10. La estrella azul

175 14 0
                                    

(T/N)

Despertarnos al escuchar decir a Lucy y a Gael que la estrella azul había aparecido. Subimos al barco y seguimos a la estrella. Por un momento, el viento no sopló nada y el barco se quedó varado hasta que Eustace enroscó su cola en la boca del dragón y nos ayudó a avanzar.

Llegamos a una isla cuando estaba empezando a oscurecer. En plena oscuridad, llegamos a una especie de recinto en donde había una mesa dispuesta para un banquete. Al final de la mesa, habían sombras extrañas. Edmund alumbró con su linterna hacia lo que parecían ser tres enormes nidos. En realidad, se trataba de los lores Revilian, Marvramor y Argoz, cuyos cabellos y barbas estaban muy largos. No parecían reaccionar, pero respiraban.

–Debe ser un hechizo. –hablé.

–¡Es la comida! –advirtió Caspian.

–Miren–volví a hablar mientras señalaba a la mesa–, el cuchillo de piedra. Esta es la mesa de Aslan.

Nos apresuramos a poner las espadas en la mesa, pero solo había seis. Las espadas adquirieron un débil brillo. La estrella azul descendió hasta donde estábamos y adquirió forma humana:una mujer de largo cabello rubio, vestido blanco y brazos descubiertos. Mentiría si dijera que no era hermosa. Todos realizamos una reverencia.

–¿No tienen hambre? –preguntó con voz gentil.

–¿Quién eres? –preguntó Edmund en un tono sospechoso.

–Soy Liliandil, hija de Ramandu. Yo los voy a guiar.

–¿Eres una estrella? –le preguntó Caspian y ella respondió asintiendo con la cabeza–. En verdad eres muy bella.

–Si es una distracción para ustedes, usaré otra forma.

–¡No! –se apresuró a decir Caspian.

Ante lo sucedido, Lucy rodó los ojos y yo me aguanté la risa.

–La comida es para ustedes–con un gesto de las manos, Liliandil hizo que se encendieran las velas que había en la mesa–. Hay suficiente para todos los incluídos a la mesa de Aslan siempre. Por favor, coman.

–¡Alto! –intervino Edmund–. ¿Qué les pasó a ellos? –preguntó por los lores.

–Estos hombres estaban al borde de la locura cuando llegaron aquí. Trataron de cometer actos violentos. La violencia está prohibida en la mesa de Aslan, así que cayeron dormidos.

–¿Despertarán algún día? –preguntó Lucy.

–Cuando esto termine. Vengan. Queda poco tiempo.

Los cuatro seguimos a Liliandil mientras la tripulación empezaba a comer. Liliandil nos guió a una especie de mirador.

–¿El mago Coriakin les contó sobre la isla negra? –preguntó.

–Sí.

–Dentro de poco, el mal se habrá hecho incontenible.

–Coriakin dijo que rompiéramos el hechizo poniendo las siete espadas en la mesa. –explicó Caspian.

–Es verdad.

–Pero solo hayamos seis–dijo Edmund–. ¿Sabes dónde está la séptima?

Liliandil señaló hacia la isla oscura. La vista era tenebrosa. Me tensé al pensar lo que nos esperaría allá. Un par de segundos después, Edmund tomó mi mano.

–Deben llenarse de valor –dijo Liliandil–. No hay tiempo que perder.

–¿Te veré de nuevo? –preguntó Caspian. Liliandil lo miró y sonrió.

–Hasta pronto.

Liliandil volvió a ser estrella y fue al cielo. Caspian mantuvo su mirada arriba por un momento. Podía asegurar que sus ojos habían adquirido forma de corazón. Después de todo eso, regresamos con la tripulación.

–¿Qué tienes? –me preguntó Edmund mientras caminábamos.

–Nada–respondí sintiendo al instante lo que sentí cuando Edmund vio a Liliandil –. ¿Por qué preguntas?

–Por tu mirada.

–Solo es mi mirada.

–Te conozco, (T/a). Sé que algo te pasa.

Ya no había escapatoria. Rodé mis ojos y solté aire.

–Solo estaba pensando... Liliandil es muy bella.

No obtuve respuesta. Segundos después, Edmund tomó mi mano y nos detuvimos.

–¿Estás celosa?

El tono inocente con el que lo dijo hizo que me derritiera y que el calor se instalara en mis mejillas. Me limité a encojerme de hombros. Edmund rio ligeramente.

–Admito que es hermosa, pero la dueña de mi corazón es otra.

Sonreí bobamente.

–Es lo más cursi que me has dicho.–dije poniendo mis brazos alrededor de su cuello y haciendo que volviera a reír.

–Te he dicho cosas cursis antes. –dijo poniendo sus manos en mi cintura.

Besé su sonrisa. Segundos después, sin apartarme demaciado, lo miré a los ojos y le pregunté...

–¿Tienes miedo?

–Algo, pero supongo que Aslan nos ayudará.

–Espero que así sea.

Our lifetime || Edmund Pevensie x Reader Donde viven las historias. Descúbrelo ahora