Capítulo 38

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Harry sabía que había sido demasiado esperar que fuera un juicio cerrado, y había hecho bien en no esperar. La Sala Nueve estaba llena. No sólo asistía todo el Wizengamot, llenando todos los asientos de las gradas, sino que se había añadido un nuevo balcón público por encima de esos asientos. El espacio público también estaba lleno, todos los asientos estaban ocupados, así que algunas personas estaban de pie en el fondo, o sentadas en los escalones del pasillo. Incluso había algunos magos sentados en la propia barandilla del balcón, con las piernas colgando sobre la gente de abajo. Pero Harry no sólo veía a extraños.

También estaban todos sus amigos. Ron y Hermione le dieron un pulgar hacia arriba y una sonrisa esperanzadora cuando pasó junto a ellos. Todos los Weasley estaban allí, junto con Madam Pomfrey, Hagrid y la profesora McGonagall. Neville y los gemelos le dieron un gesto de ánimo y Harry trató de animarse con todo el apoyo que tenía. Pero Lucius Malfoy era astuto, podía tergiversar las cosas y hacer ver que era culpa de Harry que le ocurrieran esas cosas.

Harry sintió cientos de ojos clavados en su espalda mientras él y Severus se dirigían al frente. Su abogado, Maxwell Burns, ya estaba sentado en la mesa de la acusación, al igual que la tía de Severus, Agatha. Severus apretó la mano de Harry mientras se acercaban a la mesa y a sus asientos. Harry evitó mirar a Lucius Malfoy, sentado en la mesa de la defensa. Tenía miedo de lo que pudiera ver en sus ojos.

Harry no estaba seguro de estar preparado para esto. No estaba seguro de estar preparado para esto. ¿Contar a todo el mundo la humillación, la degradación que había sufrido a manos de Malfoy? Un destello de color verde lima le llamó la atención y miró a su alrededor para ver a Rita Skeeter, con la Pluma de Citas Rápidas en la mano. Se relamió los labios, sin duda por la jugosa historia que estaba segura que iba a ser revelada en breve. No importaba que Harry quisiera su privacidad, que no quisiera que todo el mundo supieran lo que le había pasado. Pero a los periodistas no les importaba. Todo lo que tuviera que ver con Harry Potter vendería copias, de eso no había duda. Lo que Harry pensara al respecto no importaría.

-No sé si podré hacerlo-, susurró Harry a Severus.

-Estarás bien, Harry-, dijo Severus. -Sé lo fuerte que eres. Puedes hacerlo-.

En una mesa del frente estaban sentados Madam Bones y Kingsley Shacklebolt y Harry se sintió aliviado. Madam Bones tenía fama de ser dura pero justa y Kinglsey había sido miembro de la Orden. Aunque Harry no lo conocía muy bien, seguramente sabía que él sabría que Harry no se inventaría nada de esto. ¿Por qué lo haría? Las cosas que le había hecho Malfoy eran tan horribles que no habría querido inventárselas.

Cuando el murmullo de la conversación a su alrededor se hizo más y más fuerte, Madam Bones golpeó un mazo en el escritorio frente a ella. -Silencio, por favor, o haré retirar al público-. Una vez que reinó el silencio, Madam Bones se giró para examinar la sala. -Caso 25B, la Oficina de Aplicación de la Ley Mágica contra Lucius Malfoy entra en sesión. Señor Malfoy, se le acusa de secuestro, detención ilegal, agresión sexual y daños corporales graves. ¿Cómo se declara?-.

-Inocente de todos los cargos, su señoría-. Malfoy se giró y sonrió a Harry, tan seguro de que se libraría. Harry quería quitarle la sonrisa de la cara de un manotazo. El descaro de ese hombre. Como si lo que ya había hecho pasar a Harry no fuera suficiente. No, Malfoy tenía que arrastrar toda la sórdida historia por el tribunal público.

-Abogado Burns, puede llamar a su primer testigo de cargo-, dijo Madam Bones.

Burns se puso de pie. -La acusación llama a Alastor Moody-.

Toda la sala estalló de ruido ante eso, sin duda preguntándose qué tenía que añadir un loco al caso.

Dos aurores abrieron las puertas de la sala del fondo y, unos instantes después, Moody entró cojeando. Su pelo desgreñado, normalmente suelto alrededor de los hombros, estaba atado cuidadosamente en una cola de caballo. Ya no tenía su viejo abrigo de cuero, sino que Moody llevaba un traje muggle azul oscuro, con una camisa azul más clara y una corbata plateada. Una de las perneras del traje estaba clavada en su rodilla, su pata de palo era visible para todos los reunidos. Harry se preguntó qué pensaría el resto de la corte del canoso guerrero. Harry sintió que se le saltaban las lágrimas, tanto al pensar que Moody se había esforzado tanto por él, como por su rescate hace ya casi un año. Harry no dudaba de que podría haber muerto en aquella mazmorra de no haber sido por Alastor Moody.

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