Capítulo 15

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-¿Un burdel? No, el Maestro Snape no es la clase de persona que iría a un lugar así-, dijo Harry con firmeza, pero incluso mientras hablaba, empezó a preguntarse. ¿Cómo sabía él qué clase de persona iba a un burdel? ¿Y realmente conocía a Severus tan bien? Ya habían hablado un poco, eso era cierto, pero era principalmente sobre Harry, no sobre Severus. Harry sabía muy poco, sólo lo que él mismo había deducido de aquella mirada en su pensadero y de sus intentos involuntarios de Legilimencia. Severus nunca hablaba de su infancia ni de lo que le llevó a unirse a los mortífagos y a convertirse en traidor a su causa al final. Harry no estaba seguro de obtener una respuesta aunque preguntara.

-Estás pensando como un muggle, Harry. No hay que avergonzarse de ir a un burdel; es perfectamente aceptable en el mundo de los magos-, dijo Fred.

-Lo es-, dijo Neville, con un fuerte rubor. -Mi abuela me regaló un certificado para El Jardín de las Delicias por mi mayoría de edad-.

-¿Tu abuela?-, graznó Harry.

-¡Perro astuto!- George se rió.

-¡No fui! Para entonces ya estaba viendo a Luna. Pero es perfectamente aceptable que la gente que no está casada o en una relación vaya allí, Harry. El Maestro Snape no ha hecho nada malo-.

-Hemos estado allí unas cuantas veces-, añadió Fred, sonriendo.

-¿Lo has hecho?- Harry realmente no podía entender por qué la gente podría querer ir allí; pero entonces él tampoco se sentía particularmente interesado en el sexo, así que tal vez había algo malo en él, no en los demás.

-¿Cómo fue?-, preguntó Neville.

Harry se alegró de que su amigo hubiera preguntado, le habría dado demasiada vergüenza preguntar por sí mismo, aunque casi se moría de curiosidad por ello.

-Bueno, cuando entras por primera vez; es casi como si hubieras ido a un restaurante muy elegante. La señora Carus siempre saluda personalmente a cada cliente antes de mostrarle una mesa. Luego te dan un menú para elegir. Dentro hay secciones para lo que quieras: hombre, mujer, ambos, incluso gemelos si lo deseas, así como cualquier manía o fetiche que quieras elegir también-.

Neville se estaba sonrojando mucho ahora, pero Harry no entendía por qué. Harry sabía que era un poco más ingenuo que los demás, ya que cada vez que la conversación en la sala común o en el dormitorio había girado en torno al sexo, Harry se había excusado y no había escuchado. Sin embargo, ahora sentía más curiosidad. -¿Qué son las manías y los fetiches?-, preguntó, sólo para que los gemelos se echaran a reír.

-Vaya, vaya, eres un inocente, ¿verdad, Harry?- preguntó George, sonriendo en su dirección. -Aunque no estoy seguro de que Snape apruebe que te lo contemos, corrompiendo a su aprendiz y todo eso-.

-¡Fue él quien se fue a escondidas a un burdel!- replicó Harry indignado.

-Vale, vale, te lo contaremos-. Fred sonrió mientras empezaba a obsequiar a Harry con una serie de cosas que éste no habría considerado eróticas ni en un millón de años. ¿A algunas personas les gustaba que las ataran y las lastimaran? ¿A algunos les gustaba que les chuparan los dedos de los pies? Harry no entendía cómo nada de eso podía ser ni de lejos placentero.

-Así que, una vez que has decidido en tu menú lo que te apetece, hombres para mí y George, por ejemplo, golpeas el menú con tu varita y entonces Madam Carus te lleva al salón delantero donde todos los hombres están esperando a que elijas uno-.

-Oh, ya veo. ¿Pero los que no elijas no se sentirán decepcionados?-.

Fred y George intercambiaron miradas entre sí. -Nunca hemos pensado en eso, para ser sinceros. Pero ya ves, Harry, que no es gran cosa ir allí-.

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