Capítulo 11

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-Harry, ¿todavía estás despierto?- La voz de Severus llamó a través de la puerta cerrada del dormitorio de Harry.

-Sí, un momento-, dijo Harry mientras se subía apresuradamente los pantalones del pijama. Era la primera vez en semanas que conseguía tener una erección y había decidido que era mejor aprovecharla. Por suerte, saber que Severus estaba al otro lado de la puerta y que casi le había pillado masturbándose, hizo que su erección se desvaneciera pronto. Harry se puso una bata sobre el pijama y abrió la puerta a su Maestro.

-¿Pasa algo?- preguntó Harry, frunciendo el ceño. Era casi medianoche y Severus nunca solía molestarlo tan tarde. Debía ser algo importante o Severus habría esperado hasta la mañana para decírselo.

-Harry, será mejor que te sientes-.

Harry se sentó en el borde de su cama, ahora estaba preocupado. Por su mente pasaron rápidamente horribles escenarios: los Weasley heridos o algo peor; Remus apareciendo muerto en alguna zanja, Hogwarts quemado hasta los cimientos.

-Nadie ha resultado herido-, dijo Severus, como si pudiera leer la mente de Harry. Quizás había estado realizando alguna Legilimencia silenciosa sobre él, o quizás la cara de Harry lo delataba. -Se trata de ti-.

-¿He hecho algo mal? Debería haber picado las hojas de valeriana más finas, ¿no? O fue el jengibre, ¿le puse demasiado?- Las manos de Harry se agitaban mientras hablaba; parecía que no podía mantenerlas quietas.

Severus se agachó y sujetó las dos manos de Harry entre las suyas, para calmarlas. -Harry, tu elaboración está bien. No, se trata de las pruebas de tus muestras de saliva y sudor. No sé cómo ni por qué ha ocurrido esto; supongo que puede tener que ver con la poción que te dio Malfoy y que te cambió. Bill casi pierde la cabeza cerca de ti, y mi primo Darius, al que has visto hoy temprano, me ha dicho que desprendes un olor que incita a la lujuria en los hombres lobo o en personas como Bill, que tienen la maldición de la licantropía pero no son hombres lobo completos. Al principio pensé que de alguna manera debías estar desprendiendo feromonas de hombre lobo, pero eso sería imposible a menos que tú mismo fueras un hombre lobo. No hay ninguna poción que pueda replicar las feromonas de los hombres lobo-.

-Pero los humanos no tienen feromonas, ¿verdad, Maestro Snape?- preguntó Harry, retomando el título ya que esto parecía ser una lección.

-Por lo general, no. Las utilizan los animales para atraer a su pareja. He analizado tus muestras una y otra vez y sigo obteniendo el mismo resultado: emites feromonas, Harry, pero son feromonas de lobo. Eso explica la atracción de los hombres lobo hacia ti. Pero la pregunta es: ¿por qué Malfoy te haría algo así?-.

-No lo sé-, dijo Harry en voz baja, con el corazón retumbando en sus oídos. ¿Emitía un olor que atraía a los hombres lobo? ¿Y a los lobos y perros de verdad? ¿Ni siquiera podía salir a la calle sin que lo abordaran? -¿Hay alguna manera de deshacerse de él?-.

-Lo siento, Harry, no. El olor es ahora tu olor. No se puede cambiar. Podemos intentar enmascararlo con algunos jabones o perfumes más fuertes, pero de nuevo esto es sólo una especulación. No hay garantía de que funcione-.

-Oh-. Harry no sabía qué más decir.

-Ya que no sabemos cómo te afecta esto, no quiero que salgas a ningún lado sin mí-.

-¡Puedo cuidarme solo!- dijo Harry con vehemencia.

-No es tu trabajo cuidarte, es el mío. No te enfrentarás a mí en esto-. El tono de Severus no invitaba a discutir. Harry sabía cuando estaba vencido.

-No, señor-.

-Buenas noches, Harry-.

-Buenas noches, Maestro Snape-.

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