IV. Mentiroso

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«Gulf»

-- ¡Amor date prisa! ¡Ya es tarde!

Le grito a la niña que está eligiendo que muñeca llevarse y comienzo a colocar su sandwich en papel, fruta con yogurt, y un chocolate que es de sus favoritos. Es tardísimo, se nos ha echo tarde pero ayer llegué casi arrastrando los pies del trabajo, tuve que arreglar la casa, hacer de cenar, bañar a Nayla, ir abajo a la lavandería para lavar sus uniformes, y además, dejar listo el que iba a usar hoy.

Caí rendido.
Tomé un baño y al cerrar los ojos, lo último que vi fue la hora en mi teléfono, las doce y media.

Cuando la alarma sonó a las seis, dije que cinco minutos pero se volvió casi la hora.

-- ¡Papá! ¿Cuál?

Me enseña ambas muñecas desde la sala y eligo la vestida de enfermera, miro el reloj en la pared, ya son las siete con cuarenta y es tardísimo, van a cerrarnos la puerta de la escuela además de llevarme un regaño.

Coloco su desayuno en la lonchera de Princesas, su agua, y para mí un licuado de plátano porque no voy a alcanzar a comer nada, aunque entro a las diez a trabajar, tengo que ir a hacer algunos pagos de casa y hay filas enormes. No voy a arriesgarme a llegar tarde para que me descuenten otra vez.

Necesito ese dinero completo.

Así que tomo las cosas, veo como Nayla corre a mi lado con su pequeña mochila sobre su espalda, su uniforme, su coleta, una de sus dos muñecas favoritas que tienen más ropa que yo para cambiarse, le doy su lonchera y ella la toma, ambos corremos hacia la puerta mientras cargo mi teléfono y las llaves pero cuando estoy por abrir, a mi hija se le olvida algo más.

-- ¡Papá mi gafete!

-- ¡Ve por el!

Le dije apresurado y la vi correr hasta llegar a la habitación, cuando escuché sus pasos de regreso, abrí la puerta de prisa e iba a salir pero, un gran cuerpo estaba justo ahí.

-- Hola Gulf...

Miraba sus zapatos negros carísimos, deslizando mis ojos por todo su cuerpo, su pantalón de mezclilla, su camisa gris y cada que subía, sentía la furia correr por todas mis venas, exploté cuando miré esos ojos negros que me sonreían como si fuera la mejor de las visitas.

-- ¿Podemos hab..

Le aventé con el licuado de plátano. Su cara se empapó en un instante, su camisa ahora tenía leche, observaba como hacía muecas al querer limpiar sus ojos por la pulpa de esa fruta.

-- ¡Gulf! -- me dijo molesto

-- ¡Vete a la mierda! -- le aventé con el vaso y le di en un hombro -- ¡Idiota!

Le cerré la puerta en la cara después de casi desahogarme, no podía controlar mi respiración, sentía mis ojos pesados, por todas las lágrimas que tenía en ellos pero no me permitía volver a llorar otra vez. Ya no. Menos por él.

Bajé la vista, desesperado y froté mi cabello.
No podía creer que después de tantos años, él volviera ahora con la mano en la cintura para decir; "Hola".

-- Papá...

Cerré mis ojos y tomé aire, dándole la espalda, quise tomar la cordura de nuevo pero no podía, así que solo tallé mi ojos con la palma de mi mano, luego me giré para ver a esa niña que me veía impresionada.

-- Repite algo como eso y te voy a castigar.

Le afirmé, ella solo movió su cabeza, dándome la razón, ahora no sabía que hacer porque si abría esa puerta, tal vez y él seguía ahí. Así que caminé, me asomé por el picaporte, pero él seguía de pie en el mismo lugar, limpiando su cara con sus manos, me di cuenta que me quedé sin desayunar pero muy poco me importó, ya que en segundos los pasos de alguien corriendo se escuchaban a toda prisa, cuando menos lo imaginé, Earth estaba ahí.

¡PAPÁ EN APUROS!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora