puntuales personas que se levantaban temprano para pasear a sus mascotas o solo correr, esperando el amanecer.

Minho se dejó caer contra el tronco de un árbol y esperó que su hermano mayor hiciera lo mismo.

Y hubo silencio. Por primera vez y por un largo rato, ChangBin y MinHo guardaron silencio, como si eso fuese lo único capaz de solucionar su vínculo de hermanos.

𝚁𝚊𝚖𝚎́ ¡! hyunsung → changjin ⚠︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora