Capítulo 22

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Severus no se sorprendió en absoluto cuando esa noche llamaron a la puerta de su habitación. Era más de medianoche, pero Severus aún no se había dormido. Estaba leyendo algunas de las redacciones de Harry y ordenando los libros de texto y las prácticas que debían hacer a continuación. Harry estaba repasando el trabajo tan rápido que asombraba a Severus y él mismo no se había quedado atrás cuando había sido aprendiz. -Pasa-, dijo Severus, dejando a un lado sus apuntes mientras esperaba que su aprendiz entrara en su habitación.

Harry se quedó parado en la puerta, como si no estuviera seguro de su acogida.

-¿Pesadillas?- preguntó Severus en voz baja; esperando contra toda esperanza que no hubiera llevado las cosas demasiado lejos y retrasara aún más la recuperación de Harry. Sin embargo, Harry parecía muy entusiasmado y no había intentado detener las cosas ni una sola vez, pero tal vez Severus había deseado demasiado que sucediera para haber leído las señales. Tal vez no le había dado a Harry la oportunidad de llamar a un alto, aunque hubiera querido hacerlo.

Harry se sonrojó y se arrastró hacia la habitación. -No. Um, no son pesadillas-, admitió Harry.

Ahora que miraba más de cerca, Severus podía ver la erección que abarcaba la parte delantera del pantalón del pijama de Harry.

-Usé ese Sueño Diurno que me dieron los gemelos ese día, ¿recuerdas?-.

Severus asintió. -¿Oh? ¿Y qué revelaron tus deseos ocultos?- Severus palmeó la ropa de cama a su lado. En cuanto lo hizo, Harry sonrió y saltó a la cama como un cachorro ansioso... un cachorro con una melena salvaje y unos ojos verde jade que casi parecían brillar en la habitación poco iluminada. Severus sintió que el pecho se le contraía mientras miraba al joven a su lado. ¿Seguramente esto era un sueño? No podía ser realmente uno de los más afortunados del planeta.

-Eso es todo. Ha sido raro-, dijo Harry, mordiéndose la uña del pulgar. Severus retiró el pulgar de Harry y lo metió en su propia boca, chupando suavemente para calmar el dolor. -¡Oh, Dios! Um... ¿dónde estaba yo?-.

Severus soltó el pulgar y miró profundamente a Harry. -¿Tu sueño?-.

-Oh, claro. Sí. Entonces, ¿puedo preguntarte algo?-.

Harry se movió inquieto encima de las sábanas. Severus podía ver cómo la tienda de campaña de sus pantalones de algodón aumentaba a cada segundo. Fuera lo que fuera el sueño, lo había dejado excitado... tan excitado que había buscado a Severus para que lo ayudara con él. -Adelante-.

-¿A algunas personas les gusta que les hagan daño? Ya sabes, ¿para eso?- Harry agitó una mano para abarcar a ambos.

-¿Quieres decir para el sexo? Puedes decirlo, Harry. No es una palabra sucia. Eres un adulto, así que se te permite hablar de cosas de adultos-.

Harry pareció llegar a una decisión entonces, como si hubiera estado teniendo una discusión interna consigo mismo. Severus casi podía adivinar con quién los fantasmas de los Dursley. Probablemente eran el tipo de personas que pensaban que el sexo y todo lo que tuviera que ver con él era sucio, pero que sin embargo no sentían ningún reparo en matar de hambre y abusar de un niño a su cargo.

-Sí, tienes razón. Quiero decir, ¿a algunas personas les gusta que les hagan daño en el sexo?-.

-Lo hacen. Algunos dolores pueden ser eróticos, Harry. Unas ligeras nalgadas, por ejemplo; el calor en la piel tierna puede ayudar a aumentar la excitación hasta cierto punto-.

El rubor de Harry aumentó hasta el púrpura y sus caderas no parecían estar quietas. -Sí. Eso. El sueño. En el sueño me pegabas y me gustaba. Pero nunca me sentí excitado cuando los Dursley me pegaban-.

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