XXIX. Si se quiere ir.

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«Gulf»

Sin poder dormir, sin poder dejar de llorar y sin poder dejar de pensar, es como me encuentro ahora mirando por la ventana, los edificios están iluminados por el sol, allá abajo los autos andan y aunque son las once de la mañana, ya e perdido todo, el día soleado para nada está relacionado con mi humor pero al menos mi taza de café me hace sentir menos miserable.

Si se quiere ir...

Pues que se vaya.

Si eso quiere, no es la primera vez que le veo irse, y tampoco es la primera vez que me duele tanto.

Limpio mis mejillas, en la sala de estar Nayla juega con sus muñecas y escucho como las "hace hablar", ella también está triste y ahora más que nunca me doy cuenta que Dydy tenía razón. Él va a irse, y puede nunca volver. Va a dejar de nuevo un vacío, pero lo que no le perdono es que ahora haga a Nayla llorar.

No se lo merece, jamás debí haberlo dejado entrar a casa y sobre todo haber vuelto a caer como idiota.

"¿Piensas que te ama?"

Me dijo mi hermana y no la escuché, me dejé llevar por algo que hace años había acabado en el mismo aeropuerto que ahora va a cruzar para irse. Lejos, en otro país, donde tal vez haga su vida con alguien que no sea tan crédulo como yo. Si solo quería acostarse conmigo de nuevo, me lo hubiera dicho y ya.

Nunca debí dejarlo entrar a nuestras vidas.

¡Pfff...!

¿A quién engaño? ¡Mentiroso! Y embustero...

Es lo que soy.

Hace dos días estaba que brincaba de felicidad además de en sus brazos, y eso sin mencionar en qué otra parte de su cuerpo. Ayer de nuevo lloré aferrado en sus brazos otra vez como hace años y no podía sentirme más estúpido. Porque ahí iba de nuevo. A extrañarlo, echarlo de menos.

Mierda...

-- ¿Vas a esperarme? -- me decía al abrazarme, en medio de la puerta, negué en su hombro.

-- No... -- dije sincero -- de estúpido te digo que si y ya no vuelves.

Le escuché reírse y le golpeé.

-- Eso no va a pasar jamás... Tu y Nayla son lo mejor que tengo.

¿Acaso no podía ser más ridículo? Porque el día de ayer no quería soltarle, cuando dejó a Nayla dormida, con la foto en un marco de nosotros como ella quiso aquel día, ahora ese recuerdo estaba sobre el cajón e iba a torturarme todos los días. Mew se la había traído ayer como regalo. Prometiendo llamarle a diario, hacer videollamadas, pero nada de eso Nayla quería ahora, se aferraba a él como si jamás lo fuera a volver a ver.

-- Papá.. -- Nayla me llama y volteo a verla, la pijama aún puesta, ninguno de los dos nos hemos dado un baño -- hoy se va P'Mew ¿Verdad..?

Asentí.

>> Yo no quiero que se vaya, papá... ¿Puedes llamarle y decirle que podemos vender mis juguetes para que no se vaya a ese trabajo? Prometo que ya no voy a querer más chocolates ni ir al cine...

Mis ojos volvieron a llenarse y me acerqué a ella, me puse en cuclillas, abrazándole, la escuchaba llorar fuertemente y me dolía aún más verla así. Y más porque no podíamos ir al aeropuerto a despedirlo, fue la petición de Mew, dijo que sería difícil, y tenía razón. Nayla era capaz de no soltarlo e iba a hacer todo un desastre, por eso ayer se fue muy tarde a casa de aquí.

-- Él va a hablarte todos los días, ¿Recuerdas? -- le ánimo -- todo será igual y dijo que vendría cuando tuviera días libres, ¿No?

-- Pero... -- niega -- ¡No, no quiero! ¡No quiero que se vaya! ¡No!

¡PAPÁ EN APUROS!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora